Plumas Ibero Puebla

Por: Erika Cruz Torres / Foto: Archivo EsImagen

 

A propósito del mes dedicado al amor, esta opinión la dedicaré a las diversas formas de expresar ese sentimiento que podemos encontrar en nuestra cotidianidad.

El amor a la madre o a los padres de familia expresado en cuidados, atenciones o en procesos familiares poco reconocidos e incluso hasta mal pagados, pero siempre con la precondición de ser el primer y más puro amor.

El amor entre hermanos. El amor fraternal que enseña a negociar, compartir, a querer genuinamente a otros.

El amor a las amistades. La fraternidad que cada quien escoge, la familia que cada quien forma, los incondicionales que vamos encontrando a lo largo de la vida.

El amor a la familia extensa. A las tías que siempre evitamos pero que tanto queremos, a los primos, a las primas, a esas aventuras que poco se repiten.

El amor propio. El único amor al que le debemos lealtad, el que es a una o uno mismo, el que nos acompaña cuando amanece y cuando vamos a dormir, el que tiene su mayor expresión en un ser superior (madre tierra, naturaleza, Dios).

Este último, se comparte con el amor a la vida. Con el cuidar, compartir y respetar la vida.

Entonces, ¿cómo es posible que todo ese sentimiento tan puro, bello, romántico volcado a las figuras de deseo, se distorsiona en el espacio público? ¿Cómo se expresa el amor en la calle? ¿Existe algún elemento en el aire que inhibe ese amor y por el contrario nos convierte en seres sin amor? ¿Qué explicación podemos dar a esas incómodas muestras de halago hacia las acciones y los cuerpos de las mujeres?

Algunas personas le han llamado ACOSO.

Es una práctica común en Puebla, en México y en América Latina; cuando una o varias mujeres pasa cerca de un hombre o grupo de hombres, tienen que aguantar y casi que esperar que ellos se sientan con el derecho, no sólo de opinar sobre lo que no se les está pidiendo opinión: el cuerpo o la forma de vestir, incluso de llegar a insultar y hasta ser obsceno. Incluso aunque sean varias mujeres, con la ausencia de un hombre se considera que van solitas.

A las mujeres se les enseña que la estética es muy importante, pero después, cuando están en la calle, se les juzga, se les señala y se les insulta, con lo que llaman comúnmente piropo. La discusión es interesante pues no todas las personas tienen la misma opinión, hay quienes lo consideran como una “exaltación” de cualidades o incluso una forma de “subir el autoestima”.

Aun cuando funcionara como una forma de alimentar el autoestima, tendría que existir una precondición de no estima para tomarlo como tal. Pues es sabido que la autoestima se alimenta del autoconcepto, la autoimagen y la autoconfianza. Si fuera una forma de exaltar una cualidad, ¿Por qué se hace entre murmuro? ¿Por qué no se emite el mensaje dentro de un contexto de comunicación interpersonal? (es decir en una conversación) ¿Por qué se esconde tras un género (masculino) o tras un grupo?

El otro día, por ejemplo, recorrí cuatro kilómetros en bici, eso significa un trayecto de 10 minutos, 15 máximo. En ese tiempo pude escuchar diversas formas de opinión pública NO solicitada por ejemplo del poco creativo: ¿a dónde vas solita?; del poco claro: yo te cuido no se te vaya a dañar algo, y del grosero: besos lascivos; el macho que intentó rebasar, no lo logró y ya no pudo decir nada coherente.

A ninguna de estas personas se les pidió su opinión, a ninguna de estas personas las conozco, y ninguna de ellas se interesaron en mantener un diálogo, ¿son estas las actitudes que generan autoestima? ¿Son estas, buenas prácticas para elogiar a alguien?

Ojalá dentro de 100 años, alguien pueda leer esto y reírse de lo tontos que hemos sido como humanidad para naturalizar y reproducir este tipo de violencia hacia las mujeres: el acoso callejero. Muchos son los espacios que se han modificado por la lucha feminista (tanto de hombres como de mujeres),  mujeres presidentas, mujeres directoras, mujeres empresarias, mujeres solas y exitosas,  pero la calle, el espacio público, continúa como batalla perdida.

Este tipo de violencia, curiosamente no es considerado violento (o tan violento), y es tal vez, la forma de violencia más común que las mujeres viven/padecen diariamente, probablemente más de una vez cada día. Probablemente es la forma de violencia que culturalmente más aceptamos, los hombres incluso pueden no considerar agresiva esta conducta, y las mujeres no ven estas acciones como violentas, pues se les ha enseñado a no defenderse ni contestar.

Entonces ¿es normal? Ojalá lo sea cada vez menos, en las acciones cotidianas de cada persona están encerrados los grandes cambios de la humanidad. Hagámoslo por amor.

 

La autora es profesora de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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