La ciudad de Chicago, símbolo de diversidad y refugio, vive una de sus peores crisis políticas en años. Lo que alguna vez fue un ejemplo de inclusión migrante hoy se transforma en el epicentro de la ofensiva antimigratoria del presidente Donald Trump, quien ha calificado a la metrópoli como una “zona de guerra”.

El mandatario exigió públicamente el encarcelamiento del alcalde Brandon Johnson y del gobernador JB Pritzker, acusándolos de “no proteger a los agentes de ICE”. En su red Truth Social escribió: “¡El alcalde de Chicago debería estar en la cárcel! ¡El gobernador también!”

Pese a la oposición local, la Casa Blanca desplegó más de 500 soldados en la región, una medida que los demócratas calificaron como una “invasión inconstitucional”. El gobernador Pritzker advirtió que Trump está usando al ejército como arma política, rebasando los límites de la ley.

En los alrededores del centro de detención migratoria de Broadview, activistas bloquean las operaciones federales. El ambiente es de protesta y resistencia civil, mientras el gobierno acusa a las autoridades locales de “incitar a la anarquía”.

Sin embargo, los datos contradicen el discurso presidencial: los homicidios han caído 31% desde inicios de 2025. Aun así, Trump insiste en presentar a Chicago como un “infierno de crimen” y un ejemplo de “decadencia urbana bajo los demócratas”.

El presidente ha insinuado la posibilidad de invocar la Ley de Insurrección, que permitiría el despliegue militar sin consentimiento estatal, en lo que expertos califican como un precedente peligroso para la democracia estadounidense.

Chicago, con más de 400 mil indocumentados, es una de las principales ciudades santuario de EE.UU. Desde hace más de una década, sus leyes impiden la colaboración directa con ICE, pero ahora enfrenta una presión federal inédita. La ciudad se ha convertido en una frontera interior, donde se enfrentan dos visiones del país: la del control y el miedo frente a la del refugio y la compasión.

Mientras la Guardia Nacional patrulla las calles, abogados y organizaciones civiles advierten que el conflicto podría definir el alcance del poder presidencial en temas migratorios. Chicago refleja hoy el dilema de una nación dividida: entre la seguridad y la libertad, entre el orden y la humanidad.

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