La tranquilidad dominical de Grand Blanc, Michigan, se rompió con un tiroteo en una iglesia mormona, dejando muertos, heridos y conmocionando a la comunidad local.
Un hombre de 40 años, identificado como Thomas Jacob Sanford, estrelló su camioneta contra la puerta principal del templo y abrió fuego con un rifle de asalto contra los feligreses reunidos.
Luego, prendió fuego al edificio. El saldo hasta el momento es de cuatro feligreses muertos —dos por heridas de bala— y ocho heridos, uno en estado crítico.
El agresor murió tras un intercambio de disparos con la policía apenas ocho minutos después de iniciado el ataque. Los socorristas hallaron posibles artefactos explosivos entre los escombros calcinados.
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El jefe policial William Renye destacó el heroísmo de los congregantes que protegieron a niños durante el tiroteo y advirtió que aún podrían faltar personas por localizar.
El FBI encabeza la investigación y califica el hecho como violencia dirigida. Aunque el motivo permanece incierto, Sanford fue sargento del Cuerpo de Marines con servicio en Irak.
Testigos describieron estampidas, gritos y humo negro saliendo de la capilla, considerada una de las más grandes con 150 miembros. El ataque coincidió con la muerte de Russell M. Nelson, líder espiritual de 17.5 millones de fieles.
La tragedia se suma a recientes tiroteos en espacios religiosos en Estados Unidos. Según Gun Violence Archive, el país acumula más de 320 tiroteos masivos en 2025.
Analistas señalan que, aunque las motivaciones varían, la disponibilidad de armas sigue siendo un factor común. Creyentes se preguntan si los templos todavía pueden ser refugios seguros.

