La Franja de Gaza volvió a ser escenario de un desplazamiento masivo. Miles de palestinos huyeron hacia el sur con lo indispensable, ante la ofensiva terrestre más intensa.

El ejército de Israel lanzó bombardeos que redujeron barrios enteros a escombros. La campaña busca derrotar a Hamás, afirmó el jefe del Estado Mayor, Eyal Zamir, asegurando actuar conforme al derecho internacional.

Zamir reconoció que el control total de Ciudad de Gaza podría tardar meses, y rechazó prolongar la ocupación sugerida por el primer ministro Benjamin Netanyahu. Esto generó tensiones con ministros como Israel Katz e Itamar Ben-Gvir.

Mientras el ejército hablaba de “objetivos de guerra”, la vida civil se desmoronaba. Samira Issa, desplazada, pidió apoyo internacional: “Estamos cansados, ruego al mundo entero que nos salve”.

Una comisión de la ONU acusó a Israel de genocidio, basándose en la Convención de 1948. La Defensa Civil informó que 37 personas murieron en un solo día debido a la ofensiva.

La jurista Navi Pillay denunció que Israel comete cuatro de los cinco actos tipificados como genocidio, responsabilizando directamente al Estado israelí. Chris Sidoti respaldó la acusación y señaló la traición del gobierno a su población.

Israel rechazó las acusaciones, calificándolas de “sesgadas y mentirosas”. Sin embargo, Volker Türk, alto comisionado de la ONU, afirmó que las pruebas “se acumulan” y calificó la situación de “intolerable”.

El secretario general de la ONU, António Guterres, pidió detener la “carnicería”. En Gaza, las familias desplazadas sobreviven entre ruinas, enfrentando hambre, miedo y violencia diaria.

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