Chicago vive una ola de resistencia civil tras las redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), que han generado confrontaciones en barrios latinos y multiculturales.

Estas zonas, conocidas por su cohesión vecinal, se transformaron en epicentros de vigilancia comunitaria y desconfianza hacia las fuerzas federales. Los vecinos organizan guardias y difunden alertas para evitar detenciones arbitrarias.

El caso que desató la indignación ocurrió la semana pasada, cuando Dayanne Figueroa, ciudadana estadounidense, fue sacada por la fuerza de su vehículo por agentes encubiertos del DHS en West Town.

Videos difundidos muestran a los agentes del ICE sin identificarse ni presentar orden judicial, derribándola y subiéndola a una camioneta sin distintivos. Fue liberada horas después, sin cargos, pese a acusaciones de resistencia violenta.

En redes sociales, los mensajes de advertencia circulan con palabras clave y emojis de alerta, como “ICE spotted” o “no salgan”, reflejando el clima de tensión en la ciudad.

El caso de Figueroa no es aislado. Se multiplican las denuncias por uso excesivo de fuerza y detenciones arbitrarias, incluso contra periodistas y personas con discapacidad.

Las operaciones federales, respaldadas por la administración de Donald Trump, se han endurecido. En entrevista con 60 Minutes, el mandatario afirmó que las redadas “no han ido lo suficientemente lejos”.

Mientras la Casa Blanca justifica las acciones como medidas de seguridad nacional, en Chicago las comunidades se autodenominan zonas de defensa. “No somos una zona de guerra”, declaró Courtney Conway al Chicago Tribune.

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