Bitácora

Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

 

Ayer escribí en este espacio que, a pesar de que me hubiera gustado ver a más ciudadanos movilizados para hacer frente a Donald Trump y para solidarizarse con nuestros connacionales migrantes, las marchas del domingo me parecieron exitosas.

¿Por qué?

Porque 20 mil mexicanos en la capital y al menos 20 mil más en otras ciudades de la República dejaron a un lado el desánimo y tomaron las calles para expresar su punto de vista.

Porque desde hace ocho años que no se daba una marcha de miles de personas que no fuese convocada por partidos, sindicatos o la Iglesia y/o cuyos integrantes no fueran en su mayoría acarreados.

Porque las marchas han caído en el desprestigio, pues generalmente se proponen causar molestia a los ciudadanos y sus organizadores usan eso como factor de presión para sacarle algo a la autoridad.

Porque las movilizaciones que se dan en el espacio público ahora tienen la competencia de las redes sociales, donde los comentarios inteligentes suelen perderse entre millares de exabruptos.

Porque la ciudadanía organizada y consciente había casi abandonado las calles y las plazas y, puesto que alguien siempre llena los vacíos, éstas se las han ido apropiando poderes fácticos como los criminales.

Porque se probó que una marcha puede ser noticia sin que sus integrantes vayan encapuchados y sin que se rompa una sola ventana, se saquee un solo negocio o se pintarrajee una sola pared.

Porque se puede marchar y llamar la atención sin necesidad de cortar abruptamente la circulación y afectar la vida de personas que sólo quieren llegar a su trabajo o ir por sus hijos al colegio.

Porque una sola persona que dé la cara y salga a marchar es más útil a la democracia que un centenar que se sienta en un café a tuitear insultos desde el celular, buscando desprestigiar a quienes marchan.

Porque dedicar el domingo a una actividad cívica y unirse con otros en una causa que sirve a mexicanos desaventajados –y no a ellos mismos– es algo loable, a diferencia de quienes siembran la discordia.

Porque quienes dicen que las marchas del domingo fueron un fracaso no pueden abstenerse de hablar de ellas, con lo que ayudan a que el mensaje de estas movilizaciones se escuche.

Porque, a diferencia de las marchas del llamado “sindicalismo democrático” –donde se agrede a los ciudadanos que no coinciden con él y a los reporteros que las cubren–, aquí cada quien dijo lo que quiso.

Porque los políticos tuvieron el pudor de no acercarse a lo que, obviamente, era una actividad ciudadana (aunque algunos aprovecharon el día para realizar visitas oportunistas a los migrantes).

Porque se hizo notar que las marchas son un derecho ciudadano sobre el que nadie tiene patente, aunque algunas organizaciones y partidos pretendan lo contario.

Porque se sumó al llamado una institución que los mexicanos frecuentemente volteamos a ver como faro: la UNAM, cuyo rector tuvo la valentía de no quedarse observándola de lejos, sin decir nada.

Y porque los reventadores de esta movilización se quedaron con las ganas. No fueron la nota del domingo, por más que se esforzaron en sacar a relucir sus estrategias de provocación.

Fracaso es una cosa de la que nadie habla. Por ejemplo, la inexistente convocatoria a manifestarse lanzada por quienes se dedicaron a insultar –incluso con epítetos racistas y clasistas– a quienes pensaban marchar el domingo.

Si fueran tan buenos, ellos llamarían a una manifestación de iguales características: ciudadana, sin acarreados, sin autobuses, sin almuerzos gratuitos.

Sería bueno ver si tienen esa capacidad. Una marcha para lo que quieran decir. En domingo, sin provocar molestias a cientos de miles.

No está fácil. Durante el tiempo en que la redacción de este periódico estuvo en la Esquina de la Información, vi pasar frente a mi oficina centenares de marchas. La mayoría no llegaba a mil participantes. Y la mayoría terminaba en un bloqueo de calles para sacar algo que sólo ellos querían.

Quiero ver que, en condiciones iguales a las de #VibraMéxico, los azuzadores del rencor social, los activistas de sofá, aquellos que nada saben construir, convoquen a una marcha similar, para decir lo que se les antoje decir.

A ver si son tan buenos.

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