Bitácora

Por Pascal Beltrán del Río

Si ha de ser honesto consigo mismo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) carece de la estructura, simpatía del electorado e incluso el candidato necesario para ganar por sí mismo la Presidencia de la República en 2018.

Hace rato que el PRD está en declive. En varios estados del país no aparece entre los cinco partidos con mayor apoyo en elecciones recientes.

Hay entidades donde no es, siquiera, la principal fuerza de la izquierda, pues allí Morena e incluso Movimiento Ciudadano (MC) le han arrebatado ese lugar.

Lo cierto es que, como se ven las cosas, ni Miguel Ángel Mancera ni mucho menos Graco Ramírez o Silvano Aureoles –todos ellos políticos con virtudes, entre ellas la experiencia– tienen posibilidad alguna de suceder a Enrique Peña Nieto.

Sin embargo, eso no significa que el PRD no importe. Quiere decir que el partido histórico de la izquierda mexicana debe elegir una ruta de alianzas si ha de seguir siendo relevante.

El PRD aún tiene un apoyo en las urnas de alrededor de 10% de los votantes, lo cual es suficiente para que cualquier potencial alianza descuelle sobre los demás partidos y coaliciones en la contienda que tendrá lugar en año y medio.

Para decirlo claramente: si juega bien sus cartas, el PRD puede decidir quién es el próximo Presidente de la República, aunque éste no provenga de sus filas.

Lo puede hacer si elige sumarse a una coalición ganadora.

Los perredistas tienen tres opciones de alianza si descartamos una con el PRI, que jamás se ha dado y ha sido prohibida expresamente por un resolutivo del Consejo Nacional del partido.

La primera sería formar lo que en el PRD llaman un “polo de izquierda democrática”.

Éste sería liderado por el PRD y contaría con la participación de MC y quizá del PT. El problema es que esas dos organizaciones también tienen sus estrategias para 2018 y éstas pudieran no estar alineadas con las del PRD.

Esa alianza es de la que más se ha hablado en el partido y en los medios, y la que seguramente llevaría a Mancera como candidato presidencial.

Esta semana, cuatro gobernadores que fueron postulados por el PRD –entre ellos Ramírez y Aureoles– hicieron un llamado para que el PRD tenga un “piso parejo” en la elección del candidato del partido y no dar por hecho que Mancera será quien se lleve la nominación.

La segunda opción es aliarse con Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, quien ha sido ya dos veces aspirante presidencial del PRD, y lo sería una tercera si el perredismo y el tabasqueño dejan a un lado sus diferencias.

Por último, el PRD se podría aliar con el PAN. Se trata de una coalición que se intentó en 1999-2000, pero no se logró.

Sin embargo, dicha alianza –que algunos llaman “antinatura”, pues junta a la izquierda con la derecha– ya ha sido exitosa electoralmente, pues ha ganado elecciones para gobernador en nueve estados (Nayarit, Baja California, Chiapas, Sinaloa, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Durango y Quintana Roo) y ha competido en otras cuatro (San Luis Potosí, Tamaulipas, Hidalgo y Zacatecas).

No hay razón, pues, para pensar que PAN y PRD no pudieran repetir la coalición a nivel nacional para buscar la Presidencia en 2018.

Sobre todo porque ambos partidos parecen estar explorando la posibilidad de unirse el año que entra en los comicios de la entidad más poblada del país: el Estado de México. Además, esa alianza podría replicarse en las otras elecciones para gobernador en 2017: Coahuila y Nayarit.

Si consiguen hacerlo y, encima, resulta exitoso el experimento, perredistas y panistas tendrán incentivos para seguirse de frente hacia 2018.

Lo más difícil, seguramente, sería encontrar un candidato común. La verdad es que la lista de opciones no es muy larga, lo cual convertiría la negociación en un reto.

En los dos últimos escenarios, el PRD tiene la posibilidad de convertirse en kingmaker(hacedor de reyes), calificativo que originalmente se dio a Richard Neville, conde de Warwick, por el papel que el también estratega militar jugó en la coronación de Eduardo IV, en 1461, durante la llamada Guerra de las Rosas. El PRD puede jugar un papel decisivo en la sucesión de 2018, e incluso puede salir fortalecido como partido en caso de que la coalición a la que se sume no alcance la Presidencia.

Pero eso pasa por admitir, al menos en lo interno, que uno de los suyos no llegará esta vez a Los Pinos.

 

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