En este artículo se aborda, a partir del tema de la reforma educativa y los más recientes sucesos relacionados con la CNTE, qué elementos requiere un diálogo para ser efectivo
Por Laura Angélica Bárcenas Pozos
Los acontecimientos relacionados con un grupo de personas, presuntamente agremiadas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), que ultrajó a profesores que llevaban la notificación de despido a docentes que habían acumulado tres o más faltas, haciéndolos caminar descalzos, colgándoles pancartas que los señalaban como traidores a la patria, cortándoles el cabello, siendo todos estos profesores mayores dado que cumplen la función de directores o supervisores, me llevaron a hacer reflexiones sobre cómo estamos solucionando los problemas de este país.
Muchas cosas se dijeron en las noticias, entre las que se señaló como responsables de estos atropellos a los agremiados de la CNTE; sin embargo, los líderes de este sindicato lo desmintieron diciendo que eran infiltrados del gobierno que los quieren desprestigiar.
Otros medios mencionaron que se trataba de personas que pertenecen a organizaciones que catalogaron como “radicales”, y a las que se está asociando la CNTE para ganar fuerza en su lucha con la SEP y la Reforma Educativa.
No creo que podamos saber la verdad sobre quiénes fueron los agresores, pero siguiendo esta noticia en diferentes fuentes, vi que el denominador común en los comentarios tanto de detractores como de partidarios de la Reforma Educativa– fue que se requiere ya establecer una mesa de diálogo que permita negociar y llegar a un acuerdo sobre esta reforma: cómo se debe operar, cómo se puede matizar, cómo se le puede quitar su carácter punitivo, entre otros temas.

Es imperativo hacer evidente que el diálogo es el único medio que muchos ven, en este duro momento del movimiento de la CNTE, para lograr que la Reforma Educativa tenga posibilidades y para lograr que en verdad la educación en México tenga una mejoría.
También es necesario hacer notar que el diálogo tiene que guardar ciertas características para que se considere como tal: primero, y antes que todo, requiere de la escucha atenta; es decir para empezar un buen diálogo se requiere escuchar al otro y Matthew Lipman, filósofo estadunidense, le agregó lo de “atenta”, pues no sólo se trata de oír, sino que se busca comprender las razones que tiene el oponente para actuar de tal o cual forma.
Cuando una persona o un grupo escucha a otra persona o grupo le está dando la posibilidad de expresar sus condiciones, sus razones y argumentos por los que se han tomado ciertas decisiones, lo cual genera empatía y comprensión por el otro.
También se requiere de apertura, lo que significa otorgar al otro el beneficio de la duda. Considerar que con quien se dialoga piensa distinto, proviene de una distinta historia y por lo tanto no puede, ni tiene por qué, pensar como uno.
La apertura permite establecer los primeros lazos para comprender al otro, para ponerse en sus zapatos.
Otro elemento sustancial del diálogo se refiere a argumentar lo que se defiende, definir cuáles son las razones por las que se considera que es necesario defender una postura en específico, definir con claridad cómo se ve la realidad desde donde se vive, en un contexto específico, y por qué se considera que se tienen que seguir ciertas formas de hacer las cosas. Se busca dar al oponente medios para comprender el propio actuar.
También se requiere mucho respeto, pues las posturas opuestas nos llevan a descalificar al que no piensa como uno, pero en el diálogo lo que se busca es construir puentes que limen asperezas, que permitan comprender al otro y que ayuden buscar soluciones que beneficien a todas las partes.
Cuando el respeto está presente en el diálogo, se le da valor al oponente sólo por el hecho de ser una persona que tiene las mismas posibilidades y derechos que uno mismo.
Además, pienso que quien tiene que dar el primer paso para establecer esta mesa de diálogo es el señor secretario de Educación Pública, porque es la autoridad, y quien más poder tiene, y cuenta con un mayor nivel de responsabilidad con el otro.
Lo que ha sucedido no se puede aplaudir o justificar. Sin embargo, considerar que la Reforma Educativa es la única vía para mejorar la educación en México no es razón suficiente para pensar que no es posible dialogar con los profesores.
Sé de buenas fuentes que muchos docentes están dispuestos al diálogo, con escucha atenta, con apertura, con argumentos sólidos y respeto por el oponente. Aunque no tengo claridad de qué piensa la autoridad educativa al respecto, desde esta humilde trinchera le sugiero que opte por el diálogo y ayude a la construcción de puentes que nos lleven a resolver este conflicto en el que los mayores afectados son los niños y jóvenes mexicanos.
