El sueño americano se esfuma; los paisanos que emigran a la gran manzana en busca de mejores oportunidades se topan con difíciles condiciones de trabajo
Por Mario Galeana
Hace varios años que del sueño americano sólo queda el mito. Los poblanos que radican en las principales ciudades estadunidenses, como Nueva York, no tienen una vida de ensueño, de acuerdo con una investigación del Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana de Puebla (UIA).
El 75% gana entre uno y dos salarios mínimos. Y son, en promedio, trabajos de 10 horas al día, situados en el piso de la jerarquía laboral: meseros, trabajadores domésticos o cocineros, sobre todo. Apenas seis de cada 100 inmigrantes poblanos en La Gran Manzana son empresarios, de acuerdo con el estudio Pautas de Consumo y Población Inmigrante: Mexicanos en Nueva York.
Pero un sueño es mejor que ningún sueño. Si la vida no es distinta en Nueva York y Puebla, ¿por qué la gente migra? Sencillo: “El salario mínimo por ocho horas de trabajo en Nueva York es 7.6 veces el de México”, apuntan los investigadores.
Un día de trabajo para un inmigrante poblano se traduce, casi siempre, en mil 750 pesos. Un día de trabajo para el 50% de los poblanos que laboran en su estado se traduce en menos de 460 pesos, de acuerdo con indicadores de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS).
Sí. Hace varios años que del sueño americano sólo queda el mito. Y sobrevive. Quizá porque no hay sueño mexicano al cual asirse. O porque “la migración les otorga la posibilidad como individuos, que antes la educación como mecanismo social proporcionaba, de ascender económicamente en la escala social respecto de su posición original y de punto de partida en México.
“A algunos les garantiza un trabajo seguro y un nivel de sobrevivencia que no tendrían en su lugar de origen”, apuntan las primeras conclusiones del estudio.
Poblanos en la Quinta Avenida
Hasta hace seis años, los investigadores registraban la presencia de casi 350 mil mexicanos en el Estado de Nueva York. La investigación, que recopila datos hasta el año 2015, indica que alrededor del 65% de los mexicanos en aquel sitio provenían de Puebla. El 35% restante se divide entre veracruzanos, oaxaqueños, morelenses, de la Ciudad de México y mexiquenses.
En la totalidad de la Unión Americana hay, de acuerdo con la Secretaría General de Gobierno (SGG), alrededor de millón y medio de inmigrantes poblanos que se jugaron la vida, cruzaron bordes, ríos, desiertos, para estar allí donde ahora hacen la vida.
En Estados Unidos han encontrado poco, pero han encontrado algo. Casi cuatro de cada 10 son cocineros, y uno de cada cuatro meseros o trabajadores domésticos.
“Es que hay buen sazón, por eso trabajan siempre en las cocinas: porque tenemos sazón, lo que los gringos no tienen”, comenta entre risas Roberto Bravo, líder migrante poblano.
Roberto, que es también presidente del Consejo Binacional de Organizaciones Comunitarias en Los Ángeles, California, dice que ya hay poblanos inmigrantes que han logrado montar una empresa.
Sí, pero los pocos. El 6.25% de los inmigrantes poblanos que radican en Nueva York tiene un negocio propio. El 12.75% posee un empleo como oficinistas.
“Al migrar a Nueva York”, dicen los investigadores, “los mexicanos se encuentran en situación de precariedad: bajos salarios, jornadas de trabajo extenuantes, con menores prestaciones de ley que en México (no hay liquidación, ni servicio médico como trabajador formal), y amenazas sobre su situación ‘ilegal’”.
La mayoría de los inmigrantes poblanos cambió las serranías del estado por los barrios de Brooklyn, Queens y el Bronx, aunque seis de cada 10 familias comparten su casa con otra familia, y el 90% paga renta.
Sea cual sea su nivel de ingreso, la mayoría suele comprar huevo, pasta, frijoles en lata, jugo de naranja y refrescos de cola.
La investigación indica que aunque los inmigrantes mexicanos tienen acceso a más alimentos de los que podrían acceder en sus comunidades de origen, la mayoría atraviesan un alto grado de industrialización, lo que los hace pensar que la comida de sus pueblos de origen era más sana. “Y no olvides el sazón”, podría completar Roberto.