Bitácora

Por Pascal Beltrán del Río

Para la familia Beltrán del Río Madrid,
con un abrazo solidario.

Una característica de estos tiempos es que la historia camina más rápido.

Los hechos se suceden a una velocidad tal que muchas veces resulta todo un reto para los analistas capturarlos.

La elección presidencial francesa de la primavera entrante podría significar el principio del fin del éxito de los movimientos populistas.

Éstos venían en ascenso desde hace algunos años, pero se hicieron notar fuertemente a partir de 2015 con los triunfos electorales del partido Syriza, en Grecia; el Brexit, en el Reino Unido, y Donald Trump.

Si las encuestas no están erradas –y ésa es siempre una gran incógnita– el electorado francés estaría regresando hacia el centro, después de haberse fugado hacia los márgenes del espectro ideológico como una forma de rechazo a los políticos tradicionales.

El impulso de los votantes sigue siendo antisistema, pero sin las extravagancias y la estridencia que caracterizan a los populistas. Y es, al mismo tiempo, pragmático sin ceder un ápice a la arrogancia de los partidos históricos.

Hasta hace unos días, parecía que los franceses tendrían que optar el 23 de abril entre radicales de derecha e izquierda para suceder al presidente François Hollande, quien decidió no buscar la reelección.

Por la derecha están Marine Le Pen, del Frente Nacional, y François Fillon, de Los Republicanos. Por la izquierda, Benoît Hamon, del gobernante Partido Socialista, y Jean-Luc Mélenchon, de Francia Insumisa.

Pero de pronto entró en escena un personaje que pocos esperaban: Emmanuel Macron, de En Marche!, un nuevo movimiento político que se presenta como “ni de derecha ni de izquierda”, y quien, a sus 39 años de edad, ha capturado la imaginación de los votantes.

Macron se ha beneficiado de la victoria de los aspirantes más radicales en las elecciones primarias de los partidos tradicionales de la derecha y la izquierda. Por un lado, el Partido Socialista optó por Hamon, exvocero de la organización y exministro de Educación, dejando en el camino al exprimer ministro Manuel Valls. Por otro lado, Los Republicanos (fuerza que deriva de la gaullista Agrupación por la República) apoyaron al también exprimer ministro Fillon, en detrimento de Alain Juppé, quien está menos a la derecha que aquél.

Macron, quien se define como social-liberal, ahora está en posición de cosechar los apoyos de los moderados en los partidos tradicionales, aquellos que estaban con Valls y Juppé, además de los de quienes rechazan que Francia se vaya por los caminos radicales y euroescépticos señalados por Le Pen y Mélenchon.

Nacido el 21 de diciembre de 1977, Macron podría convertirse en el Presidente más joven en la historia de su país.

Estudió filosofía en la universidad de París Nanterre, donde disertó sobre la obra de Hegel y trabajó como asistente del profesor y célebre filósofo Paul Ricoeur.

Luego entró en el gobierno vía la Escuela Nacional de Administración y posteriormente se convirtió en banquero en la firma Rothschild.

Presentado con Hollande por Jacques Attali –asesor del entonces presidente François Mitterrand–, Macron se convirtió en ministro de Finanzas cuando apenas tenía 36 años de edad.

Fundó el movimiento En Marche! en abril del año pasado y lanzó su candidatura presidencial en noviembre.

Entusiasta de la ópera, este joven político se casó en 2007 con la maestra de francés de sus años preparatorianos, quien le lleva 24 años de edad y tiene tres hijos de un matrimonio anterior.

Los recientes escándalos de corrupción protagonizados por Fillon le han abierto aún más la vía hacia el Elíseo.

Las encuestas lo colocan como el favorito de la contienda. Se espera que, aun perdiendo en la primera vuelta de los comicios, tendrá suficiente apoyo para vencer en el balotaje a Le Pen.

Ésta acaba de postularse siguiendo el ejemplo de Trump, prometiendo echar atrás la globalización y poner un freno a la inmigración.

Un eventual triunfo de Macron indicaría que los movimientos populistas se están quedando sin gas.

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