Hace más de seis décadas, Verónica, originaria de la Sierra de Oaxaca, migró a la Ciudad de México con la esperanza de mejorar su vida. Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de aprender a leer y escribir, y hoy forma parte de los 4.1 millones de mexicanos en condición de analfabetismo, según cifras del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).

El panorama es aún más amplio: 27 millones de personas viven en rezago educativo, de los cuales 7.7 millones no concluyeron la primaria y 15.6 millones abandonaron la secundaria. En el marco del Foro Retos y Perspectivas a 44 años de la dependencia, Armando Contreras Castillo, director del INEA, advirtió: “Si continuamos a este mismo paso, necesitaremos 40 años más para terminar de reducir completamente el rezago educativo”.

Esto significa que el rezago educativo desaparecería hasta 2065, año que generaciones como la de Verónica, mayores de 60 años, quizá no alcancen a ver. Actualmente, 242 mil adultos están aprendiendo a leer y escribir, mientras que 61 mil ya recibieron su constancia de alfabetización.

Pese a los esfuerzos, especialistas advierten que el sistema requiere un giro. En entrevista con 24 HORAS Puebla, Daniel Hernández, académico del Tec de Monterrey, aseguró que, si el INEA moderniza sus programas y fortalece el voluntariado, “el analfabetismo podría eliminarse en una década o década y media”.

El desafío no es menor. Historias como la de Verónica evidencian los riesgos de no saber leer: depender de otros para firmar documentos, realizar trámites o evitar fraudes. “Alguna vez quisieron poner a otro beneficiario en su cuenta bancaria, lo que pudo costarle todos sus ahorros”, relata Ángeles, quien la acompaña en cada trámite.

El rezago educativo es una deuda histórica con millones de mexicanos. Entre cifras, burocracia y promesas, queda claro que el derecho a la educación no puede esperar hasta el 2065.

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