La Unión Europea de Radiodifusión (UER) confirmó que Israel participará en Eurovisión 2026, desatando una ola de boicots de parte de difusoras en España, Países Bajos, Eslovenia e Irlanda. La resolución, tomada mediante votación secreta en la Asamblea General de Ginebra, se sustentó en nuevas reglas que buscan reforzar la confianza, la transparencia y la neutralidad del concurso. Con ello, todos los miembros que acepten cumplir las normas serán considerados elegibles.
Israel celebró la decisión; su presidente Isaac Herzog afirmó que el país “merece estar representado en todos los escenarios del mundo”. Sin embargo, la respuesta en Europa fue inmediata: RTVE anunció la retirada de España, argumentando que mantener a Israel en competencia es incompatible con su línea editorial, mientras el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, defendió que el boicot “funciona”, comparándolo con las presiones internacionales contra el apartheid sudafricano y denunciando el “genocidio” en Gaza.
La neerlandesa Avrotros y la irlandesa RTE se sumaron al rechazo, citando incompatibilidad con sus valores públicos y la crisis humanitaria en Gaza. Bélgica, Suecia y Finlandia analizan replicar la medida, configurando uno de los escenarios más tensos en la historia reciente del certamen.
Palabras en tendencia como boicot, Eurovisión 2026, crisis humanitaria y Gaza se colocan en el centro del debate global que ahora amenaza la estabilidad del evento musical más visto del mundo.

