En la última década, Puebla ha mostrado fragilidad en la seguridad de sus centros penitenciarios, pues ha sido escenario de diversas fugas.
Entre ellas evasiones masivas por boquetes hasta escapes durante traslados, pero también de recapturas que exhiben tanto la capacidad de reacción de las autoridades como las debilidades estructurales de su sistema carcelario.

En noviembre de 2024, un interno identificado como Eliud N, quien era trasladado de una audiencia en la Casa de Justicia hacia el penal de San Miguel, se lanzó del vehículo oficial en movimiento sobre el Periférico Ecológico.
El hombre logró escapar por algunos días hasta que fue recapturado en la colonia Bosques de Amalucán, durante un operativo conjunto entre la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal y la Secretaría de Marina.
Al momento de su reaprehensión, los agentes le aseguraron dosis de droga.

La SSP informó en ese entonces que se abrió una investigación interna contra los custodios que participaron en el traslado, y ordenó reforzar los protocolos de seguridad en traslados de internos, uno de los puntos más vulnerables en la operación penitenciaria.

El 20 de diciembre de 2015, 11 internos escaparon del penal distrital de Huejotzingo a través de un boquete que conectaba con un edificio contiguo.
La evasión provocó una movilización policiaca y militar en la región.
En los días posteriores, al menos tres de los fugados fueron recapturados, mientras que otros fueron localizados semanas después en operativos discretos.

El caso evidenció la falta de mantenimiento en la infraestructura carcelaria y la posible complicidad de custodios, por lo que la entonces Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal implementó una revisión de muros y sistemas de vigilancia en penales distritales.

Meses antes, en marzo de 2015, tres reos identificados como Julio César S., Jonathan R. L. y Alejandro C. A. lograron evadirse de un penal poblano.
Sin embargo, la rápida reacción de las fuerzas estatales permitió su recaptura en las inmediaciones del centro penitenciario, lo que evitó una crisis mayor.

Aunque la SSP estatal ha destacado que entre 2018 y 2024 sólo se registró una fuga atribuible directamente a fallas del sistema penitenciario, los incidentes documentados muestran patrones que se repiten:
Evasiones durante traslados, cuando el control del interno es más frágil; fugas por boquetes en penales distritales; recapturas derivadas de operativos coordinados entre policías estatales, municipales y fuerzas federales.

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