Por: Alejandro Juárez
Era el Día del Amor y la Amistad de 2006 y la nota a ocho columnas de La Jornada era ensordecedora: Al desnudo, la intriga contra Lydia Cacho.
Menos de un mes más tarde, un joven político que había iniciado su trayectoria en el Revolucionario Institucional aparecía en las notas periodísticas del país por oponerse a las prácticas del PRI.
Su nombre, Rafael Moreno Valle: el primer poblano en poner fin al cacicazgo de casi 80 años del tricolor en la entidad poblana.
El 4 de marzo de 2006, mientras el entonces gobernador priista Mario Marín Torres caía a un precipicio por el caso Lydia Cacho, Moreno Valle y tres diputados del tricolor renunciaron a su partido.
Rafael no era, entonces, un político pequeño. Fungía como presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado y, pese a tener apenas 38 años, ya había sido el todopoderoso secretario de Finanzas y Desarrollo Social durante la administración de Melquiades Morales Flores, así como diputado federal.
Pero la filtración de conversaciones telefónicas entre el primer priista del estado y el empresario Kamel Nacif cambió su destino político.
DERROTA AL YUNQUE
Tras anunciar su renuncia al PRI, Moreno Valle se afilió al PAN y, bajo las siglas de este instituto político, contendió y ganó un lugar en el Senado de la República. La popularidad del neopanista era abrumadora, tanto que había superado, inclusive, a la de panistas tradicionales como Ana Teresa Aranda Orozco.
En enero de 2010, Moreno Valle solicitó licencia al Senado e inició su camino para ganar la contienda interna de Acción Nacional.
Sin señalarlo públicamente, el poblano tejía desde antes una política de alianzas con distintos partidos políticos. Sabedor de la hegemonía del PRI en el estado, Rafael Moreno Valle inició acercamientos con los partidos Nueva Alianza, PRD y Convergencia (hoy denominado Movimiento Ciudadano).
Pero el PRI no era entonces su mayor rival, sino la yunquista Ana Teresa Aranda, quien lo criticaba una y otra vez. La contienda interna del PAN fue álgida. Incluso el día de registro de aspirantes a la candidatura blanquiazul, la hoy política independiente calificó a Moreno Valle como un “priista pirata”.
Él poco habló de Aranda Orozco. Una fotografía publicada en diarios locales refleja el ánimo del ala morenovallista aquel día: Rafael alzando un gallo ante las sonrisas de la multitud, y su esposa Martha Erika Alonso a su lado, sonriendo.
“Este día representa el fin del mal gobierno para Puebla”, pronunció el joven político en esa ocasión.
LA HEGEMONÍA PRIISTA, DERRUIDA
A la postre, Moreno Valle fue elegido candidato del PAN al gobierno de Puebla y dejó en Ana Teresa Aranda un ánimo de resentimiento que se prolongó hasta 2016, cuando renunció a su militancia para buscar por la vía independiente la gubernatura del estado. Perdió.
El candidato del PAN tenía ante sí un monstruo: la maquinaria priista del estado. Las alianzas tejidas con anterioridad rindieron frutos y, así, el joven político anunció una megacoalición nunca antes vista, que llevaba por nombre Compromiso por Puebla (CPP).
Y la contienda inició. Javier López Zavala, candidato por el PRI, ex secretario de Desarrollo Social de la administración marinista. Rafael Moreno Valle era, por otra parte, el político del cambio.
Ésa fue, al menos, la imagen con la que se plantó en el único debate entre candidatos. Ahí, López Zavala hizo ataques homofóbicos, mientras que el panista Moreno Valle alegó a un cambio en el estado.
Las baterías también se enfocaron en una estrategia peculiar: construir la historia del héroe contra el villano. Moreno Valle contra Mario Marín.
El discurso y la estrategia rindieron frutos. La tarde del 4 de julio de 2010 los primeros cómputos daban una holgada victoria en favor del candidato por la coalición Compromiso por Puebla. El PRI se proclamaba vencedor, pero días más tarde, su entonces dirigente estatal, Alejandro Armenta Mier, lo reconocía: “No perdimos, nos ganaron”. Las caras largas, el ánimo de una derrota inesperada.
En el PAN, el júbilo. Los flashes y los abrazos y las serpentinas y el festejo sin miramientos.
“Los poblanos ya no están dispuestos a que nuestro estado sea el tercero más pobre; no estamos dispuestos a ser el cuarto estado más corrupto, a tener el peor sistema de impartición de justicia en el país, ni tampoco estamos dispuestos a tener el gobierno más incompetente de México”, pronunció el gobernador electo.
GOBERNADOR PONE GOBERNADOR
Una vez en Casa Puebla, Rafael Moreno Valle lo obtuvo todo. Primero, consiguió que sus operadores electorales en el Congreso del Estado consiguieran la aprobación de sus primeras iniciativas y, en 2013, cuando se renovaron las 41 curules locales, obtuvo también una mayoría para que sus propuestas fueran aprobadas sin reservas.
Luego consiguió el control de su partido y de los distintos órganos electorales en el estado. Y, en su camino, conoció a su sucesor: José Antonio Gali Fayad.
Moreno Valle nombró secretario de Infraestructura a Tony Gali, luego respaldó sin miramientos sus aspiraciones a la presidencia municipal de Puebla y, finalmente, lo apoyó como candidato al gobierno de Puebla.
El rival no era ya Javier López Zavala, sino la senadora Blanca Alcalá Ruiz. La priista echó mano de la memoria y plantó cara a Moreno Valle con una frase que él acuñó durante el único debate entre candidatos al gobierno de Puebla en 2010: “Gobernador no pone gobernador”.
Pero Moreno Valle fue artífice y sacudida de la misma frase. Y sí, se convirtió en el único gobernador en funciones en imponer, por la vía democrática, a un sucesor.
Sólo Maximino Ávila Camacho, en el año 1941 lo había logrado en la historia de Puebla. El hermano del presidente Manuel Ávila Camacho logró el nombramiento de su delfín político: el médico Gonzalo Bautista Castillo.
Desde entonces, mandato tras mandato, la hazaña trató de ser replicada sin éxito. Lo intentó Rafael Ávila Camacho (1951-1957). Lo intentó Guillermo Jiménez Morales (1981-1987). Lo intentó Manuel Bartlett Díaz (1993-1999). Lo intentó Mario Marín Torres (2005-2011).
Todos fracasaron. De una u otra manera, el elegido de cada gobernador era sustituido en cada contienda interna, o bien, derrotado en las urnas.
Pero la larga cadena de sucesiones no logradas quedó derruida en junio de 2016. Tony Gali resultó electo por encima de Alcalá Ruiz con una holgada victoria, y el mito caía.
El gobernador ponía gobernador.
