Elia Tamayo asegura que en caso de que la CNDH dé por concluido el tema, acudirá ante la Comisión Interamericana

Por Guadalupe Juárez  

Hace más de dos años, Elia Tamayo dedicaba todo su tiempo a dos actividades: al campo en San Bernardino Chalchihuapan y a ser madre de José Luis Tehuatlie Tamayo.

Ahora no es más esa mujer pendiente de las cosechas. Su tiempo se reparte en dolor por la pérdida de su hijo de 13 años y en la búsqueda de justicia para que pague quien le arrebató la vida a ambos.

Es miércoles, el último día de noviembre de 2016. Elia se encuentra rodeada de extraños, de cámaras que buscan plasmar sus reacciones, de grabadoras y micrófonos que registran cada una de sus palabras.

El silencio es prominente cuando ella decide contestar las preguntas que formula un puñado de reporteros. Todos la miran expectantes. La mayoría presta atención a sus respuestas, a su actitud, a su mirada.

Algunos se acercan para poder escucharla. Su voz es un hilo, pero sus palabras son eco. Elia Tamayo hace una sola petición: Justicia.

“Doña Elia”, así la llaman cuando quieren que sea ella quien responda. “Doña Elia”, repiten, entonces ella toma aire y contesta, aunque no conozca a aquellos que le hablan con tanta familiaridad.

Sus respuestas no duran más de un minuto. Su discurso parece sincero. Los nombres de las instituciones de derechos humanos ya no le son ajenos. Es algo que ha aprendido con el tiempo.

Esta vez ya no es acompañada de políticos que la buscaban para la foto. Ya no está rodeada por quienes le quitaban las palabras y se apropiaban de su dolor para pronunciar discursos. Esta vez ella y su mensaje son el centro de atención.

 

La muerte de José Luis Tehuatle es un daño irreparable

Para Elia Tamayo, madre de José Luis Tehuatlie, el menor que falleció tras un enfrentamiento entre pobladores de San Bernardino Chalchihuapan y elementos de la Policía Estatal el pasado 9 de julio de 2014, el daño es irreparable y el millón y medio de pesos que recibió como compensación no cierra el caso.

“Para mí no ha habido justicia, eso es lo que pedimos y que haya aceptado la disculpa no significa que se haya hecho justicia”, declaró en conferencia de prensa después de que el gobierno de Puebla diera por terminado el caso y que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) determine si la administración estatal cumplió o no con las recomendaciones realizadas.

Aunque al pronunciar el nombre de su hijo haga una pausa larga para contener las lágrimas, Elia Tamayo es contundente: En caso de que la CNDH dé por concluido el caso acudirán ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que sean ellos quienes analicen los hechos del 9 de julio del 2014.

La madre del menor fallecido reconoció que aceptó la compensación económica debido a que la pusieron “entre la espada y la pared” pues, según la versión de los abogados que la asesoraron, el gobierno del estado amagó con mantener en prisión al ex edil auxiliar de Chalchihuapan, Javier Montes Bautista, quien ya se encuentra en libertad desde septiembre de 2016.

“Nos dijeron que no lo iban a liberar y yo quiero que se haga justicia. Los verdaderos responsables andan libres y no han pagado por lo que hicieron”, acusó en referencia a altos mandos policiales, los elementos de seguridad que participaron en la trifulca y ex funcionarios estatales que encabezaron el operativo donde fue herido su hijo.

En julio de 2015 , acudió a la Procuraduría General de la República para denunciar a Facundo Rosas. / ARCHIVO
En julio de 2015 , acudió a la Procuraduría General de la República para denunciar a Facundo Rosas. / ARCHIVO

Sus respuestas ya no obedecen sólo a sus sentimientos o a su dolor. Ahora responden a algo más: “En Puebla y en México no existen los derechos humanos”.

Las grabadoras y cámaras con las que lidia desde hace dos años dejan de asediarla por un momento. Los políticos ya no la acompañan. La madre del ex edil es ahora quien flanquea a Elia. “Tenemos una cita, doña Elia”. Ella accede. Atrás queda el mundo al cual quizás pensó que nunca iba a pertenecer, donde su voz es el centro de atención.

No es más esa mujer de hace dos años pendiente del campo y de su familia. Su tiempo se reparte en dolor por la pérdida de su hijo de 13 años y en la búsqueda de justicia para que pague quien le arrebató la vida a ambos.

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