La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Fiel a sus impulsos, el diputado federal Alejandro Armenta Mier —perdedor en dos contiendas por la gubernatura: una como líder del PRI estatal y otra como coordinador de campaña— pretendía protestar durante la inauguración del Segundo Piso de la autopista México—Puebla.
Tenía todo preparado:
Las cartulinas, las fotos pegadas, los reclamos hechos con crayones.
Y algo muy recurrente en él:
Los gritos destemplados.
Su idea era, faltaba más, echar a perder el acto encabezado por el presidente Peña Nieto y el gobernador Moreno Valle.
Pero Armenta cometió un error:
Anunció a través de Twitter que protestaría en el acto.
De inmediato, voces salidas de Los Pinos le advirtieron que no se atreviera a hacerlo.
—¡Pero es que los recursos deben ser etiquetados!— argumentó.
De nada valieron sus quejas.
Se impuso el “no es no”.
Fue entonces cuando se llevó sus cartulinas a San Lázaro.
Primero pidió el apoyo de sus coordinadores.
“Ni lo pienses”, le dijeron.
“Si quieres levanta tus cartulinas en el Pleno pero no podrás hacer uso de la tribuna para tu protesta”, agregaron.
Armenta no se rindió.
Quiso repartir una docena de cartulinas entre la bancada poblana.
Fue inútil.
Nadie le siguió el juego.
Con el rostro convulsionado, tomó una de sus cartulinas y la extendió.
Quienes se encontraban cerca, se hicieron a un lado.
Nadie quería formar parte de esa queja solitaria.
Y ahí quedó:
Más solo que un priista en el Estadio Azteca.
Ufff.
Dios ama a los inocentes.
Uno de sus vecinos de Acatzingo me mandó unas líneas el martes 18:
“Al diputado Armenta le interesa lo de la inversión en el campo porque atiende a sus intereses económicos y de su familia, pues tiene más de tres cargaderos de hortalizas y verduras donde compra a precios bajos a los campesinos y los revenden en diferentes partes del país”.
La cita lo pinta de cuerpo entero.
Winocur visto por López Rubí
El brillante José Ramón López Rubí escribió las siguientes líneas sobre un personaje entrañable:
“Me informa mi amigo Leo Herrera que ayer murió Marcos Winocur. Algunos de ustedes no saben quién fue, y precisamente por eso reciben este correo. Para que lo sepan. Y, por todas las razones involucradas, para recomendarles, como a todos ustedes, que lean su estupendo libro ‘¿Y qué fue del comunismo?’, hecho de agudos y gratos ensayos, escritos después de una vida larga y difícil, llena de lecturas, experiencias ‘raras’, decepciones y reflexiones -vida que acabó en medio del infierno del Parkinson.
“Don Marcos fue exiliado, enemigo de la dictadura argentina, alumno de Fernand Braudel, autor de libros que merecían mejor suerte como ‘Las clases olvidadas en la Revolución cubana’, y un buen hombre. Lo conocí y lo traté, lo respeto y lo recuerdo. Lamento no haber podido hacer más por él. Intenté que se le hiciera un libro que fuera algo así como su homenaje y no pude. Lamento más que a casi nadie le importara ni qué pensara ni qué sufriera el buen Marcos.
“La vida y la muerte de Winocur tienen lecciones. Una es sobre la amistad. Muchos que se dijeron sus amigos lo abandonaron. Cierto que desde hace unos años era imposible convivir con él -por la enfermedad-, pero lo abandonaron mucho antes. Para algunos, ‘regalarle’ un salario de la BUAP era más que suficiente, y un favor de poderosos protagonizando el poder. ¡Grandes hombres! No merecía el ninguneo que sí le regalaron tantos. Pero ya sabemos que son pocos quiénes son amigos verdaderos y tal vez menos los que saben quiénes son sus amigos de verdad. Tanto estúpido destruyendo o fingiendo lo que sea por unas horas de poder prestado, por más dinero, por elogios falsos. No me desvío: Don Marcos fue víctima de todo ello.
“Y como no podía faltar, también fue víctima de la presunta izquierda. Vetado por la gloriosa y perfecta Cuba de Castro. Despreciado por la izquierda "oficial" de México. En privado, blanco de burlas y escupitajos de la misma ‘izquierda’ de la BUAP. Sé que muchos de sus ‘colegas’ del siempre mediocre y grillo ‘Instituto Ponchito’ (el nada extraordinario Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP) hablaban con desdén y hasta asco del ‘reaccionario’ y ‘nihilista’ Winocur. Ellos, contradicciones ambulantes, ideólogos baratos con sobrepago del SNI (pregunta: cómo es que sobre Ayotzinapa fue ‘el Estado’ pero el SNI no es el Estado ni ese mismo Estado?), cascos de calabaza (pido perdón a los cielos pejemarcocastristas por el pecado mortal de citar a Paz), cortedades con patas, patas que escriben, ellos juzgaban a Winocur como pobrecito inservible. La verdad es que ninguno de ellos tiene un solo texto mejor escrito que uno de Don Marcos, y que ninguno de sus textos es más honesto y reflexivo que uno de Winocur. ¿Reaccionario? Por supuesto que no. Sólo crítico racional e histórico del comunismo. Ejemplo de lo que debe ser un intelectual de izquierda. Allá ellos... quienes quieren que la izquierda sea religión, con dioses, sacerdotes, sacramentos, pecadores, blasfemos, traidores, infieles, herejes y demás. Pero que quede claro: eso no es ser Crítico, eso no es pensamiento crítico. Ese pensamiento que, a su modo y en sus muy peculiares circunstancias, sí ejerció Marcos Winocur. ¿Nihilista? Creo que hay ahí un ensayo en potencia... Me limito a decir que es miseria no tener una micra de comprensión y empatía para con un hombre arrasado por la vida. Es de miserables ni siquiera tomar en cuenta cómo fueron personalmente los últimos años de Don Marcos. E incluso si hubiera acabado como nihilista, eso no le quita nada a la validez, fuerza y utilidad de sus críticas al absolutismo comunista y castrista. Porque serían dos partes de una cosa pero no una sola. La lección se repite: pensar. Pensar antes de hablar y no callar lo que de veras se ha pensado.”