La despedida de Rafael Moreno Valle fue también la bienvenida de Tony Gali Fayad al frente del gobierno poblano
Por Mario Galeana
Fin y principio. En el podio, Rafael Moreno Valle se despide. Entre el público, José Antonio Gali Fayad aplaude, sonríe. Su lugar, la fila de los gobernadores en funciones. Son 20 mandatarios estatales y él. Tony Gali es el único, sin embargo, que da dos, tres pasos, y aplaude al escuchar el saludo de su amigo, como si el presente que aún no inicia se abalanzara sobre el pasado que aún no termina.
“Saludo con aprecio y reconocimiento a mi amigo, el gobernador electo de Puebla, Tony Gali, con quien estoy seguro continuará la ruta del progreso”, dice Moreno Valle. Y la respuesta del próximo gobernador de Puebla es efusiva, emotiva.
En una larga hilera de funcionarios estatales que al escuchar su nombre y bienvenida apenas se levantan y saludan con una mano al público, Gali Fayad rompe el protocolo. Avanza hacia Moreno Valle y aplaude en el aire. Da la vuelta y extiende los brazos hacia los asistentes.
“Va por ustedes”, dice. Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, lo saluda apenas toma su lugar de nuevo.
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José Antonio Gali Fayad suelta un jab. Luego otro. Uno más. Balancea sobre sus tobillos, gira la cadera y lanza un gancho. Otro jab. Alza los puños y la gente corea su nombre.
Tony.
Tony.
Tony.
De aquel cierre de precampaña hacen ya más de 10 meses, pero la actitud beligerante que el ahora gobernador electo de Puebla ha mostrado frente a los protocolos es la misma.
En aquel mitin, el último de la campaña interna del PAN para elegir candidato al gobierno de Puebla, Gali Fayad simuló ser un boxeador. Y soltaba jabs y ganchos, y los políticos en torno suyo sonreían, extrañados de que uno como ellos pudiera ser capaz de hacer todo eso.
Ayer, durante la presentación del último informe del gobernador Moreno Valle, que se llevó a cabo en el Centro de Convenciones de Ciudad Modelo, no hubo jabs. Tony Gali no lanzó ganchos ni rectos. Pero el protocolo se rompió, sin duda.
El acceso para los gobernadores invitados se encontraba a un costado del centro de convenciones, y ese fue también el acceso para el próximo gobernador de Puebla, que pasó de ser secretario estatal a figura dentro del mapa de la política nacional en apenas tres años.
Gali Fayad avanzaba tomado de la mano de su esposa, Dinorah López, hasta que la prensa –limitada por un par de vallas– gritó su nombre en busca de una entrevista: un poco de claridad en torno a la bruma de especulaciones sobre su gobierno.
Tony.
Tony.
Tony.
Y el gobernador electo caminó hasta ellos. Por unos minutos robó reflectores al hombre que busca la Presidencia de México. Dijo dos cosas: que el alza al transporte público en 2017 no es un hecho y que su gabinete estará definido en las próximas dos semanas.
Dio la vuelta y enfiló hacia la entrada del recinto. A partir de entonces, sus declaraciones públicas se limitaron sólo a tres tuits. Respeto. Silencio. La forma ante todo.
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“Me encuentro en Ciudad Modelo acompañando a @RafaMorenoValle en su sexto informe al frente del estado. #ElCambioEsPosible”, escribió en la red de los 140 caracteres. En la fotografía que acompañó al tuit, Gali Fayad estrecha la mano de Moreno Valle. Fin y principio en una sola imagen.
Al pasado le restan dos semanas y al presente un año y 10 meses. Y los políticos lo saben. Por ejemplo, la delegada en Puebla de la Secretaría de Gobernación (Segob), Ana Isabel Allende Cano, declaró a los medios que ya espera las reuniones con el próximo gobernador. Activistas sociales y familiares de víctimas de desaparecidos y desaparecidas solicitan, desde ahora, audiencias con Gali Fayad.
El ocaso de un gobierno es, también, el fulgor de uno nuevo. Y el presente se abalanza sobre el pasado.
