Los guisantes de Mendel
Por Victor Florencio Ramírez Cabrera
Para analizar los “gasolinazos” hay que revisar como se origina el costo de la gasolina. Tal vez eso nos pueda explicar la promesa fallida de bajar o mantener sus precios.
El costo de la gasolina tiene cuatro componentes principales:
- El costo del petróleo crudo, que corresponde a un precio internacional.
- El costo de la refinación,
- El costo logístico del suministro (traslado y despacho).
- Impuestos como el IEPS e IVA.
Hay algo que acotar: el costo del petróleo crudo ya incluye de inicio un impuesto, pues la diferencia entre el precio internacional y el costo de producción lo captura el Estado como renta petrolera. Cuando el precio del crudo baja, la renta petrolera baja también. El precio internacional depende de la oferta y la demanda.
Si la renta petrolera es la base de la recaudación y no una base de contribuyentes amplia, el Estado buscará una manera de sustituir la renta cuando el precio del petróleo cae. Esa es la función del IEPS: cubrir un sistema hacendario deficiente con un impuesto fácil de cobrar. Este año tan sólo se pretenden recaudar unos 280 mil millones de pesos por el IEPS.
Si revisamos el resto de los componentes del precio de las gasolinas encontraremos más complejidades:
Por ejemplo: ¿Imagina usted un producto que, aunque se produzca sólo en cinco lugares del país cueste lo mismo en todo el territorio? O sea: no importa si se compra a 10 o 400 kilómetros de distancia de donde se produce o importa, el costo es el mismo. Para eso, se tiene que distribuir el costo de trasportación por igual. Esto sólo es posible en un monopolio, pues quien lo ejerce puede repartir parejo (o subsidiar, si es monopolio de Estado); en un modelo de competencia no puede suceder eso.
Más o menos eso sucedía con el precio de las gasolinas y por eso costaba lo mismo en todo el país. La liberalización de las gasolinas hace que los combustibles tengan su valor real, incluido el costo de flete. Ese problema es de modelo: tenemos una economía basada en un energético tan localizado como el petróleo y todos los países del mundo lo padecen, es inevitable.
Ahora, si consideramos que el precio del petróleo no dependerá de quien lo extraiga, el resto del proceso de la gasolina (refinación, transporte, despacho, almacenamiento) son nichos de oportunidad para ser más eficientes, disminuir costos, ser más competitivo, mejorar calidad y por tanto, ofrecer productos y servicios mejores y de más bajo costo. Sin embargo este nicho de oportunidad representa, cuando mucho, cerca del 20 por ciento del costo final del producto y es mucho menor al comparado con el IEPS.
La apertura al mercado de gasolinas puede ir generando menores costos en refinación y logística, pero el costo final depende también de los otros dos componentes.
Quien haya afirmado que el precio de la gasolina bajaría con la liberalización simplemente no entendió la reforma. La gasolina si, puede bajar por menores costos en logística y refinación, pero también puede subir por precio internacional e impuestos.
Entre todo este asunto, hay quien afirma que este es el momento de construir refinerías propias para abastecer el mercado local y dejar de importar.
La realidad es que PEMEX ha reportado año con año pérdidas en refinación; tan sólo en los últimos seis años unos 666 mil millones de pesos se han perdido ahí. Bajo ese modelo, es impensable permitir que se use el gasto público en crecer esa fuente de pérdidas constante.
¿La causa de estas pérdidas es la mala administración de PEMEX? Puede ser, pero no sólo eso, sino condiciones naturales: Una parte de las refinerías de México fueron construidas para crudo ligero, porque se producía más. Pero ahora producimos mucho más crudo pesado. Reconfigurar y adaptar las refinerías es muy caro, además de que difícilmente se logrará que trabajen al 100 %, a menos que se reconstruyan casi en su totalidad.
Considerando esto, es buena opción permitir la inversión en refinación, pero con ese esquema, y no gastar dinero del Estado para ello.
