Incertidumbre y preocupación viven los familiares de migrantes, quienes podrían volver a la entidad mucho antes de lo planeado y sin los ahorros que los habría motivado a alejarse miles de kilómetros de sus hogares

Por Guadalupe Juárez 

En la Mixteca poblana, Donald Trump y su discurso de odio en contra de los mexicanos es conocido por la mayoría de sus habitantes al igual que el valor de cambio del dólar en el día.

Su opinión sobre él se divide: aquellos que dependen de las remesas que les envían cada mes sus familiares del país del norte, temen que evite más envíos.

Otros creen que si cumple sus amenazas de deportar a los indocumentados, separará familias y los paisanos tendrán que regresar para pelear por las pocas plazas de trabajo existentes en la región.

Unos más esperan que las casas con estilo americano, que a la fecha se encuentran vacías, pronto se ocupen y quizás −dicen esperanzados− al poblarse existirán ingresos extra para los pocos negocios que se encuentran en estas localidades.

Hay quienes señalan que el muro no es competencia nada más de los mexicanos, que afectará a los demás países, por eso es algo lejano e imposible que se materialice, aseguran.

Algunos más prefieren que sus seres queridos vuelvan, porque consideran que “sufren” al pagar costos altos de rentas y alimentos, sin que les alcance su trabajo para construir un patrimonio en su lugar de origen.

También hay quienes tratan de explicar por qué no ganó Hillary Clinton, incluso van más allá y aseguran que el triunfo del magnate se debe al machismo. “Así como no hay oportunidades para nosotras las mujeres, allá no quisieron a una como líder, esa es la verdad”.

Los más mesurados aguardan a que el republicano tome posesión del cargo para emitir una opinión y agradecen lo poco o mucho logrado en aquella nación.

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En Axuxtla, el sol es un verdugo

“Agua que se calienta mucho o agua que brilla”, reza un letrero a la entrada de Axuxtla, uno de los principales municipios poblanos expulsores de migrantes a Estados Unidos, cuyo clima árido no permite la siembra.

Aquí, a dos horas y media de la capital poblana, rodeados de cerros, a quien osa utilizar la tierra como una fuente de empleo, los rayos intensos del sol se encargan de reprimirlos, secando trágicamente sus matas y filas de maizales.

Para quienes desean estudiar, la única oportunidad es terminar el bachillerato que comparte instalaciones con la primaria de la zona. Si aspiran a cursar una licenciatura, tienen que dejar a su familia y mudarse a la ciudad de Puebla o estudiar una carrera en línea hasta el municipio de Tehuitzingo.

Si se es afortunado, contará con un automóvil para recorrer los 28 kilómetros de su carretera que los conecta con la otra demarcación… si no es así, para llegar debe pagar 50 pesos diarios de pasaje en el transporte público, de una ruta que tarda hasta dos horas en pasar.

El trabajo es remunerado en 150 pesos el día. Los hombres pueden emplearse como ayudante de albañil −a veces en la construcción de los cientos de casas de sus connacionales que desean volver a Puebla después de su travesía− en otras ocasiones en los escasos proyectos de mantenimiento carretero.

Para las mujeres la oferta es limpiar casas en otros municipios, pero sólo una vez por semana. Ingreso que no les alcanza para sobrevivir

“Aquí nunca ha habido fuentes de empleo, ni para mujeres ni hombres. El campo no deja porque las cosechas simplemente no se dan y nadie se atreve a hacer más, muchos prefieren esperar las remesas que envían sus hijos, es lo que queda”, dice María Magdalena Mejía Figueroa, quien es originaria de Guerrero, pero que al conocer a su marido en Estados Unidos, decidió mudarse junto con él a su comunidad.

En esta demarcación no existen tiendas o cualquier otro tipo de actividad comercial. “Nadie se avienta a poner un negocio, porque no hay gente, al menos en diciembre para  las fiestas patronales, bodas, bautizos y XV años que se celebran”, reconoce el presidente municipal, Guadalupe Martínez Zúñiga.

Son tal vez estas condiciones las que colocaron al estado de Puebla como una de las 10 entidades con mayor dependencia de remesas en el país, al registrar 3.4% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2015, según el anuario de Migración y remesas elaborado por la Fundación BBVA Bancomer.

Municipio que envejece

Las calles de Axuxtla −en su mayoría pavimentadas− lucen vacías de los cerca de 800 a mil  habitantes con los que cuenta; poco más de 50% son adultos mayores, asevera el presidente municipal. Dato que explica el porqué en lugar de guarderías para niños, sólo hay una estancia que se encarga de organizar actividades para el adulto mayor, llamada El Abuelito.

Cualquier conversación, incluso un murmullo, es audible. Si no fuera por la música que un par de panaderos escuchan, el lugar se acercaría por mucho a un pueblo fantasma, producto de las casas abandonadas por las familias completas que migraron o las nuevas estructuras, que esperan el regreso, así como la tranquilidad de sus pobladores hacen de este municipio un lugar seguro.

“Aquí no hay pandillas ni robos”, afirman sus habitantes, quienes acceden a conversar con dos extraños.

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Los ecos de una carcajada, el viento o el ruido del agua que corre en el río El Mixteco, traspasan las paredes de las casas construidas en su mayoría con un estilo americano. Abundan viviendas de dos pisos y grandes ventanales, y en algunos casos detalles las caracterizan fotografías de lugares emblemáticos de Nueva York en sus azulejos.

Las estructuras esperan vacías el día en que sus dueños junten lo necesario en el país vecino para regresar con un patrimonio sólido, afirman quienes conocen a los propietarios. No obstante, el retorno podría adelantarse por una causa distinta.

“Nos guste o no nos guste ganó (Trump). El que nos está hundiendo está aquí (presidente de México), y el que nos va a acabar está allá (en Estados Unidos)”, lamenta en referencia a la victoria del republicano como presidente de la unión americana, Estela Zúñiga Delgado, habitante de Axuxtla, quien en 1970 también migró –como la mayoría de sus conocidos– al país del norte.

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Los años y el amor a la tierra que la vio nacer fueron más fuertes y, hoy, a sus 78 años, a la puerta de su casa sólo espera el regreso de su familia que no encontró las oportunidades de empleo en su propio país.

A sus espaldas, se observan las fotografías de sus siete hijos que radican en varios estados de la Unión Americana, junto a sus nueras, y al centro un retrato del día de su boda.

Los nietos, del único hijo que radica en Axuxtla −narra−, quizás aspiren a cruzar la frontera, pero cree que les es suficiente con sólo ir de vacaciones, ya no los apoyarían para que migren como ellos.

El trato de los estadunidenses, afirman, no ha sido “tan malo”. “Es un país que te da muchas oportunidades y hay que ser agradecidos, al menos yo, que también fui migrante, le debo mucho; pero es hora de servir a mi pueblo, por eso me regrese”, señala el munícipe.

Para María Jiménez Espinosa, quien también habita en esta localidad, es preferible que sus tres hijos regresen de Illinois, porque la renta de un cuarto sin luz eléctrica ni gas se lleva la mayoría de su sueldo; un aproximado de 800 dólares al mes.

“Yo digo que si van a pasar hambre allá, mejor estén aquí con nosotros, ya veremos cómo le hacemos para salir adelante, porque en EU ya no es como para hacer fortuna”, comparte la mujer, cuyo único empleo que puede realizar a sus 60 años −dice− es el de asear la parroquia y así sacar adelante a una de sus hijas que quiere ir a la universidad, mientras espera el apoyo económico que puedan enviarle los demás.

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Rocío Luis Fajardo y Felipe Cruz Delgado se definen como “migrantes de su propio país”. El matrimonio de oficio panadero, aseguran que no es necesario buscar dinero en otra nación y que es posible “salir adelante” en México.

“Nosotros ya vivimos en Puebla, en Guerrero y en otros lugares, pero aquí decimos que encontramos nuestro paraíso. Hacemos poco pan, porque aquí casi no hay gente, pero lo vendemos en otros poblados cercanos para salir adelante, sí lo hemos logrado”, aseguran.

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Come back soon

En Piaxtla, otro de los municipios de la Mixteca poblana que más expulsa a migrantes, la combinación de culturas te da la bienvenida.

“Welcome”, tiene grabado el arco al acceder al municipio. Los locales en donde pueden recibir giros de Nueva York y Chicago abundan, lo mismo que los cajeros y bancos. En lo más alto de un cerro que rodea la comunidad hay una fila de piedras blancas que dibujan el nombre de la demarcación.

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Las casas al igual que Axuxtla −a una hora de aquí− buscan simular un estilo estadounidense. Incluso la religión católica ya no es la única y un templo de Testigos de Jehová promociona su página de internet con la terminación .org, característica del país del norte.

Los predios, que antes eran terrenos baldíos, ahora se encuentran ocupados por cercos y material de construcción a montones.

En Piaxtla esperan con ansias la feria en agosto −mes en el que hay vacaciones en Estados Unidos− para celebrar con los migrantes poblanos su día. Es la ocasión en las que las familias se vuelven a reunir, por lo que festejan con misas, desfiles, jaripeo y partidos de futbol, pero siempre con la esperanza de que su visita sea temporal. Por eso los mensajes de bienvenida y de una despedida que no es definitiva.

“Los paisanos buscan comprar muchos terrenos, construir sus casas, y ya si los regresan, al menos tienen su casa. Lo malo: es que de por si no hay empleos para nosotros, si vienen nos los vamos a pelear”, lamenta Carlos Gutiérrez, quien a sus 56 años se ocupa como sacristán de la parroquia católica, en el centro del municipio.

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“Trump no va a poder sacar a los que ya son americanos, lo siento porque todavía tenemos familiares que son indocumentados, si sus amenazas se cumplen van a separar familias completas  y las remesas van a bajar, pero ya buscaremos qué hacer, mientras que primero ya sea presidente en forma”, opina una de las habitantes que prefiere la gracia del anonimato.

Aquí en la Mixteca, donde cuatro de cada 10 mexicanos que emigran a Estados Unidos son originarios, piden que su forma de vida no cambie con la llegada de un presidente como Donald Trump.

“Si cumple sus amenazas, para nosotros, es como si ya fuera el fin del mundo. Trump vino a clavar nuestro ataúd”, enuncian.

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Gali mantendrá programas de apoyo para migrantes 

Redacción  

El gobernador electo, José Antonio Gali Fayad, se comprometió a mantener un trabajo de colaboración a favor de los migrantes con la Unión de Poblanos en el Exterior (Upext).

Al reunirse con René Díaz Moreno, director Binacional de la Upext, y Pedro Ramos, fundador de la organización, el gobernador electo aseguró que estos encuentros se llevarán a cabo cada cuatro meses, donde también participarán los secretarios de su gobierno, para coordinar esfuerzos y avanzar en las políticas públicas en beneficio de los poblanos que residen en los Estados Unidos.

El gobernador electo se reunió con la Unión de Poblanos en el Exterior. / CORTESÍA
El gobernador electo se reunió con la Unión de Poblanos en el Exterior. / CORTESÍA

Indicó que dará continuidad a los programas que se implementan actualmente como Raíces de Puebla, impulsado por el mandatario Rafael Moreno Valle, el cual permite a los adultos mayores –que no han visto a sus familiares por más de cinco años– visitar el vecino país.

Tony Gali señaló que estas acciones forman parte de un esquema de acercamiento con las asociaciones, la iniciativa privada, los académicos y la sociedad en general, para atender de manera oportuna sus necesidades.

Por su parte, René Díaz y Pedro Ramos celebraron la apertura del gobernador electo para seguir otorgando servicios en materia de Registro Civil y coincidieron en que gracias a estas reuniones se brindará atención a la comunidad que radica en el extranjero.

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