La alfombra roja del Festival de Cannes acogió ayer la llama de los Juegos Olímpicos, a menos de 100 días del inicio de la justa deportiva.
La jugadora de baloncesto, Iliana Rupert, sostuvo la llama mientras sonaba la conocida melodía de la película Carros de Fuego, aunque Arnaud Assoumani, campeón en salto de longitud en 2008 en Pekín, inició el recorrido.
Además de Tony Estanguet, presidente del comité de organización, y varias figuras destacadas del deporte, como Marie-José Perec (atletismo) o Thierry Rey (judo).
Ya en el tenor de la fiesta del cine, destacaron ayer cintas como Anora, que en una época de denuncia de la violencia sexual en el mundo del espectáculo, el estadounidense Sean Baker consiguió hacer reír al asistente con esta historia de una bailarina de striptease que se enamora del chico equivocado.
Ésta gira en torno a la comunidad rusa instalada en Coney Island, Nueva York, donde se mezclan mafiosos e inmigrantes recién llegados que simplemente quieren salir adelante.
Por otro lado, el cineasta iraní Mohammad Rasoulof, que huyó de su país tras ser condenado a cinco años de cárcel y a recibir latigazos, se hará presente el viernes en el estreno de su obra La Semilla del Higo Sagrado, según el delegado general del certamen, Thierry Frémaux.
En ella aborda la represión interna en Irán por parte del régimen islámico y concursa por la Palma de Oro.
“Mohammad Rasoulof salió secretamente de Irán después de su condena y ahora se encuentra a salvo. Nunca dejamos de mantenernos en contacto y estamos especialmente conmovidos de darle la bienvenida aquí”, añadió el comunicado de prensa.
“Queremos reafirmar el apoyo a todos los artistas que, en el mundo, sufren violencia y represalias en la expresión de su arte. El Festival sigue y seguirá siendo siempre su refugio”, aseguró.
Por otro lado, la ficción María, una mirada actual sobre el rodaje traumático de El Último Tango en París (1972), que arruinó la vida de la actriz francesa María Schneider, se presentó en el certamen en plena ola de #MeToo.
En un contexto en el que se ha vuelto una prioridad establecer protocolos sobre las condiciones de rodaje, las escenas íntimas y los intérpretes menores, la directora Jessica Palud sitúa su historia a principios de los años 70, cuando los cineastas tenían muchísimo poder y el consentimiento de las actrices no importaba.
“Queremos reafirmar el apoyo a todos los artistas que, en el mundo, sufren violencia y represalias en la expresión de su arte. El Festival sigue y seguirá siendo siempre su refugio”, aseguró.
Por: Redacción 24 Horas