Por Guadalupe Juárez

Desde rescatar a un gato en un árbol hasta sumergirse en la profundidad de una laguna en búsqueda de un cuerpo.

Desde acompañar a una persona en la madrugada a su casa hasta salvar del fuego el patrimonio de una familia.

Salir de casa con temor de no volver a ver a tus seres queridos. Vencer el miedo a diario.

Así es la vida de Israel León Flores desde hace 19 años, cuando decidió ser bombero.

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Un grupo de hombres entran a la casa de Israel. Tiene ocho años de edad. Su madre antes de irse a trabajar dejó por descuido comida en la estufa con las hornillas encendidas.

El humo se expande rápidamente por la sala y las recámaras. Los vecinos miran atónitos la escena. Él y su hermano observan a un grupo de personas que llegan en un camión rojo con escaleras, trajes, botas y una manguera

"Son superhéroes", piensan, mientras salvan el lugar donde viven.

Desde ese día, Israel deseó convertirse en bombero, mantener a salvo a la gente, portar el uniforme con orgullo.

"Es peligroso", decían sus padres cuando tomó la decisión de formar parte del cuerpo heroico de bomberos, pero el anhelo de ayudar a la gente fue más fuerte, hasta hoy, las ganas de hacer la diferencia son visibles cuando pide a su familia-su esposa y tres hijos- vivir el presente y no pensar en el futuro, cuando al salir de casa cierra los ojos y vence el pensamiento sombrío de que, quizás, sea la última vez que los vea.

Antes de ser bombero-relata- trabajó de conductor de transporte público, fue herrero y trabajó en un taller de costura.  Ahora Israel es oficial C, es el encargado de la guardia en la estación de bomberos, tiene a su cargo a 24 elementos, su mayor orgullo es portar la  playera del cuerpo heroico de bomberos.

“Hay que vivir el momento y no pensar en el mañana. Dios es muy grande, pero cuando diga ´hasta aquí´ mis hijos se van a quedar con esta imagen”.

En su memoria se encuentra la ocasión en la que tuvo que recoger las partes de cuerpos tras un accidente de un autobús proveniente de Oaxaca, o cuando tuvo que unir los restos de un joven accidentado en su motocicleta para entregarlo a sus deudos.

Pero también hay recuerdos que le arrancan una sonrisa, como la ocasión en que una mujer fue a la estación de bomberos a agradecer que controlaran el fuego en su casa y salvaran su patrimonio, o cuando su hija menor de cuatro años lo recibe en casa con un abrazo.

“Me siento afortunado de ser bombero”, asegura quien ahora se quita el equipo que pesa más de 35 kilos. Aquel hombre que rescata gatos, que salva casas, que vence sus miedos.

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