Guisantes de Mendel
Por Victor Florencio Ramírez Cabrera
El gasolinazo fue una mezcla de dos razones mayores para la molestia en el común de los mexicanos. Disculpe el lector que las enuncie al revés: la segunda era por la vida de lujos de la clase política y la primera por el propio incremento del costo.
Pero si nos preocupó lo que vimos con la liberalización del costo de la gasolina y que sumada al IEPS ya existente generaron el “gasolinazo” ¿imaginaría lo que pasaría si se elimina el subsidio a la electricidad? La gasolina la usan directamente sólo una parte de la población (alrededor del 35 por ciento) mientras que la electricidad casi el 99 por ciento de la población.
¿Qué tanto sería el impacto?
Para darnos una idea: el 80 por ciento de los contratos de suministro de energía que tiene Comisión Federal de Electricidad (único suministrador por el momento), son de tarifa residencial subsidiada. Una casa que pague 1000 pesos de energía eléctrica mensual, recibe un descuento (por subsidio) de 1,300 pesos en su factura. El subsidio se incrementa mientras menos se consuma y decrece al consumirse más.
El subsidio eléctrico significa alrededor de cien mil millones de pesos anuales del erario para todos estos usuarios. A diferencia del subsidio a las gasolinas, que incluso resulta regresivo (pues beneficia más a los que mayor poder adquisitivo tienen), el subsidio eléctrico tiene un impacto social importante, pues la mayoría de las personas en pobreza o pobreza extrema se encuentran dentro de la tarifa subsidiada.
Eliminar el subsidio a las tarifas generaría conflictos políticos y sociales muy importantes, lo cual hace casi imposible su eliminación.
Quienes pagan el costo total de su energía (usuarios domésticos de alto consumo y comerciales) duran entre 4 o 5 años en pagar sus paneles fotovoltaicos pagando mas o menos la misma factura por ese periodo. Pero quienes pagan una tarifa subsidiada tardarían mucho más en pagar los paneles, pues sólo pagan una fracción de su costo real, lo que los hace poco viables como usuarios de los nuevos esquemas de generación distribuida.
La pregunta es entonces ¿Cómo eliminar el subsidio sin generar problemas sociales?
Hay varias propuestas, pero la mejor elaborada y estudiada es el Bono Solar de Iniciativa Climática México.
El proyecto propone que el subsidio se aplique, pero ya de forma temporal, que se complemente con el pago del 80 % de la tarifa actual (o sea, el usuario pagará menos por la misma energía) por un periodo de hasta diez años, y en ese periodo, entre subsidio y facturación, se pagarán el costo de un sistema de celdas solares que suministren el total de energía eléctrica que consume el hogar, interconectado a la red, en un modelo de medición neta. En máximo 10 años, el subsidio será innecesario y el tiempo dependerá de la proporción facturación-subsidio que recibe.
La propuesta es audaz, práctica, muy razonable y tiene varios puntos a resaltar:
Puede generar miles de empleos, como todo el sector fotovoltaico; no causa un incremento del costo de la energía; como generación distribuida, tiene sus ventajas técnicas ya antes mencionadas en este espacio.
Pero la decisión final de la implementación de un modelo así es más que una decisión técnica (donde parecería no haber tantos problemas), una decisión política y fiscal: requiere un crédito cuya garantía sería el propio subsidio que se daría los próximos años, pero que cambiaría de modo de operación.
No faltará también quien, a pesar de tener la oportunidad, desconfíen o tengan miedo al cambio y a la tecnología (algo común en el mexicano), pero eso podría superarse con un buen programa de comunicación.
La propuesta está hecha y permitiría abrir el mercado sin mayores problemas sociales como los que sucedieron con la gasolina y haría del sector energético, en conjunto con los nuevos modelos de interconexión, una palanca de desarrollo económico y social de México. Sería cerrar el circulo de la democratización de la energía. A diferencia de la retórica que decía que PEMEX era de todos los mexicanos, esta medida si haría a todos dueños de una parte de su sector energético.
Ojalá hacienda volteara a ver eso, para ahora si, tener ¡energía renovable para todos!
Los Telómeros. Gabriel y Paulo Quadri presentan un libro con una crítica a la falta de áreas naturales protegidas propiedad del Estado que se llama: México, un Estado sin Tierra. No sólo critican, sino proponen un mecanismo para que el Estado se vuelva propietario de Áreas Naturales Protegidas y se evite que el interés (muchas veces legítimo) de particulares, sea factor contra la conservación. Otra decisión más política y fiscal. Mucho que repensar en Hacienda.
