Apostar por la localización de la economía y no su globalización para combatir la pobreza urbana es uno de los temas que el alcalde de Puebla trae en la mira desde hace más de una década
Por Ignacio Juárez Galindo

I
Si uno no conoce a Luis Banck Serrato es muy fácil caer en una trampa: pensar que se encuentra frente al prototipo por excelencia de los discípulos de los Chicago Boys: economistas con una cascada de éxitos financieros, laureados, inteligentes y más sagaces que un lobo; yuppies y seguidores a muerte del neoliberalismo y el libre mercado.
Pero quienes conocen a Luis Banck saben que de Chicago Boy sólo tiene la inteligencia, el erudito conocimiento del mercado, la economía y sus alcances, así como esa sagacidad del zorro y el zarpazo del lobo.
Muy pocos saben, por ejemplo, que este ex profesor de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos, y una de las cabezas que dieron rumbo en México al monstruo empresarial conocido como MetLife, tiene una historia de crítica y ruptura con el Pensamiento Único, el Consenso de Washington y el neoliberalismo.
Sólo unos cuantos conocen aquella historia en la cual este funcionario del Banco Mundial como integrante de una interesante camada de jóvenes reclutada por Joseph Stiglitz decidió formar parte de una revuelta al interior del centro neurálgico de la economía mundial.
Luis Banck, el mismo que generó un modelo que se convirtió en referente nacional de combate a la pobreza, fue parte de esa élite que siguió a Stiglitz en su lucha contra el neoliberalismo, del mercado por encima del ciudadano y de la pobreza como pretexto de usufructo.
Luis Banck no es el Chicago Boy que se pudiera creer. Muy por el contrario, es el economista, el funcionario, el político, el hombre que siempre supo que la persona es primero que la variable económica.
II
Lunes 16 de mayo de 2005. Luis Banck Serrato me recibe en sus oficinas de la Secretaría de Desarrollo Social municipal. En sus manos trae un proyecto ambicioso que lo mismo apuesta por el combate focalizado de la pobreza, la intervención interinstitucional y recuperación del espacio público. (Años después me confiaría que era una apuesta por escalar en la política por la mejor vía: la del trabajo que termina por impactar a la gente).
Para ser honestos, me imaginé una entrevista con un funcionario que quería hacer buenas cosas, pero nada más.
La sorpresa llegó con la primera respuesta. Me dejó helado: “Mientras no cambiemos nuestro modelo de desarrollo mundial y latinoamericano, que ha probado ser eficaz para concentrar la riqueza en unas cuantas manos y destruir el medio ambiente, no vamos a poder abatir los niveles de pobreza. Las tres premisas del modelo de desarrollo actual son: competencia, exclusión social y degradación social, por eso tenemos que construir un modelo de desarrollo basado en la cooperación, en la inclusión social y en la conservación ambiental.
“Todos los indicadores a nivel mundial, nacional, estatal o municipal dicen con claridad que la brecha entre los ricos y los pobres es cada vez mayor, el proceso de globalización ha demostrado su ineficacia para repartir con equidad las oportunidades de desarrollo, estoy contra la idea de que la globalización está aquí y no hay nada qué hacer y que nos tenemos que aguantar”.
¿¡Cómo!? ¿Un economista egresado de una las mejores universidades del mundo cree que el sistema no funciona y aparte es un ex funcionario del Banco Mundial? ¿El mundo se volvió loco?
Pero, no. Frente a mí estaba un sujeto rubio, ojos claros, muy yuppie, muy culto, muy seguro de sí mismo y a la vez muy propio en sus palabras, con un pie fracturado por un combate de taekwondo. El mismo que me decía que las cosas no podían seguir igual.
Insistí en el tema.
—¿En contra del Pensamiento Único?
“¡Del Pensamiento Único y el Consenso de Washington! No nos tenemos que aguantar, tenemos que desarrollar un modelo de desarrollo alternativo, porque el que tenemos no es sostenible. Las premisas no pueden estar basadas en la competencia, sino en la inversión, en el capital humano y en un modelo de cooperación que permita que la mayoría de la gente goce de los beneficios del desarrollo, no la minoría. Tiene que haber un punto de inflexión donde construyamos un nuevo modelo de desarrollo”.
Otra nueva bomba. Sin poder ocultar mi emoción, insistí aún más:
—¿Cómo construir este nuevo modelo de desarrollo teniendo uno neoliberal que, de acuerdo con la CEPAL, propició que los pobres se hicieron más pobres y agudizó la pobreza urbana? ¿Cómo hacerlo desde un municipio que cuenta con un poco más de mil días, que recibe una sociedad polarizada y con un desgaste social generado por problemas políticos, económicos y sociales?
“A nivel mundial no necesitamos la globalización de la economía, sino la localización de la economía, es un proceso inverso. Suponer que en vez de tener muy pocos puntos de gran escala de generación de riqueza en el mundo, se deben tener muchos puntos de generación de riqueza en cada país; eso significa que tenemos que apostarle al desarrollo microrregional, que no tengas que viajar tres mil kilómetros para encontrar una oportunidad de vivir mejor, sino que en tu propia región puedas tener la oportunidad de desarrollar tus habilidades y éstas sean reconocidas por el mercado. Eso aplica en todos los niveles.
“En el nivel local se necesita cambiar el modelo de gobierno, pasar de un multisectorial, en donde cada sector hace lo que cree que le corresponde, a uno de coordinación interinstitucional, donde exista una visión compartida alrededor de la cual todo mundo pueda aportar la parte que le toque. La visión es la localización de la economía. Tienes en un mismo espacio para transformar las condiciones de manera integral para superar las condiciones de pobreza, el reto es evitar la dispersión de acciones gubernamentales y de todos los actores que inciden en el desarrollo social: la iniciativa privada, sector social, académicos y público”.
Luis Banck de pies a cabeza.
Sus palabras lo retrataron solo.
Un ave rara en el mundo de la política aldeana.
Un ave fresca y necesaria, por cierto.
III
Años después de esa larga entrevista –una de las muy pocas que Banck Serrato ha concedido en su vida política– me entero que su nuevo centro de operaciones está en MetLife. Su paso, como era de esperar, es exitoso.
A mi memoria viene, entonces, su trabajo: ser el primero en desarrollar un Plan Estatal de Desarrollo –en la gestión de Melquiades Morales Flores– con indicadores medibles y tiempos de ejecución. Me acuerdo del Premio “Max Shein” por impulsar la calidad de la enseñanza en escuelas públicas; el Premio Internacional Américas de las Naciones Unidas por el desarrollo de programas de alfabetización en comunidades de escasos recursos y el Premio Nacional Hábitat de Combate a la Pobreza Urbana.

IV
Una buena noticia para Puebla.
Recta final del 2013.
Luis Banck, de regreso en Puebla.
En los corrillos políticos se sabe que quien logró convencerlo se llama José Antonio Gali Fayad. Le ofreció la Secretaría de Desarrollo Social. Urgía contener un problema. Desde que el ex profesor de la Universidad de Georgetown soltó la capital poblana no hubo gobierno que pudiera hacer frente al grave problema de la pobreza. Tony Gali lo sabía: la capital poblana ocupaba el primer lugar nacional en ese indicador. Era necesario poner freno.
Sin embargo, una persona se atravesó en esos planes: Rafael Moreno Valle, en ese entonces gobernador de Puebla. Sin pensarlo terminó por reclutarlo y, si se me permite, le dio baje al presidente municipal electo. La apuesta resultó por demás exitosa: en dos años, Luis Banck no sólo logró que Puebla revirtiera los pésimos indicadores en pobreza sino que la forma en como lo hizo se convirtió en un modelo que fue adoptado por la Secretaría de Desarrollo Social para todo el país.
Luis Banck, ese viejo luchador codo a codo de Stiglitz, lo había vuelto a hacer.
V
Los astros, como era de esperarse, se alinearon a favor de Luis Banck.
La presidencia municipal tan ansiada llegó por un camino que nunca se hubiera imaginado.
Y Luis Banck sacó a relucir su mejor atributo: ser un ciudadano antes que político.
Son los nuevos tiempos para una presidencia que olía a rancio con los gobiernos priistas.
Banck lo sabe. Es su momento, su oportunidad.
Por eso, un día anuncia el rescate del lago de Valsequillo en conjunto con la mano de la ciudadanía –una apuesta única–, en otro decide viajar en bicicleta a su trabajo y en otros encabeza reuniones en diferentes países de América Latina, donde casi nadie sabe que está dando forma a los proyectos que pondrá en marcha en lo que resta de su administración.
Ávidos de la noticia fácil, los reporteros a veces se molestan con el alcalde ya que éste no es como el político tradicional acostumbrado a empalagar el oído con promesas huecas que no cumplirá. Lo dice para quedar bien con los parlantes a sueldo de los medios de comunicación.
Luis Banck, sin embargo, corre por otra pista. Una más compleja, innovadora, inteligente y muy vanguardista.
Escena 1: Los reporteros acosan al presidente municipal en un hotel del Centro Histórico. Luis Banck accede a revelar uno de sus proyectos más ambiciosos: eliminar la pobreza alimentaria en el municipio. No habrá quien se quede con hambre. No habrá quien no tenga para comer. Los reporteros se pierden en la información, no le entienden, no suena espectacular.
En mi oficina en 24 Horas Puebla me encuentro una nota perdida en el mar de información de un portal local. Comienzo a rastrear el tema. Me entero que la entrevista la concedió un viernes. Los tundeteclas deciden guardarla para “reventarla” hasta el lunes. Hay seis versiones diferentes de las declaraciones. No doy crédito. Pido el audio y comienzo emocionado a escribir la noticia. Le pido a los editores que me abran una plana especial. El proyecto es nuestra nota de ocho columnas. ¿Por qué? Porque no existe antecedente internacional de un plan de esa naturaleza. Banck nos pondrá de un brinco a la par de cualquier ciudad del primer mundo.
Escena 2: En la última larga conversación que tuve con el alcalde me entero que no sólo tenemos Luis Banck para rato sino que ha llegado recargado. Banck reloaded.
Me llena de proyectos y planes.
Me dice que está en pláticas con organismos y especialistas en América Latina. Estudia con tiento las experiencias de otros países. Me habla de un megaproyecto en San Miguel Canoa. Un centro para impulsar, fortalecer y detectar las habilidades y competencias de los niños indígenas. De acuerdo con el diagnóstico se les apoyará a cumplir sus sueños. Será un centro para detonar el talento de los niños y jóvenes.
Luis Banck me lleva a un viaje de una ciudad envidiable. Es la misma que quiere construir. Sabe que no es fácil, pero tiene la certeza de la experiencia y que sabe mucho del tema, del presupuesto y los alcances. Sabe que en sus manos tiene un tesoro inigualable. Por eso es cauto ante la urgencia de la nota fácil. Lo hizo antes. No tendría por qué hacerlo diferente. El éxito lo construye desde su lógica, desde su visión, desde el ciudadano, más que del político.
Escena 3: Luis Banck nunca imaginó llegar a la presidencia municipal en 2016. Se había preparado para el segundo periodo de Mario Marín Torres. No se pudo. A diferencia de otros hombres de poder aprendió muy rápido a tomar y dejarlo. Se equivocan los que buscan a un político, porque es un ciudadano, pero, sobre todo, es un hombre de poder, ya sea en el gobierno o en la iniciativa privada.
Si se pudiera decir con otras palabras: Sabe lo que es el poder, sabe usarlo y sabe hasta dónde puede ayudar a la gente.
Por eso insisto: Luis Banck no es el Chicago Boy. No es el yuppie. No es el neoliberal.
Es, simplemente, el economista que entendió cómo ayudar a la gente.
El poder también es eso.
