Los Guisantes de Mendel

Por: Victor Florencio Ramírez Cabrera

 

Es necesario iniciar el fin de esta serie con una reflexión:

La gasolina proviene de un recurso no renovable y que por lo tanto se acabará. Además, no siempre ha sido fácil obtenerlo y no siempre hay la misma cantidad disponible, pero hay algo real, cada vez habrá menos. Y en el mercado lo que tiende a escasear tiende a subir de precio. Entonces, nos guste o no, el precio del petróleo y sus derivados tenderá a subir a lo largo de la historia irremediablemente.

Y si el precio de referencia del producto es una moneda extranjera contra la que, debido a, primero, un sistema proteccionista (hasta los años 80) y después al llamado “capitalismo de compinches” o simulado, nuestra moneda se deprecia constantemente, el precio subirá de forma más acelerada. Esa es la explicación base lo que puede encarecer aún más las gasolinas en el futuro, y no lejano.

Ahora, podríamos subsidiar y esconder el incremento natural del precio de las gasolinas, pero no pararlo. Y subsidiarlo o esconderlo puede ser catastrófico. No exagero.

En los hechos siempre hemos pagado el precio real de las gasolinas, ya sea mediante pago directo, impuestos, desinversión en sectores diversos por desvíos (legales) al subsidiar, o simplemente porque hemos dejado de recibir servicios de gobierno o sacrificado proyectos por subsidiar los combustibles. Lo que sucede es que, excepto cuando es pago directo, ni nos enteramos. Y cuando nos enteramos es porque pagamos directamente, pasa lo que en estos días.

Desde los ochentas hemos “controlado” el precio del petróleo y tal vez por eso (y por la corta memoria) no nos queda claro que nuestro recurso no renovable tiende a encarecer, aunque ahora lo que nos dejó por encima del costo de mercado sea el IEPS.

Y la misma suerte puede correr todo el sector energético si no migramos rápido hacia energías renovables. Y ahí el impacto si sería general y mucho más costoso.

El problema en esta ocasión no es sólo el gasolinazo y, como muchos me han comentado en estos días después de leer la serie, el problema es que se ha juntado todo: casa blanca, Malinalco, bonos millonarios de diputados, frivolidades de la clase política en general (con sus excepciones muy honrosas), corrupción escandalosa; también muchos ven con desconfianza al sector petrolero (PEMEX): altos salarios, baja productividad, prestaciones que parecen privilegios inexplicables en otros sectores, contratos exorbitantes y hasta el robo de combustible le abona al rechazo.

Todo esto se vuelve un coctel que, alimentado por un desconocimiento brutal de cómo funciona el mercado de la gasolina, son el pretexto perfecto (y en buena parte razón legítima) para todo lo que estamos viviendo.

¿Cuál podría ser la solución para bajar el costo? Para muchos eliminar el IEPS y tal vez sea la única medida relativamente racional para bajar el precio. Pero para eso es necesario recortar el gasto público. Obviamente eliminar los abusos, los bonos excesivos, los fraudes de exgobernadores y la corrupción en general ayudaría a eso, pero no será suficiente. La otra es endeudarse, pero eso puede afectar la paridad peso-dólar por la desconfianza de las finanzas públicas, lo que encarecería más la gasolina.

El problema es, básicamente, que difícilmente alguien estará dispuesto a ceder. Cada quien defenderá la parte del presupuesto que, legítimamente o como interés creado, cree que le corresponde. Y reducir el gasto también tendría consecuencias sociales variadas.

En el fondo parece haber un diálogo imposible: el gobierno no comunica bien y los inconformes no están dispuestos a escuchar. Cada quien defiende sus intereses, sin voltear a ver lo que sus intereses influyen en otros, igual, menos o más legítimos.

Tal vez es momento de revisar la estructura de nuestro gobierno, definir que queremos, cuanto queremos y cuanto estamos dispuestos a dar los mexicanos, todos, para que el Estado funcione. Acabar con la corrupción es necesario, si, pero no suficiente.

Tal vez sea momento de menos gobierno y más ciudadanos (ciudadanía real, educada y fuerte), de lo que llaman comúnmente un “nuevo pacto social”, y esto va muchísimo más allá de un tanque de gasolina lleno.

 

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