Al ir al cuarto de Mariano por sus medicinas, Sofía se topa con un cuaderno con íntimas anotaciones de su enamorado
Abrí la puerta y entró un muchacho vestido de blanco con tres bolsas de estraza en la mano. “Son mil 670 pesos por todo”.
—¿O sea que va en serio, Mariano?
—Claro que va en serio. Toma, págale al muchacho.
Le di cuatro billetes de 500 pesos y Mariano gritó “déjale lo que sobra de propina”.
Entré directo a la cocina y abrí las bolsas. Una fuente de ostiones, almejas chocolatas y del Pacífico, y manitas de cangrejo saltaron a mi vista.
Saqué una bandeja de una de las puertas de la alacena y me dispuse a acomodar la comida.
—Pica un poco de hielo en la licuadora naranja y pon una capa en el platón a manera de cama para que las ostras se conserven frescas en lo que enfriamos el Chablis y llega Virgilio. Porque, ¿ya le marcaste? Supongo…
—¿Cuál de las tres licuadoras naranjas?
—La que dice “hielo”.
Miranda tenía tres licuadoras. Una para chile guajillo, una para mezclas dulces y otra para hielo y coctelería.
—No jodas, Mariano. Ni le voy a hablar a Virgilio ni vas a comerte un solo ostión.
—¿Me lo vas a impedir? Quiero ver eso. Estoy viejo y jodido, pero soy mañoso.
Saqué la licuadora que decía “hielo”, lo trituré y lo puse en la bandeja. Luego acomodé las ostras encima.
—Ahora sí, resérvalas en la barra. “Reservadas”, como el pronóstico de los doctores. ¡No te digo! Ahí está el ejemplo más claro. Una metáfora involuntaria y perfecta. Están las ostras en la barra esperando a ser devoradas. Luego, ya no estarán.
—¡Qué grande eres! Tus metáforas son pésimas, Marianito. Vamos a hacer una cosa: Okey, pondré la mesa y compartiremos la comida. No caldo de pollo, no gelatinas. Ostras. Pero si alcohol y sin Virgilio. ¡Ah!, y antes de eso te daré una pastilla que contrarreste el colesterol, ¿estamos?
—No. O todo o nada. O armamos la bacanal o te vas y busco con quién… aunque sería muy aburrido sin ti.
Me fui a la habitación de Mariano para buscar sus medicinas. Abrí el buró y encontré un cuaderno Scribe. Lo abrí. Comencé a leer.
“Siempre supe que la vida era injusta. Pero es doblemente injusta porque me permitió conocer a Sofía Lima en el momento más triste. Estoy viejo, enfermo. ¿De qué sirve la poca fortuna que he hecho si no podré nunca tenerla conmigo? Si el tiempo se me agota. Si su mano tersa me tocó sólo una vez, en un hospital inmundo…
“El cáncer ha vuelto. Furioso, implacable. Es cuestión de meses para que la piel se me pegue completamente al hueso y empiece a escupir sangre. Voy a morir. Más bien, ya estoy muerto. ¿O es acaso que nunca estuve realmente vivo?
“Me casé sin estar enamorado sólo porque Miranda me daba una garantía: ‘no molestar’. Así lo hizo. Tan bien cumplió su promesa que hoy que me estoy muriendo me ha hecho a un lado.
“Hice abortar a la única mujer que realmente quiso darme un hijo. Pagué por ello con toda la alevosía posible. Extendí un cheque. Un jugoso cheque que se llevó la postergación de mi existencia. Bebí de todo, todo el tiempo. El alcohol era un bálsamo hasta que un buen día se convirtió en mi enemigo. Borracheras de buró. Una botella diaria de vodka helado. ¡Cómo extraño aquel elixir!
“¿Qué quedará cuando termine de vaciarme? Cuando mi cuerpo termine por comerse a sí mismo. Mis sobrinas llorarán un par de días. Vendrán, recordarán al ‘tío alivianado’ y se llevarán mis libros. Hilda tomará los ‘imponderables’ y seguramente terminarán siendo un bonito artículo de ornato para que el pendejete de su marido se pare el culo creyéndose el muy culto.
“A ‘Sonora’ llegará un nuevo editor. Le darán un nuevo giro. Plumas frescas, publicidad del gobierno, páginas de artículos de lujo: relojes, vestidos de diseñador, perfumes… Lo que siempre han querido hacer y no he permitido.
“Para la edición de mayo incluirán una conmovedora esquela anunciando que el viejo editor ha muerto. Que todos los sienten. Que ojalá mi familia halle el consuelo.
“Eso y nada más. El show continúa.
“¿Y Sofía? ¡Qué triste no volver a ver sus fotos! No leer sus impertinencias y sus faltas de respeto. ¿Irá a mi funeral? ¿Me llevará flores alguna vez? ¿Sabrá que la quise tanto a pesar de conocerla tan poco?
“‘Pronóstico reservado’. Qué maravilloso eufemismo para decir: está a punto de irse al infierno. Prepárese porque seguro será un mal viaje.
“¿Qué quiero hacer?
“Quiero vivir mi muerte. Quiero que Sofía venga a casa para que su cara sea la última imagen que vea en este mundo. Quiero volver a sentir los cristales del vodka cortándome los labios. Quiero probar los suyos, tal vez…
“Le daré la pluma que Miranda descubrió hace meses en mi cajón. Sofía le dará un buen uso. Tal vez se la pondrá en el cabello o firmará algún recibo postal. Lo que sea.
“¿Qué quiere decir anacrónico? Suena como a algún tipo de insecto ponzoñoso. Es el tiempo al que se le hizo tarde por andar pasando de máquina en máquina. Mi relación con la ‘Lima’ es completamente anacrónica. Llegó cuando mi piel se llenó de flores de panteón. Cuando la escarcha cubrió mi espalda. Sin embargo, ella es fresca. Huele bien. Camina enhiesta. Tiene muchas veces la audacia del ignorante. No le teme a la muerte porque su araña no se ha colocado puntualmente todas las noches en la pared de su baño.
“Llegué tarde para cuidarla. Hace unos días, en el bar ‘La Ópera’ (en donde no pude si quiera olfatear el vino) había un salterio tocando canciones de Lara. Solamente una vez…
“No sé si llegué a amarla, ¡es imposible con tan poco contacto! Pero ella hizo que brillara la esperanza.
“¡Qué cursi! ¡Qué ingenuo!
“Quise recuperar la inocencia con ella, pero no pude. Maté la posibilidad de que alguien me amara incondicionalmente cuando le extendí el cheque a aquella novia.
“¡Es una locura! En el fondo vi en Sofía a la hija que siempre quise tener, pero el anhelo degradó en lo incestuoso. La desee como a nadie. Quiero morirme viendo ese cuerpo intoxicado.
“Sé que no cederá ante tremenda petición porque en el fondo algo oculta que la hace vulnerable y temerosa.
“Entonces regresaré a este punto. Al punto de partida. De donde no me moví por comodidad y por temor a ser el blanco de mis propias pasiones.
“Nada me gustaría más que expirar riéndome de mí mismo. A su lado. Y que ella ría también al saber que, en vez de perjudicarme, me ha dado la paz que nunca tuve”.
(Continuará)