Bitácora
Por Pascal Beltrán del Río
Este lunes se dará un paso fundamental para formalizar el triunfo que Donald Trump obtuvo en las urnas el pasado 8 de noviembre.
De acuerdo con el sistema electoral estadunidense, los votantes no eligieron al próximo presidente del país sino a los 538 integrantes del Colegio Electoral, quienes hoy decidirán quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca.
La Constitución de Estados Unidos prevé que “el primer lunes después del segundo miércoles de diciembre” —es decir, hoy—, los miembros del Colegio Electoral se reúnan en las capitales de su respectivo estado para que cada uno de ellos deposite un voto para presidente y otro para vicepresidente.
La elección presidencial en Estados Unidos es indirecta. Cada estado tiene asignado, de acuerdo con su población, un número de miembros del Colegio.
Los votos que hoy se depositen serán contados el 6 de enero, en una sesión especial del Congreso.
Sólo entonces será formalmente presidente electo Donald J. Trump, quien tomará posesión el 20 de enero en las escalinatas del Capitolio.
Tradicionalmente el Colegio Electoral ha sido un simple formalismo. Sin embargo, la polarización de la campaña presidencial ha conducido a que se contemple la posibilidad de que algunos de los 306 miembros del Colegio que fueron inscritos bajo la candidatura de Trump no voten por él.
En realidad, se necesitaría que al menos 37 de ellos no apoyaran al empresario para que éste cayera por debajo del mínimo necesario para ser declarado presidente electo, que son 270.
Aun ganando hoy en el Colegio Electoral, si Trump no alcanza esa cifra, la decisión sobre quién es el próximo presidente recaería en la Cámara de Representantes.
Nada indica que Trump no conseguirá hoy al menos 270 votos en el Colegio Electoral. De entrada, 29 de los 50 estados obligan legalmente a los miembros de ese órgano a votar por quien obtuvo la mayoría del voto popular en el estado. Y no pasan de seis los integrantes del Colegio quienes han dicho o insinuado que podrían no votar por el magnate.
Sin embargo, el que meramente se discuta la posibilidad de que el Colegio asuma el rol que originalmente le asignaron los llamados “padres fundadores” —es decir, de ser un mecanismo de defensa contra la llegada a la Casa Blanca de alguien no apto para ser Presidente—, es otra muestra de lo controvertido y polarizante que resulta Trump.
El punto de mayor polémica es su cercanía con el presidente ruso Vladimir Putin, cuyos servicios de inteligencia habrían buscado influir en la elección del 8 de noviembre, de acuerdo con la CIA y el FBI.
El viernes pasado, en su última conferencia de prensa del año, el presidente Barack Obama avaló esas versiones. Incluso dijo que había hablado sobre el tema con Putin, a principios de septiembre, durante la cumbre del G20, en China.
Aunque es altamente probable que Rusia haya estado detrás de la filtración de correos electrónicos de John Podesta, jefe de la campaña de Hillary Clinton, el Partido Demócrata aún tiene que asumir la responsabilidad de postular a una candidata que competía en impopularidad con Trump.
Peor aun, Hillary Clinton tenía el agravante de ser la personificación del statu quo en una campaña electoral en la que buena parte de los votantes mostraba un ánimo antisistema, como está ocurriendo en muchos lugares del mundo.
Al final, la candidata demócrata ganó el voto popular a nivel nacional, por 2.5 millones de sufragios, pero la derrotaron los 77 mil 188 votantes que dieron la ventaja a Trump en tres estados que le otorgaron el margen que hoy lo tiene en la antesala de la Casa Blanca: Michigan, Pensilvania y Wisconsin.
El propio Obama, quien el viernes señaló la interferencia de Putin en los comicios, también había hecho un velado reclamo a Hillary unos días después de la votación: no se puede ganar, dijo, sin hacer una campaña intensa en todo el país.
Más allá de la interferencia rusa, los 77 mil 188 votos mencionados decidieron que Hillary perdiera esos tres estados, a los que ella no se dedicó suficientemente en campaña porque allí su partido había sido imbatible. Y son la razón por la que ahora el mundo tendrá que lidiar con Trump.
