Kiev despertó entre llamas y escombros tras el ataque aéreo más intenso de Rusia desde 2022. Más de 800 drones y 13 misiles golpearon la capital y otras regiones de Ucrania.

El ataque dejó al menos cinco muertos y decenas de heridos, incluyendo una madre y su bebé de tres meses, rescatados de un edificio residencial en ruinas.

Las oficinas gubernamentales en el corazón de Kiev resultaron dañadas. Por primera vez, fuego enemigo alcanzó el techo y los pisos superiores del complejo ministerial.

El presidente Volodímir Zelenski denunció que Moscú busca prolongar deliberadamente la guerra y llamó a reforzar sanciones contra el petróleo y gas rusos.

“Estas matanzas, cuando la diplomacia pudo actuar antes, son un crimen deliberado”, afirmó Zelenski en un mensaje a la nación.

En entrevista con ABC News, Zelenski criticó que Trump “le dio a Putin lo que quería” y urgió a Estados Unidos a liderar la presión internacional.

“La energía es su arma; hay que retirársela”, insistió, solicitando aranceles a países que aún compran petróleo ruso.

Desde Washington, Donald Trump declaró estar a favor de sanciones, aunque expresó su incomodidad: “No estoy feliz con la situación”.

Reacciones internacionales se multiplicaron: Emmanuel Macron acusó a Moscú de “lógica del terror”, Ursula von der Leyen señaló que el Kremlin se burla de la diplomacia.

En Londres, el primer ministro Keir Starmer afirmó que Putin “no se toma en serio la paz”. El ataque ocurre tras la cumbre Trump-Putin en Alaska, que no avanzó hacia un alto el fuego.

Putin reforzó alianzas en Asia durante su visita a China, reuniéndose con Xi Jinping y Kim Jong Un, agradeciendo el envío de soldados norcoreanos al frente.


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