La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Cuando Rafael Moreno Valle regresó de su estancia en Nueva York, en 1999, muchos de los políticos poblanos que hoy figuran ya habían sido diputados locales o federales, senadores, funcionarios de alto nivel.
Había sido también –una buena parte–, vasallos del Manuel Bartlett autoritario y antidemocrático, dueño de un insomnio del tamaño de su mala conciencia.
Apenas llegó a Puebla, Moreno Valle impuso un ritmo vertiginoso de trabajo que los Giorganas y otros compadritos aldeanos no entendieron.
O sí entendieron, pero no les simpatizó.
No les simpatizó ni el ritmo ni Moreno Valle.
(Hoy tampoco les simpatiza y por eso están donde están).
Nuestro personaje aprendió rápido y bien a hacer política, pese a que venía de la iniciativa privada.
Su cercanía con Melquiades Morales le dio luces de lo que querían los poblanos.
De Mario Marín aprendió lo que no se debía hacer: el gobierno convertido en un chiquero y la imagen pública tirada a la basura.
Este jueves, cuando dé su último grito de Independencia desde el balcón principal del Charlie Hall, seguramente verá pasar su sexenio a la velocidad con que transita la vida de un hombre una vez que el fin está cercano.
Pese a sus alicaídos críticos marinistas –que terminaron repitiendo los lugares comunes que los ciudadanos de pie no les compraron–, Moreno Valle puede estar satisfecho de haber cambiado Puebla.
Él mismo lo dice en una reveladora entrevista que este miércoles publicó El Financiero:
“Se le ha regresado a Puebla el lugar que le corresponde, hemos recuperado el orgullo de ser poblanos. Hace seis años estábamos en los últimos lugares en todos los indicadores. El ex gobernador (Mario Marín) había generado escándalos terribles de corrupción, de violación a los derechos humanos, era motivo de burla, (le decían) ‘el gober precioso’, recordó”.
En esa misma entrevista, quien no tiene tiempo para la nostalgia abrió nuevas vías acerca del proceso interno del PAN para elegir candidato a Los Pinos:
“Me encantaría que fuera una elección abierta a los ciudadanos, los estatutos lo prevén y hay quejas sobre un padrón poco transparente. La mejor manera de corregir eso es una elección en la que se vea quién tiene la mayor fortaleza y representatividad. Sé que habrá quien diga que eso representa un riesgo de injerencia externa, pero yo respondería que quien no puede lo menos no puede lo más, si no puedes evitar la injerencia en una elección interna, tampoco lo harás en una constitucional”.
¿Qué dirán los voceritos marinistas?
Que algo trama el huésped de Casa Puebla, que algo oscuro trae entre manos.
La entrevista completa la podrá leer el hipócrita lector en 24 Horas Puebla.
No tiene pierde.
También servirá para que se entretengan en el establo marinista.
