Atribuyen al fallecido presidente argentino Néstor Kirchner el cínico reconocimiento de la ventaja política que resulta de elegir bien el perfil ideológico por el que se desea ser identificado.
“La izquierda te da fueros” era la recomendación de Kirchner, a decir de su paisano el escritor y periodista Jorge Fernández Díaz (El País, 7/VIII/2016).
Algo debe tener de cierto la frase, a juzgar por la ausencia de crítica frente a algunos comportamientos de personajes y partidos de izquierda cuando éstos son similares a los de sus pares de la real o supuesta derecha.
El domingo se llevaron a cabo en la Ciudad de México –bastión de la izquierda desde hace casi dos décadas– elecciones para designar a las planillas de vecinos que decidirán cómo se ejerce un presupuesto “participativo” que suma 850 millones de pesos.
En los días previos a la culminación de este proceso –en el que supuestamente no debían participar los partidos sino los vecinos organizados–, las fuerzas políticas dominantes en la capital, el PRD y Morena, incurrieron en prácticas descaradas de compra del voto para asegurar que las planillas ganadoras fueran adeptas a su partido.
Se detectaron maniobras en ese sentido en varias delegaciones de la capital, principalmente en Iztapalapa, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Iztacalco y Álvaro Obregón.
Diputados, operadores, funcionarios y personeros de los jefes delegaciones de ésas y otras demarcaciones, identificados con el PRD o con Morena, engancharon a ciudadanos para llevarlos a votar, como si fueran ganado.
Abusando de la necesidad económica de muchas personas –ancianos, entre ellas–, pagaron o prometieron el pago de la miseria de 100 pesos por voto en muchos casos, según documentaron distintos medios de comunicación.
Qué barato sale manipular un ejercicio democrático, supuestamente destinado a equilibrar a favor de la ciudadanía la toma de decisiones que ya es dominada ampliamente por los partidos políticos
Fueron más de medio millar las denuncias presentadas ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), pero ese cúmulo apenas se tradujo en la detención de una sola persona, acusada de comprar votos a nombre de Morena.
¿De qué sirve tanto candado introducido en las leyes electorales para evitar las prácticas de manipulación del voto?
En la capital del país, las antiguas oposiciones de izquierda y derecha, que tanto lucharon para erradicar mediante reformas legales el acarreo de votantes que caracterizaba únicamente al PRI, han caído en lo mismo que denunciaban.
Aunque el PAN ha convertido la delegación Benito Juárez en una cueva de Alí Babá, es la degradación de los partidos de izquierda la que más se nota en la Ciudad de México por el amplio dominio que tienen éstos sobre la política capitalina.
A lo mejor porque muchos de sus militantes tienen sus orígenes en el PRI, esos supuestos partidos progres –a los que se les va la boca hablando de justicia social– no tienen la más mínima vergüenza para aplicar el control corporativo que se inventó en el periodo autoritario del país.
Como lo dejó claro la elección del domingo, los dirigentes y funcionarios del PRD y Morena en la Ciudad de México han perfeccionado aquel viejo sistema, que está aceitado con dinero y les permite manejar a su antojo los jugosos presupuestos de la capital y sus delegaciones.
En los pocos reductos donde no pudieron lograr su cometido hay una organización vecinal que no depende de las dádivas de esos partidos y sus “organizaciones sociales”.
Y es probable que los delitos electorales que cometieron queden impunes porque, primero, las reformas que supuestamente se hicieron para prevenirlos no valen un cacahuate –o que me digan cuánta gente está en la cárcel por comprar el voto– y, segundo, porque los intelectuales orgánicos de la izquierda sólo ven la corrupción cuando ésta es practicada por quienes ellos consideran “de derecha”.
Buena coartada esa, la de hacerse llamar “progresista”, aunque en el fondo sólo les interese vivir del erario y hacer negocios al amparo del poder. Igual que casi todos los políticos en este país, al margen de su orientación ideológica.
