La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Era el mejor de los tiempos: el peor de los tiempos.
2006.
Mario Marín ya había concluido su sexenio de un año 15 días.
Todo mundo hablaba de Lydia Cacho y del golpe mediático que mató al gobernador que soñaba con ser Benito Juárez: el déspota ilustrado que supo morir a tiempo y pasó a la historia como un héroe nacional.
La crisis del marinismo estaba en su peor momento.
Rafael Moreno Valle, presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado, estaba asqueado del escándalo y había decidido abandonar al PRI.
Una propuesta había llegado a su escritorio:
Podría ser candidato del PAN al Senado de la República por el estado de Puebla
Con ese ánimo en la cabeza se tomó unos días en Acapulco.
Él y Martha Érika Alonso, su esposa, viajaron a un condominio por la zona de la costera.
Estaban en la piscina cuando se encontraron con una pareja conocida: Tony Gali Fayad y Dinorah López de Gali.
Nadie más estaba en el lugar.
Hablaron largamente.
Salieron a comer.
La conversación se prolongó horas enteras.
Moreno Valle invitó a Gali a sumarse a su proyecto.
La propuesta se consolidó rápidamente.
Semanas después, Gali organizó una comida para Felipe Calderón, candidato del PAN a la Presidencia de la República.
Gali participó también, activamente, en la campaña de Moreno Valle.
Ganaron.
Celebraron.
Pasaron los años.
Los diálogos y las comidas no dejaron de darse.
Vino entonces la elección de 2010.
Gali la volvió a jugar con Moreno Valle.
Tras el triunfo brutal vinieron los primeros nombramientos.
Ahí continuó lo que habían iniciado años atrás.
Diez años han pasado desde aquel encuentro en Acapulco.
Hoy como entonces la lealtad está primero.
La Lideresa Moral
Para ser líder moral hay que parecerlo.
Don Salvador Nava se ganó a pulso el liderazgo moral de la sociedad mexicana durante décadas.
Nadie jamás se lo objetó.
Con todo y becas del gobierno de Peña Nieto, el poeta Javier Sicilia es un líder moral de los ofendidos del país.
Su voz incendia llanuras.
Nadie tiene la menor duda.
La señora Wallace quiso ocupar también ese lugar.
Imposible.
Los liderazgos morales se ganan en la guerra.
Nadie llega un día y nombra líder moral a alguien porque sí.
Los liderazgos no los dan los partidos políticos ni las instituciones.
Son los ciudadanos sin partido los que los otorgan en la plaza pública.
El hecho de que Blanca Alcalá Ruiz, la frustrada candidata del PRI a la gubernatura, haya sido ungida “líder moral” del expartidazo suena a broma.
Y algo peor: la coloca en una muy pobre posición.
Las líderes morales –“lideresas”, dirían las defensoras del lenguaje de género– suelen ser el principal estorbo de un partido.
En tiempos de Mariano Piña Olaya alguien tuvo la ocurrencia de rebautizar a los caciques regionales como “líderes morales”.
¿Resultado?
Hubo una guerra interna entre ellos que culminó con la defenestración de varios y la coronación de uno solo: Alberto Jiménez Morales, Don Alberto.
La “líder moral” del PRI poblano, Blanca Alcalá, está a un paso de ser embalsamada y exhibida en una urna transparente a un lado de la Catedral.
Ése es el destino inevitable.
De ella depende ser una ciudadana normal –perdedora, pero con derechos civiles– o terminar siendo un estorbo para su partidos la sociedad.
¡Seriedad, señores!
