Garganta Profunda

Por: Arturo Luna Silva/ @ALunaSilva

De traidores y vendidos no se bajan. Y en la mayoría de los casos tienen mucha razón. La escisión interna del PRI, que comenzó a manifestarse a unos días de la derrota más estrepitosa de su historia en reuniones en las que literalmente se mentaron la madre, amenaza con acrecentarse.

La conclusión es simple y sencilla: tras el fracaso del pasado 5 de junio, los priistas no han tocado fondo y seguirán dividiéndose, peleándose y ofendiéndose.

La más reciente muestra de su inocultable división, la dio el dirigente estatal de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Leobardo Soto Martínez.

El también diputado local acusó de “traición” a la ex candidata Blanca Alcalá y a su compañera en el Senado, Lucero Saldaña.

En una conferencia de prensa ex profeso, las descalificó por votar en la Cámara alta a favor de la nueva reforma que desaparece las Juntas de Conciliación a nivel local y federal.

Ahora los conflictos los dirimirá un Tribunal Laboral que dependerá de los poderes judiciales federal y de cada entidad.

Ya antes Blanca Alcalá, en reuniones en corto, había sugerido que Leobardo Soto la traicionó y traicionó a su partido en la pasada elección.

El dirigente obrero solamente se la cobró.

Y como él, en reuniones muy ríspidas que se han venido dando, se ha acusado a Javier López Zavala de “dormir en las sábanas” del morenovallismo.

También se han dado encontronazos con el presidente del ICADEP, Guillermo Deloya Cobián, y con la coordinadora de los diputados locales priistas, Silvia Tanús Osorio, por “no haber trabajado lo suficiente por la causa”.

Ella se defiende a mentadas de madre.

Es su estilo.

Fue coordinadora de promoción del voto, sin los resultados esperados. Al contrario, los peores de la historia.

La misma Tanús hoy tiene una pésima relación con el presidente del Comité Directivo Estatal (CDE) del tricolor, Jorge Estefan Chidiac, totalmente rebasado por las circunstancias e incapaz de meter orden y procurar la unidad, al menos una unidad “de dientes para afuera”.

Encima, los priístas poblanos, salvo contadísimos casos, no tienen acceso al presidente nacional de su partido, Enrique Ochoa Reza.

Él, como Carlos Salinas, ni los ve ni los oye.

Está profundamente decepcionado de sus correligionarios poblanos.

Puebla es moneda de cambio, no arena de competencia.

No aprendieron los del PRI y peor: no han advertido que desde hoy están construyendo una estrepitosa derrota para el 2018.

Igual o peor que la de 2010, 2013 ó 2016.

Nada raro sería que el Revolucionario Institucional termine en la elección que se celebrará dentro de dos años, como la tercera fuerza política del estado.

El Movimiento Regeneración Nacional (Morena) avanza en sentido directamente proporcional a la caída del tricolor.

Traiciones, mentadas de madre, ofensas, “fuego amigo”, golpes bajos y doble juego -como el del diputado José Chedraui-, presagian hoy la debacle.

Parece ya inexorable.

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