La tierra rojiza del sur de China guarda una enorme riqueza mineral. En la provincia de Jiangxi, la actividad minera revela el poder de las tierras raras.
Las tierras raras son esenciales para fabricar teléfonos inteligentes, sistemas de misiles guiados, imanes y motores de tecnología avanzada. Son un recurso estratégico global.
Periodistas visitaron la zona en noviembre. La minería y el procesamiento operan bajo vigilancia estricta. Las empresas declinaron dar entrevistas, mostrando un sector hermético.
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Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), los sitios de procesamiento crecieron de 117 en 2010 a 2 mil 57 en 2017. Actualmente se registran 3 mil 85 puntos.
En el pueblo de Banshi, habitantes aseguran que la extracción opera 24 horas al día, demostrando el carácter ininterrumpido de esta industria.
El auge responde a décadas de esfuerzos de Pekín para reforzar el control de este sector y dominar la innovación tecnológica mundial.
En 2024, China sostuvo una tregua provisional con Estados Unidos, relajando controles a la exportación. Sin embargo, Washington busca alternativas para reducir su dependencia.
La Unión Europea anunció medidas para diversificar el suministro. Destinó 3 mil millones de euros para minería y reciclaje, y propuso un centro europeo de suministro.
“Oriente Medio tiene petróleo, China tiene tierras raras”, declaró Deng Xiaoping en 1992. Esa visión marcó la estrategia actual del país.
La industria se concentra en dos centros. En Bayan Obo se encuentran tierras raras “livianas” para producción diaria y electrónica.
En Ganzhou, Jiangxi, se extraen tierras raras “pesadas”, críticas para motores militares, aviones de combate, láseres y misiles guiados.
Entre los elementos más estratégicos destacan disprosio, itrio y terbio, utilizados para fabricar imanes resistentes al calor y maquinaria militar.
Las tierras raras agrupan 17 elementos químicos, incluyendo el escandio, itrio y los lantánidos.