Cada 1 de julio el templo de Santa Mónica recibe a los fieles que visitan con devoción, veladoras y flores al cristo de las tres caídas

 

Por Humberto Pérez Rodríguez

Cada 1 de julio se repite la escena: despierta muy temprano, a las 6 de la mañana ya tiene una taza de café con un pan en el estómago, está lista para salir; se persigna y deja su casa en San José Mayorazgo para dirigirse al Centro Histórico con el único fin de encontrarse, cara a cara, con la imagen que, asegura, es una de las más milagrosas en la ciudad.

Al llegar al santuario, con flores, vela y rosario en mano, Clara Sánchez debe esperar alrededor de 15 o 20 minutos para entrar al templo.

La fila que la gente ha hecho en la calle 5 de Mayo, entre 16 y 18 Poniente, avanza poco a poco entre puestos de antojitos mexicanos.

En el templo conventual de Santa Mónica, en su nicho, ataviado de azul, aguarda la imagen del Señor de las Maravillas, una representación de las tres caídas de Jesús durante su recorrido hacia el monte Calvario para ser crucificado.

Después de 25 minutos, Clara puede tocar el rostro de Jesús, aunque lo proteja un cristal de por medio.

Eso no importa.

“Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad… Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…”, exclama Clara, mientras sus mejillas sienten correr las lágrimas.

Cuando tenía 66 años, al bajar las escaleras de su domicilio, Clara resbaló del penúltimo escalón y golpeó su espalda. A partir de ahí, un fuerte dolor la aquejó.

“Hace un año y medio tuve una fuerte caída, me lastimé la espalda, ya a mi edad es difícil recuperarse rápido, pero pasó el tiempo y en menos de un año pude levantarme de una silla de ruedas donde estuve; yo no quería estar ahí, me aburría, me sentía inútil, yo no quería eso”, relata.

Tras una revisión médica tuvo que usar silla de ruedas para moverse y seguir con sus actividades, pero el malestar fue cada vez más fuerte.

Apoyada y acompañada por sus dos hijos, visitó en junio del año pasado al Señor de las Maravillas; su petición principal fue aliviar su mal.

“Le pedí que me ayudara, que confiaba en él, que depositaba en él mi fe y mi esperanza, y mire usted, aquí estoy caminando, paso a pasito, con bastón y toda la cosa, pero aquí estoy dando guerra”, confiesa.FOTO1

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El día transcurría y la fila lucía más devotos. Para las 12 horas un mar de gente inundaba la 5 de Mayo; allí estaba Maricarmen Rodríguez, oriunda de Huejotzingo, con su pequeña hija en brazos.

Los especialistas le habían diagnosticado un embarazo de alto riesgo; recuerda que cada mes era hospitalizada, incluso desarrolló diabetes gestacional.

“Yo le decía a mi bebé que todo iba a estar bien, que ya quería conocerla y para eso debíamos estar bien las dos; eso le pedí al Señor de las Maravillas. Mi bebé nació en abril y gracias a Dios está muy bien, decían (los médicos) que no alcanzaría el peso ni la talla pero mírela, está bien despierta (…) pesó 2 kilos 900 y midió 50 centímetros”, refiere.

Frente al nicho ofrece un ramo de rosas blancas y una vela amarilla.

Deja también sus oraciones y las palabras de agradecimiento por abrazar cada día a su pequeña hija: “Volveré cuando tenga Sofía un año, es una promesa”.

La sagrada imagen es de las más veneradas en la ciudad. HUMBERTO PÉREZ RODRÍGUEZ
La sagrada imagen es de las más veneradas en la ciudad.
HUMBERTO PÉREZ RODRÍGUEZ
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La lluvia comienza a caer pero no es impedimento para que la gente reunida afuera del recinto se retire.

Algunos sacan los paraguas, otros se refugian entre los puestos de comida techados; es un buen momento para comer un antojito.

“Pásele joven, tengo cemitas; también hay chalupas, chanclas, mole poblano, ¿qué va a querer?”, le pregunta un vendedor a Manuel Contreras, vecino de Amalucan.

“Yo vengo a ver al Señor de las Maravillas porque conseguí trabajo. Hace un año la fábrica donde trabajaba me liquidó; la verdad estuvo complicado, tengo un niño de 6 años y pues hay que comer. Mi familia me apoyó pero no todo el tiempo iba a depender de ellos, menos hoy”, explica mientras le preparan una cemita.

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Adentro en el templo el fervor inunda cada rincón.

Los mariachis interpretan Las mañanitas y Amigo, aquella que escuchara el Papa Juan Pablo II en su primer visita a México en 1979.

Afuera el mundo no se detiene.

La fila avanza, los antojitos se venden al por mayor, los ramos de rosas de 10 pesos y las imágenes de una de las tres caídas de Jesús aguardan para  encontrar finalmente el nicho del Señor de las Maravillas.

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