A aprender, esa es la consigna y meta de Francisco Irigoyen, uno de los dos nuevos alumnos de la BUAP más longevos. Con 69 años hoy emprende la carrera en derecho porque “nunca es tarde”, afirma

 

Por Serafín Castro

Desde que decidió realizar el examen de admisión para entrar a la universidad, Francisco Irigoyen, de 69 años, imaginó  el momento: los nervios por estar en un salón de clases rodeado de personas mucho más jóvenes que él y que, además, pertenecen a una generación distinta, a una que maneja la tecnología.

Pensó en el primer día de clases, en la libreta y el lapicero nuevo, en la mochila limpia y bien ordenada, en los maestros, la universidad, los nuevos compañeros. La edad, pensó, no sería un obstáculo

—¿Por qué?

— Porque estudiar es bueno y nunca es tarde para seguirse cultivando, nunca —enfatiza.

A partir de este día,  don Francisco es el segundo estudiante de licenciatura más longevo de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), el otro tiene 79 años.

“Decidí estudiar Derecho porque entendí que así es la vida, que no se trata de ganar mucho dinero, no. Se trata de terminar y cumplir nuestras metas”, expone.

No obstante, no es la primera vez que Francisco pisa unas instalaciones universitarias para cursar estudios superiores.

 TANIA OLMEDO/AGENCIA ES IMAGEN

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Proveniente de Durango, su estado natal, a los 18 años ingresó al Instituto Politécnico Nacional, en la Ciudad de México, para estudiar Ingeniería Mecánica.

“A mí me tocó ver el problema del 68, hoy es muy diferente a como era el panorama en ese entonces, fue difícil; iban a empezar las olimpiadas, vi cómo mataban a lo bestia, lo vi con estos ojos. Pero gracias a Dios estoy aquí”, recuerda.

Una vez graduado ejerció su profesión, primero en las refinerías de Petróleos Mexicanos  en Coatzacoalcos, Veracruz. Y más tarde volvió al entonces Distrito Federal, donde conoció a su futura esposa.

Ahí, junto con su esposa continuó laborando en trabajos relacionados con su pasión: la mecánica, hasta que en el 2001, tras resistirse a un robo los asaltantes le dispararon con un arma de fuego que terminó por sepultar su carrera de la mecánica.

“La bala pasó por mi cuello y me rompió la vena carótida, no supe qué pasó después; me perdí. Estuve en estado vegetativo por un buen tiempo”, recuerda con lágrimas.

Francisco Irigoyen quedó paralizado de medio cuerpo, pese a las terapias, no tiene movimiento en la mano derecha.

“Estoy aprendiendo a utilizar la computadora, tomo clases para que pueda escribir y estudiar en la universidad. Tengo nervios pero es normal”, afirma.

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Su reto, dominar la tecnología, pese a la parálisis en una mano. TANIA OLMEDO/AGENCIA ES IMAGEN

“Ingresar a la BUAP, mi destino”

“Me enteré del proceso de admisión a dos días que concluyera. Busqué mis documentos y me inscribí al día siguiente, un viernes”.

“Antes de inscribirme yo me decía ‘¿Qué quieres estudiar?’  Y no lo sabía con claridad pero quería estudiar, y ya yendo para la escuela, de camino a inscribir me para el examen, pensé ¿por qué no ser abogado?, y me inscribí a Derecho”.

El día del examen de admisión, el 23 de mayo, Francisco recuerda que con entusiasmo y nerviosismo se levantó a las 6 horas para recibir la bendición de su esposa y salir hacia Ciudad Universitaria.

“Cuando estaba en el examen las cinco horas y media que duró se me pasaron como agua, muy rápidas. Había estudiado sólo desde ocho días atrás; día y noche, sólo pausaba para comer, de ahí no dejaba ningún momento los libros ni la guía. Del examen salí motivado, tranquilo”.

Un mes después, el día de en que la BUAP dio a conocer los resultados de los aspirantes aceptados, Francisco Irigoyen acudió a primera hora a comprar el periódico: “Lo revisé y me dio mucho gusto. 710 puntos, eso es lo que saqué”, dice mientras sus ojos se llenan de lágrimas.

“Fue el destino; si no hubiera sido por el radio no me hubiera enterado (del proceso de admisión) y no hubiera entrado. El destino es algo que no ves, no se palpa pero te va llevando por caminos. Yo no pensaba en estudiar pero estudié y pasé el examen”.

“Y aquí estoy. Este lunes empiezo, quién sabe cómo me vaya porque yo no sé nada de leyes, pero a eso voy a la universidad, a aprender”.

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