Las leyendas no soportan los exámenes de la historia, sin embargo, dejan huellas y enseñanzas, de ahí su magia, como el caso del emblemático Puente de Ovando que ya hablaba de un clasismo que “pareciera castigo para Puebla”, reflexionó el coordinador de la Licenciatura en Literatura y Filosofía de la IBERO Puebla, José Luis Camacho García.
“No hay una constancia exacta de las versiones de esta leyenda”, aclaró, pero puntualizó que la versión más popular es la de un historiador llamado José Oreste, quien ha editado libros al respecto.
El puente es antiguo, “pero no mucho, se construyó en la segunda mitad del Siglo XVIII y hay constancia de la autorización de su edificación en 1769 por parte del virrey Carlos Francisco, marques de Croix”, relató.
“Parece que el puente sustituyó a uno anterior que estaba también en Analco, había tenido muchos problemas estructurales, por lo que fue llamado ´el puente roto”.
Aquí, es la historia la que dice que el río San Francisco (hoy entubado y debajo del bulevar 5 de Mayo), en una crecida, se llevó la primera estructura, por lo que surgió la necesidad de levantar otra.
Los pobladores se reunieron para levantar uno nuevo, pero como no tenían los recursos suficientes, intervino la persona que le da nombre al puente: Agustín de Ovando Villavicencio.
“Es un mecenas muy importante del Siglo XVIII, poblano; él se hizo cargo de la construcción de varios espacios emblemáticos de la ciudad y pudo haber tenido más de un motivo para querer unir los dos extremos del río”,
“(…) más allá de la clásica separación de la clase española y los indígenas, ya que, al parecer, tenía negocios en ambos lados del río San Francisco, por lo que el puente le beneficia”.
Hay constancias de corridas de toros, de fiestas de iglesia para sustentar los gastos del puente, pero, al final, va a ser “Agustín de Ovando quien aporte el dinero suficiente para la construcción”.
Existió otro sector de la sociedad que hizo su contribución y que muchas veces es olvidado, el de los panaderos.
“Entre el dinero de Agustín de Ovando y de los panaderos, se termina de recaudar lo suficiente para el puente y empezar a construirlo”.
Alejados por el dinero
En algún momento de la historia de la ciudad de Puebla, la realidad se confundió con la imaginación. Así nació o nacieron las leyendas alrededor del Puente de Ovando.
Algunas le dan el nombre de María del Rosario a la hija de Agustín de Ovando, pero, al final, todas coinciden en que se enamoró de un joven pobre, lo que ocasionó el enojo de su padre y la prohibición de que pudieran verse.
La solución de los enamorados fue “perder la virginidad, perder la condición de doncella para que el casamiento fuera inevitable, pero todas las versiones coinciden en que el hermano la sorprende en el acto y la asesina, en algunas de las versiones es con arma de fuego; al amante lo degüella con su propia daga”, narró el coordinador de la Licenciatura en Literatura y Filosofía de la IBERO Puebla.
“El hermano apela a que tuvo un lance de honor y parece que lo eximen de cierta responsabilidad penal; sin embargo, no tiene buen fin, ya que es encontrado muerte poco después y eso deja a Don Agustín sin hijos”.
José Luis Camacho García destacó que tiempo después, en una noche de la Puebla colonial, Don Agustín cruzaba su puente cuando encontró a una mujer pidiendo limosna, lo que le ocasionó una gran molestia.
“Le reclama por pedir limosna en su puente, ella se revela como su hija y, en algunas versiones, él muere del espanto y en otras, el río crece y se lo lleva”.
Tendríamos que revisar las dos versiones para ver cuál se queda, “tal vez no la más fidedigna, sino la que más se ha quedado en el imaginario colectivo poblano”, dijo en referencia a la leyenda que todavía se cuenta como si hubiera pasado hace poco tiempo.
Sobre otras versiones, explicó que hay una más reciente y de la que no se ha podido ubicar su origen.
“Se habla del llanto de un niño, cuando el río aún pasaba por el puente, entonces alguien se asoma y el niño se revela como un ser sobrenatural y jala al incauto que lo asiste, para ahogarlo”.
El especialista en Literatura y Filosofía destacó que más importante de estás leyendas: “es el interés que pueden generar en la historia de la ciudad y caracterizaron a Puebla como castigada por un clasismo tremendo, desde sus tiempos históricos, por ahí va la utilidad de las leyendas”.
Aseveró que “las leyendas no soportan un examen historiográfico, pero tampoco la realidad es la prioridad”, ya que “se quitaría está magia y el folklore que le dan sabor a las historias de las ciudades”.
Adiós al río
El río San Francisco, que de alguna forma es parte de la historia y las leyendas del Puente de Ovando, fue entubado en el año de 1963.
Durante muchos años el sitio fue parte de la vida diaria de las familias poblanas, que acudían ahí a lavar la ropa, donde intercambiaban noticias; jugar e ir de paseo.
De los puentes que lo cruzaban, solamente el de Ovando se mantiene en pie como un monumento histórico de la Angelópolis.
Por: Arturo Cravioto