El próximo miércoles terminan al fin las campañas del largo –larguísimo– proceso electoral que renovarán no solo el gobierno de Puebla y la presidencia municipal de la capital, también el resto de los cargos de elección popular en la entidad.
Y es que, como no se había visto antes, la sucesión presidencial inició en el tercer año del sexenio de Andrés Manuel López Obrador.
La 4T no solo gobernó con su propio estilo, también marcó reglas nuevas en el tablero político del país.
Todo estará en juego el próximo domingo.
Y todo, es todo.
El poder hasta el 2030.
Una nueva alternancia en México y la consolidación de la izquierda en la presidencia de la República, con serios visos de ser un largo régimen como en la época de la hegemonía priista, que duró 70 años.
Dentro de tres días exactamente, Alejandro Armenta, Eduardo Rivera y Fernando Morales llegarán al final de la etapa proselitista, en la que pasó de todo: desde atentados de muerte, guerra sucia y campañas negras, descalificaciones, ataques entre los abanderados, promesas y planeas de gobierno y muchos momentos que rayaron en la vergüenza ajena, casi todos protagonizados por el candidato de Movimiento Ciudadano.
Lo mismo sucederá con la elección por el Ayuntamiento de Puebla, la cual fue el epicentro del proceso que está pronto a fenecer.
Ni Mario Riestra ni Pepe Chedraui se guardaron nada. La lucha por el Charlie Hall empezó candente y terminó en llamas ante los constantes embates de uno y otro candidato, quienes fueron reforzados, como nunca se había visto en los comicios anteriores, por los abanderados al gobierno del estado.
Tanto Armenta como Lalo Rivera pasaron gran parte del tiempo que duraron las campañas en la Angelópolis caminando hombro a hombro con Riestra y con Chedraui, además de dedicarle gran parte de su agenda a las colonias, juntas auxiliares y unidades habitacionales de la capital.
Tanto el abanderado de Morena como el del PAN entendieron que, a diferencia de otros procesos, la ciudad de Puebla y la zona conurbada tendrán un peso específico, el cual podrá inclinar la balanza en los comicios que se celebrarán en seis días.
Los cierres de campaña del pasado sábado dejaron claro que la elección en la entidad poblana está más cerrada que nunca y que, a mí parecer, quien sea el candidato ganador en el estado no lo hará por más de cinco puntos, lo que inevitablemente conducirá a que los comicios se judicialicen, como ya sucedió en el 2018.
El mitin que encabezaron Claudia Sheinbuam y Alejandro Armenta, en el que se dieron cita más de 40 mil personas en la Plaza de la Victoria en los Fuertes de Loreto y Guadalupe demostró que Morena tiene la mejor estructura territorial y una estrategia de movilización que funciona por nota y que está más que afinada rumbo al 2 de junio.
Armenta Mier demostró que sus 30 años caminando el estado no son en vano y que su perfil, por mucho, era el único que sumaba a la marca del Movimiento Regeneración Nacional entre todos los aspirantes que alzaron la mano para abanderar al partido lopezobradorista en Puebla.
En el papel y en estas últimas horas de campaña, Alejandro Armenta llegará al “Día D” como el candidato a vencer.
Por su parte, el cierre de Eduardo Rivera, al que se dieron cita más de 30 mil poblanos al Paseo Bravo y la Avenida Juárez, comprobaron que el PAN está listo para plantarle cara a Morena y a Alejandro Armenta.
En menos de 15 días, el PAN y sus aliados y la Marea Rosa volcaron a las calles un gran número de electores que están en contra de AMLO, de Morena y de sus candidatos en el estado.
Los cierres de campaña afianzaron la idea de que la elección por el gobierno de Puebla está lejos de ser un mero trámite y que las encuestas que marcan una diferencia de dos puntos a favor de Alejandro Armenta no concuerdan con la percepción ciudadana.
En menos de una semana sabremos quién será el gobernador de Puebla a partir de diciembre de este año y por los próximos 6 años.
Insisto, lo que está en juego para nada es menor.
Es todo o nada.
La cita es el 2 de junio.
Por: Gerardo Ruiz / @GerardoRuizInc