Garganta Profunda
Por Arturo Luna Silva
Un ecocidio de grandes y graves dimensiones se está gestando en el municipio de Hueytamalco, en la Sierra Nororiental de Puebla, sin que hasta ahora las autoridades federales de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ni de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), pero tampoco los funcionarios estatales en la materia, muevan un dedo.
Ahí operan, desde hace meses, taladores clandestinos que están afectando irreversiblemente el bosque mesófilo, específicamente el monte experimental Las Margaritas, con una superficie de dos mil 500 hectáreas.
El cálculo es que extraen por semana 400 metros cúbicos de cedro y encino.
Se trata de una Unidad de Manejo Ambiental (UMA), que se supone tiene o debería tener la protección especial de leyes y autoridades y está a cargo del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).
Ahí se siembra bambú con un alto potencial productivo y hay flora y fauna en peligro de extinción.
Ese bambú, de varias especies, es de altísima calidad.
De manera incipiente, productores de la zona han comenzado a procesarlo para uso industrial, para la construcción y como accesorios para alimentos, como palillos para brochetas y dentales.
Es más, las hojas y los tallos de bambú que comen los pandas del Zoológico de Chapultepec, en la Ciudad de México, salen de ahí.
En ese cerro, los productores locales trabajan de la mano de la empresa Volkswagen en este cultivo, en 300 hectáreas, en una campaña de reforestación.
El bambú también peligra, pues cohabita con los árboles de encino y cedro que están siendo talados y que además permiten la retención de agua.
A pesar de ser una zona de clima húmedo, en realidad en ese municipio de la Sierra Nororiental no hay agua en el subsuelo.
La que está a disposición se obtiene de los escurrimientos de los cerros, lo que hace indispensable la conservación de la vegetación, de los bosques y de toda la biodiversidad de la región.
Pero el problema no solamente es ecológico, sino también de seguridad y delincuencia organizada.
Los taladores furtivos han construido en ese monte cabañas bien establecidas y amedrentan a quien se acerca.
La suposición de los habitantes de Hueytamalco es que buscan apropiarse de la zona con “escrituras apócrifas”.
Sin embargo, nadie hace nada.
Sólo falta que mejor les lleven servicios y les extiendan un código postal.
De acuerdo con los habitantes de varias comunidades de Hueytamalco, no se trata de leñadores pobres que buscan cómo hacer fuego para cocinar o calentarse en las noches húmedas de la sierra.
No. Son grupos bien organizados, con capacidad de extracción masiva de madera.
Al menos una decena de especies de vegetación, así como el venado cola blanca y el puma jaguarundi, podrían desaparecer, si sigue la deforestación.
De ahí la preocupación, con énfasis ya de clamor, de que se actué contra los taladores.
“Los delincuentes que entran acaban con especies endémicas de flora y fauna, sin que nadie ponga un alto.
“Peligra el hábitat del venado cola blanca, tejón, tucán, puma jaguarundi y todas las especies que existen en el monte Las Margaritas, que está siendo talado de manera irracional y matando flor y fauna silvestre en peligro de extinción”, señalan los enterados.
En tanto, el ecocidio avanza y puede llevar a un daño irreversible.
¿Qué están esperando la Semarnat, la Profepa y las autoridades estatales en la materia?
¿Habrá que explicarles con peras y manzanas que este tema no es solamente importante, sino también urgente?