Con el nuevo modelo educativo en el país se presentan retos para que éste incluya a todos los actores

 

Por José Guadalupe Sánchez Aviña

Ahora con todo esto del nuevo modelo para el sistema educativo mexicano, las opiniones brotan como por generación espontánea, pero también las preguntas se vuelven de momento tan abundantes que uno no sabe bien por dónde entrarle al análisis y a la reflexión.

Lo primero que se me viene a la cabeza es pensar en el complejo contexto que se vive en las sociedades contemporáneas, que si bien no son exclusivas de nuestros tiempos, actualmente representan retos mayúsculos para quienes pretenden promover la educación formal y más si se pretende establecer como modelo nacional en un país que siempre se ha caracterizado por ser multicultural; hecho que aun cuando por mucho tiempo no se quiso aceptar o incluso se pretendió eliminar, sigue más vivo que nunca.

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Partiendo de reconocer el derecho a la educación de calidad que tiene todo mexicano, e intentando asirme de algún elemento que dé estructura a mi pensar, acudo a lo expuesto por quienes representan un puntal en mi forma de ver la educación y hasta la vida misma, de esta manera encuentro a Muñoz Izquierdo cuando menciona la calidad de la educación, en especial cuando hace referencia a las cinco dimensiones desde las cuales se puede abordar: Filosofía (Relevancia), Pedagogía (Eficacia), Cultura (Pertinencia), Social (Equidad) y Economía (Eficiencia). Sobre esta base exploro mi pensamiento y presto atención, en este momento, muy especialmente a las tres primeras.

Desde la relevancia considero que es fundamental el transitar desde la concepción de una Educación para Todos, hacia una que la subsuma, promoviendo la Educación con Todos; que oriente políticas educativas, en donde el arraigo sea al mismo tiempo punto de partida así como de llegada. Un sistema educativo así sustentado se ahorraría la necesidad de declararse inclusivo e intercultural.

Desde la eficacia, hay que pretender que los currículum vitae emerjan desde los propios contextos en donde se hace realidad el acto educativo, que sean construidos a partir de los valores, saberes y prácticas de los propios sujetos que se verán involucrados en los procesos educativos formales. La multidiversidad lejos de verse como un obstáculo se debe entender como una ventaja.

Desde la pertinencia, sobre la base de los dos aspectos anteriores, la educación debe estar orientada a que los sujetos sean capaces de vivir en realidades multiformes; la acción educativa debe procurar que la comunidad misma sea capaz de analizar y comprender su propia realidad, que reconozcan y se apropien de su propia vida y práctica cotidiana.

Casi en lo social, aun cuando abordo sólo las tres primeras dimensiones, no quiero dejar en el tintero la mención de una idea suelta que espero más adelante, en otro texto abordar: en el funcionamiento de las escuelas, es fundamental que tanto directivos como maestros sean elegidos por la propia comunidad que le da sentido a cada centro escolar.

En cuanto al papel de las instituciones educativas, quiero retomar la expresión del antropólogo Gasché cuando dice que debemos dejar de “producir pedabobos” que sólo sirven para realizar “pedabobadas” que castran la creatividad de los sujetos, para procurarnos como acompañantes articuladores del lenguaje teórico y especializado que exprese los valores y las prácticas de los propios sujetos.

En fin, hay tanto que decir… la cuestión es continuar con la esperanza en movimiento.

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