Las Serpientes
Por Ricardo Morales Sánchez /@riva_leo
Es un hecho: existe una alianza de alto nivel entre el gobierno de Puebla y el gobierno federal, la cual se consolidó conforme transcurrían las administraciones del presidente Peña Nieto y la del gobernador Moreno Valle.
Fue a principios de 2012 cuando se comenzaron a dar los primeros encuentros entre peñistas y el morenovallismo, con motivo de la elección federal que enfrentaba a la panista Josefina Vázquez Mota, al aún entonces perredista Andrés Manuel López Obrador y el ex gobernador del Estado de México, el priista Enrique Peña Nieto.
Las diferencias entre Josefina Vázquez Mota y Rafael Moreno Valle eran de todos conocidas: la yunquista jamás despertó el entusiasmo de Casa Puebla ni el del resto del país.
Fue entonces que operadores morenovallistas, específicamente el entonces secretario de Educación Pública, Luis Maldonado Venegas, comenzaron a establecer relaciones con el peñismo a través del obispo Chedraoui y los peñistas Luis Miranda y Luis Videgaray.
El trato era que Enrique Peña ganara en Puebla, entregarle una buena parte de las diputaciones federales para que el mexiquense pudiera tener la mayoría en el Congreso y que el PRI se llevara los dos escaños de la Senaduría a cambio de buen entendimiento.
Prácticamente el gobernador Moreno Valle cumplió todo, menos el que Enrique Peña pudiera ganar la entidad, la cual perdió ante López Obrador por escaso margen de votos a favor del tabasqueño.
Este pequeño detalle fue un buen pretexto para que al inicio de la administración algunos personajes intentaran “dinamitar” la buena relación entre los mandatarios.
Desde Bucareli, Jorge Márquez, el oficial mayor de la Segob, no confiaba en Moreno Valle y trató de ponerle piedras en el camino al principio de la administración, pero los buenos oficios de Luis Miranda y de los puentes establecidos en ambos bandos comenzaron a dar resultados.
Luis Videgaray, el ex secretario de Hacienda, y más tarde el propio Miguel Ángel Osorio Chong, pudieron constatar directamente el tamaño de los acuerdos signados con Puebla y el cumplimiento de cada uno de ellos, plasmados en obras como el Museo Internacional del Barroco, el segundo piso de la autopista México-Puebla o la concesión del servicio de agua potable a favor de empresas ligadas al grupo del presidente Peña Nieto.
Las elecciones de 2013 y las federales de 2015 volvieron a solidificar los pactos electorales entre Casa Puebla y Los Pinos, todos y cada uno cumplidos y materializados.
Por supuesto que amor con amor se paga; desde Los Pinos y también desde la Secretaría de Hacienda una y otra vez quedaron comprobados los alcances de la relación entre los mexiquenses y los poblanos, misma que se extendió también en 2016, cuando se renovó el Poder Ejecutivo en el estado y donde triunfó el morenovallismo llevando como candidato a Tony Gali.
Las cosas han caminado también en el ámbito nacional en varias elecciones; ambos ejércitos electorales han trabajado juntos, con resultados más o menos favorables para ambos bandos. Rumbo al 2018 los acuerdos se mantienen.
Una muestra más de esto es le negociación que realizaron el gobernador Moreno Valle y Tony Gali para evitar que Puebla se viera afectada por los recortes presupuestales.
Puebla recibió una buena cantidad de recursos y la bancada panista, con excepción de los diputados federales Juan Pablo Piña y Sergio Gómez Olivier apoyaron con sus votos para que el presupuesto federal de 2017 saliera adelante, en lo general y en lo particular, contrario a lo que ordenó el dirigente nacional de su partido, Ricardo Anaya.
Los acuerdos, reitero, se mantienen. Y es que tanto PRI como PAN saben perfectamente que el rival a vencer es un personaje de nombre Andrés Manuel.
