Figuraciones Mías

Por: Neftalí Coria / @neftalicoria

–Yo solo voy a escribir lo que fue verdad –oí decir a alguien que quiere escribir, pero lo dijo con cierto orgullo, como quien estuviera negándose de tajo a escribir mentiras. Era una más de esas señales de lo que la literatura siempre ha significado, ante los ojos de quienes creen en la realidad, como el único patrimonio que poseen y por mal fortuna, el único territorio al que creen que se puede tener acceso, incluso si hay que escribir.

–¿Los hechos reales cuando han pasado siguen siendo realidad? –pregunté.

Categóricamente, sin dudarlo, afirmó.

Y me pregunto qué es la verdad, qué es lo que aquella persona, la dueña de esa voz quería decir. Qué de todas las cosas que se viven en nuestro entorno y nuestra profundidad, se llaman “verdad” y qué es lo que aquella persona quería escribir y qué era lo que en su escritura debería narrar. La escritura literaria, siempre ha tenido ese adjetivo de prestidigitación, de cuerpos verbales que cuentan mentiras y en consecuencia, los escritores han sido tildados de embusteros. Y partiendo de esa primaria calificación que se le ha dado a la actividad creativa, no es raro que alguien que quiera escribir literatura, afirme lo que esta persona aseveraba.

Estoy de acuerdo que se escribe para contar historias que con el simple hecho de contarlas con la claridad que un lector las puede ver, son verdad. Y que en esa convención, quien escribió una historia y quien la lee, tienen el acuerdo, que la esencia que vive en lo escrito, es verdad, o al menos quien la lee, así lo habrá calificado. Sólo por ilustrar ¿Qué de verdad hay en la presencia del señor Griffin, en la novela de H. G. Wells? El pueblo Iping, en West Sussex (Inglaterra) es real, los habitantes, nos parecen reales y pertenecientes al pueblo al que llega Griffin y la posada The Coach and Horses, a donde el científico llega para alojarse, no tiene un ápice de falsa o irreal. Todo parece real en la novela de Wells, sólo hay algo que no lo es, y es el propio señor Griffin, que es invisible y llega embozado, hasta que es descubierto. Y las circunstancias, tanto de la alteración nerviosa que experimenta con las sustancias químicas consumidas en el experimento, como la curiosidad obsesiva de la pareja de posaderos, se presenta ante los demás como el hombre invisible que es.

Y pienso que Wells no quería inventar, ni quería contar mentiras. No fabular, como me da por llamarle a eso que otros llaman mentir. El señor Griffin (El hombre invisible), el protagonista de una de las novelas más significativas de la literatura inglesa, logra la invisibilidad, una facultad posible y probable de un hombre ante los ojos de los demás, pero en la realidad, imposible que suceda. Y ante ese hecho ¿Por qué los lectores han leído esta novela, creyendo que en ella hay un hombre que no se ve y existe. Y me pregunto de dónde llegó a la imaginación del escritor inglés esa “mentira” o esa verdad, según se mire.

La escritura literaria estará sostenida por la imaginación y la memoria, y es en este proceso, donde  ambas construyen historias que descienden de lo imaginario, pero no de lo falso, historias que llegan de lo verdadero, porque la imaginación no miente. No es posible escribir, sólo de lo que creemos que fue verdad porque estaríamos ponderando como quienes tenemos la verdad y porque porque aquello, que creemos verdadero, debemos someterlo al fuego de la comprobación histórica y la imaginación no le hace falta, ni dispone de tiempo para crear un mundo que –no en apariencia– será verdadero y sobre las verdades esenciales que el mundo creado por las palabras, se trazan las líneas que han de construir mundos –como en la novela de Wells–, para que el lector persiga una historia de la que no duda que no sea verdad.

La imaginación es una cualidad humana verdadera y de suma importancia en las diversas actividades humanas. La imaginación en la creación del arte es indispensable, pero también en las matemáticas y en la administración, en la ciencia y sus complejas operaciones para descubrir verdades como las que descubren las artes y el pensamiento filosófico. La imaginación también trabaja con la verdad y ese es el caso de la escritura, porque es verdad lo posible, lo sorprendente, lo sobrenatural, como lo hemos visto en cuentos sobrenaturales como La mujer loba, Drácula, solo por mencionar dos ejemplos. ¿Por qué entonces seguir creyendo que la mentira en la literatura existe con los mismos efectos que en la realidad? Una compleja paradoja, que tal vez nos llevaría al escrutinio de las disecciones de una novela para analizar aquello en su historia, que llegó de “lo que fue verdad” y de la mentira o la invención del autor. Un personaje se vuelve verdadero, desde el momento que alguien al leerlo en las páginas de un libro, lo ve. Una historia, nos parece que ha sucedido en los territorios reales, cuando la novela en la que suceden esos hechos, se narran con verosimilitud. Siempre he creído que El Quijote, acompañado de su gordo escudero, busca cambiar el mundo. Y no tengo duda que esa narración cuenta mentiras.

No nos preocupemos de esa culpa que nos impusieron entre la verdad y la mentira en la literatura.º

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