La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía
Una última o antepenúltima, para cerrar el año de Eduardo Rivera Pérez, el alcalde más breve de Puebla.
La discusión en la Comisión de Patrimonio y Hacienda Municipal —espacio en que se aprobarían dos de sus cuentas públicas: la de 2013 y los 45 días de 2014— fue surrealista.
Y pese a que la votación quedó 4 a 1 en contra de las cuentas públicas, Irma Adela Fuentes Guevara, presidenta de la Comisión, se las ingenió para meterlas al Pleno, en contubernio con el alcalde, violando flagrantemente la ley.
Y es que no es posible meter al Pleno los dictámenes votados en contra.
¿Quiénes se opusieron tajantemente?
El regidor priista José Octavio Castilla Kuri y los panistas Miriam Mozo Rodríguez, Carlos Arturo Ibáñez Alcocer y Xóchitl Maura Barranco Cortés.
Una y otra vez, Irma Adela Fuentes intentó imponer su criterio pese a la evidente desventaja.
Y más: quiso manipular el acta.
Una vez consumada la derrota de Rivera Pérez en la Comisión, sobrevino la Operación Chiquero.
A través de la regidora priista Sandra Montalvo, Lalo Rivera logró hablar con Ivonne Ortega, secretaria general del CEN del PRI, a quien le pidió encarecidamente, y con la angustia brotándole en la garganta, que hiciera todo lo posible —“por favorcito”— para que los “tricolores” se ausentaran de la sesión del Pleno en la que arbitrariamente se discutirían las multicitadas cuentas públicas.
Ivonne Ortega terminó cediendo y los regidores priistas, faltaba más, se prestaron a la farsa.
(No fue una acción gratuita. Fuentes confiables del entorno del entonces alcalde aseguran que cada uno recibió —como bono navideño— un millón de pesos).
El resultado no podía ser de otra manera: las cuentas públicas llenas de irregularidades fueron aprobadas sólo con el voto en contra de Ibáñez, Mozo y Barranco.
Al final de la sesión, Rivera estaba eufórico.
Y cómo no: su cochinero había pasado la prueba del ácido.