Traspatio

Por Luis Pavón / @pavonlui

Le pusieron todo tipo de apodos. Su figura obesa (llegó a pesar 130 kilos) y voz chillona eran el blanco perfecto para eso.

De niño fue panadero, repartía a domicilio el producto de la pequeña panadería familiar.

Empezó su carrera en la administración pública como asistente, “cargando las maletas” de su padrino político, quien lo ayudó para que pagara sus estudios universitarios en una de las instituciones más caras del país. Su padre murió en la Ciudad de México durante el temblor de 1985.

Se casó con la hija de una de las familias más conocidas por sus empresas,  en el puerto petrolero ubicado al sur de la entidad que lo vio nacer.  En los pasillos de la sociedad porteña cuentan que al principio no lo querían sus suegros.

Poco a poco fue ascendiendo en la vida política, siempre de la mano de su padrino político que hoy es cónsul en Barcelona, España.

Fue diputado, subsecretario y secretario de Finanzas. En 2010 el dedazo de su padrino, quien años después declaró haberse equivocado, lo hizo candidato a gobernador. Asumió el cargo el 1 de diciembre de 2010 pero faltando 49 días para terminar su mandato solicitó licencia.

Argumentó que era por amor a su estado, para limpiar su imagen y demostrar que tenía las manos limpias. En menos de una semana tenía orden de aprehensión.

Su paradero es un misterio. Sus tropelías son casi todas conocidas, insisto, casi todas, porque “aún hay más”  dijera Raúl Velasco en su famoso programa Siempre en domingo.

En su ambición desmedida se llevó entre las patas a lo más sagrado de los seres humanos: la mamá. La usó como prestanombres. El SAT incluyó en su lista de personas que investigaba a María Cecilia de Ochoa Guasti.

A los 36 años se convirtió en gobernador. A los 41 se convirtió en prófugo de la justicia y en el personaje político más repudiado: Javier Duarte de Ochoa.

El saqueo que cometió es incuantificable, hay una danza de cifras al respecto. Su sucesor Miguel Ángel Yunes lo calcula en 100 mil millones de pesos.

Pero Javier Duarte no sólo se robó el dinero de los veracruzanos, los dejó colgados con decenas de obras prometidas, que eran la esperanza de miles de ciudadanos, duplicó otras, llegó a poner dos veces la primera piedra.

El 23 de junio de 2016 el Congreso de Veracruz autorizó al Poder Ejecutivo enajenar tres mil metros cuadrados de una superficie ubicada en la reserva territorial de Xalapa para construir la Unidad Especializada en Combate al Secuestro, con una inversión de 90 millones de pesos.

Sólo que dos años antes, el 21 de agosto de 2014, Duarte se tomó la foto con la famosa ceremonia de la primera piedra para esa misma Unidad de Combate al Secuestro. Lo hizo en el sitio cuya tierra le estaba donando el Congreso.

Es decir, Javier Duarte pretendía construir sin tener la propiedad del terreno o el Congreso aprobó de manera duplicada una enajenación de tierras

También dejó embarcada a la Secretaría de Marina. El 25 de julio de 2014 puso la primera piedra del hospital naval, el cual se construiría en Coatzacoalcos, a un lado del Parque Tecnológico “Nuevo México”, reserva territorial que entregó Fidel Herrera a Antonio Macías, suegro de Duarte.

Todo quedó en la toma de la foto. Nunca hubo una segunda piedra.

Siempre desafiante a las reglas y respetar las leyes, en 2016, en plena veda electoral por las campañas a la gubernatura, colocó la primera piedra del hospital general de Coatzacoalcos. Una deuda con la zona sur del estado, dijo en la ceremonia. Ahí se comprometió a que en noviembre estaría terminada la obra, lo cual no sucedió.

Por si fuera poco, dejó colgados a sus amigos constructores, a quienes les pidió ayuda urgente para terminar las obras relacionadas con los Juegos Centroamericanos. Luis Exome, conocido empresario, entró al rescate y terminó la obra pero no le pagaron.

El segundo hombre más rico del mundo, mexicano de origen libanés, también es uno de los damnificados.

Duarte se fue sin pagarle los trabajos del túnel sumergido en Coatzacoalcos, una obra eterna que lleva dos sexenios salpicada de innumerables irregularidades en el manejo de los recursos.

La falta de pago a los constructores provocó que varias veces fuera suspendida pero la administración de Duarte logró que una constructora de Carlos Slim entrara al quite, se reanudaron los trabajos. El sueño era inaugurarlo antes de terminar su sexenio.

Las entradas y salidas del túnel sumergido que va por debajo del río Coatzacoalcos, hacia la congregación de Allende y los complejos petroquímicos, tiene problemas en la liberación de los terrenos.

Al túnel sumergido ya le dicen La puerta de Alcalá porque sólo está viendo pasar el tiempo.

Eso es lo que se conoce hasta ahora; dicen los que saben que aún nos faltan muchas cosas por saber de las andanzas del admirador del generalísimo Francisco Franco.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *