Figuraciones Mías

Por: Neftalí Coria / @neftalicoria

 

¿Por cuál de sus libros es mejor comenzar a leer a un autor? Cuestión del autor, cuestión de intereses de lectura, cuestión de género y otras predilecciones del lector. Todos los libros son muy distintos y en sus orígenes está la diferencia. Tal vez los primeros escritos de un autor, sea lo conveniente para comenzar explorando en la cronología de su escritura o de sus publicaciones, aunque no siempre el primer libro que se escribe, es el primero que se publica. Cada autor tiene su particularidad y sus maneras distintas de hacer pública su obra. Hay autores que pasaron mucho tiempo escribiendo la primera novela, como el caso de Josefina Vicens que su novela El libro vacío le costó diez años y mucho tiempo pasó para lograr su segunda novela Los años falsos, mientras que Marguerite Yourcenar, en un mes escribió su novela corta Tiro de gracia. O autores como Arreola que escribió su Bestiario en circunstancias de urgencia legal, antes que tuviera que devolver el pago que sus editores le habían adelantado. En muchos escritores, nunca es lineal la escritura. La construcción de cada obra, tiene particularidades y situaciones curiosas y nos enteramos, cuando escuchamos hablar a los autores y muchas veces, esas anécdotas son apetecibles para que el lector quiera saber cómo se escribió el libro que ha sido una pieza literaria importante en su vida de lector. Aunque también hay lectores a los que no les importa en absoluto cómo y cuándo ha sido escrita aquella trama que los estremeció, y lo que suena casi inaudito, es que hay lectores que no sólo, no les importa saber cómo fue escrito el libro, sino tampoco les importa quién fue el hombre que lo escribió. O leen y no recuerdan el nombre del autor ni el título del libro. Los hay, que sus referencias están sólo en la historia leída.

Yo soy un lector que busca los orígenes y la semilla de la historia y busco saber las condiciones en que aquel libro ha sido escrito y me apasiona saberlo. Siempre me ha inquietado saber cómo fueron escritos los poemas de Emily Dickinson por ejemplo, y he buscado imaginar a la poeta en su hondura del mundo, escribiendo en silencio esa música sutil que he aprendido a amar en los años. O ese libro misterioso que Rilke escribiera a su regreso del castillo de Muzot, donde según Valéry, la soledad que vivía el poeta alemán era inhumana. Escucho la voz de Rilke (garabateo en su lengua) y quiero saber qué aire lo estremecía, qué silencio asesino lo vigilaba, como el que muchas veces yo he visto directo a los ojos hasta vencerlo. Me inquieta el encierro de Dickinson en su fragilidad y en aquella habitación soñando el amor involuntario contra su propio destino y quiero también saber qué lágrimas de oro le costaron escribir esos poemas delgados y hermosos como gotas de agua dura sobre la piel adolorida del que llora. Me apasiona reconstruir cómo fue la etapa de Franz Kafka cuando escribió los Aforismos de Zürau en casa de su hermana en aquel pueblo durante 1918, enfermo y alejado de lo que antes era su vida. Me apasiona saber cuál es el origen de esos poemas estremecedores de Alejandra Pizarnik en su entrega a las vías del tren de su propio destino, en ese amor límpido por un silencio más allá de la oscuridad de la página opuesta al poema. Y quiero saber qué diablos estaba pasando por la calle y el bar de abajo, cuando Cavafis escribía los versos en los que conjuró la errancia de un hombre llevando la misma ciudad a todas partes como una cárcel permanente. Quiero ver de cerca esos únicos dos años felices de Borges, cuando viajó por el mundo de la mano de María (esposa por fin) y poderlo imaginar cuando en un zoológico de Japón, un tigre bajó la cerviz ante el poeta, como si hubiera encontrado a su rey y dejara de ser esa fiera a la que Borges celebró en poemas anteriores. Me gustaría ver los pies de Neruda colgando en el muelle al lado de los pescadores, sonriente y alegre bebiendo vino y hablando con aquellos hombres del mar, mientras hacía esperar a los periodistas hasta que se hartaban. Esos momentos de la vida me interesan e imagino cuántos momentos de esos, pueden estar presentes en sus novelas, sus cuentos, sus dramas o en sus versos.

Lo cierto es que no hay una ruta a seguir en la lectura para los diversos tipos de lectores, como nunca ha habido una guía para los escritores cuando han de escribir sus libros. Las maneras de encuentro con los libros que se nos dio leer, son como los encuentros con las personas que hemos conocido. Y las pasiones que nos despiertan los personajes que descubrimos en la literatura, se parecen a las grandes emociones que encontramos también en nuestra vida con personas reales y que en nuestra vida se han ido atesorando para formar parte de nuestra fortuna. Así los libros, así los personajes, así los poemas que van con nosotros cantando a nuestro lado por toda la corta vida. Conocer la literatura ha sido una de las más hermosas experiencias y a ello entregué mi vida.

Me alegra saber de algunos momentos en la escritura de los libros que he amado, me conmueve saber por lo que al autor estaba pasando en aquellos momentos de su vida. Aprendo, es cierto, pero no es por eso que busco saber. Son mis deseos por descifrar las relaciones entre el mundo real y el mundo imaginario que siempre están como dos espejos cóncavos frente a frente moviéndose. º

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