Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
En la literatura mexicana, como en muchas otras y en todas las épocas, siempre encontramos omisiones de obras y novelas desbancadas por otras, a las que los aparatos publicitarios y otros motivos extra literarios, les favorecieron para ser mucho más conocidas y leídas en su tiempo. Por eso las grandes injusticias hijas de su época y las circunstancias. Tal es el caso de la extraordinaria novela El libro vacío de Josefina Vicens, publicada en 1958 y pese a que recibió el Premio Villaurrutia de ese año, quedó en un rezago publicitario, y crecieron en notoriedad, La región más transparente de Carlos Fuentes o Pedro Páramo, entre otras piezas de la literatura mexicana que ya se presentaban, como modelos de la novela mexicana indiscutibles de nuestras letras en aquel entonces y en los años subsecuentes, y no sin méritos. Sin embargo, la novela de Josefina Vicens, pese a que fue traducida al francés, no logró esas marquesinas que la hicieran ser más leída. Y no fue hasta años después que se incluyó en la colección de Lecturas mexicanas, donde pudo conocerse un poco más.
En 1982, se publicaría Los años falsos, la segunda y ultima novela de la autora tabasqueña, nacida en 1911. Josefina Vicens, no fungió como escritora y quizás está claro en sus entrevistas, en las que confiesa su inseguridad, y sus predominantes titubeos ante la escritura. Vivió del cine y la burocracia. De cine escribió guiones de películas que podemos etiquetar como inolvidables del cine mexicano como Las señoritas Vivanco, Los perros de Dios, La primavera de los escorpiones, El llanto de la tortuga, entre otras. Llevó una vida tímida y en la que no se presentaba como escritora, pese a que su convivencia con Juan Rulfo, Juan Soriano, Juan García Ponce, José Luis Cuevas, Edmundo Valadés, Octavio Paz, Sergio Fernández, entre otros muchos. Su amistad con Rulfo fue de grandes coincidencias. Ambos publicaron dos libros, por ejemplo.
Pero volvemos a su novela, que en mi opinión, es una novela de necesaria lectura para comprender nuestro tiempo, porque explora en la soledad y en la introspección que un hombre debe hacer para descubrir en los territorios de la intimidad y mirar en su íntimo espejo, una verdad cruda que ha de enseñarnos que la vida puede presentarse como un espejismo. El libro vacío es una novela que relata la morfología de un espejismo y un hombre empeñado en descifrarlo, explicarlo, revelarlo y tal vez lograr darle un nombre a su aventura emprendida por llegar a entender su vida. Y el espejismo al que me refiero, es precisamente, el espejismo suyo, la visión que lo lleva a buscar en la escritura de una hipotética novela, nombre y destino al significado que tiene la existencia suya en un presente y un “ahora” que determinarán además del sueño, el futuro de la vida suya y una manera de verse a sí mismo para comprender nada menos que la permanencia en el mundo que siempre pesa. Y es que José García –protagonista de la obra de Vicens–, por el hecho de emprender la tarea de escribir una novela, no quiere ser escritor; quiere escribir una novela y quizás con ese acto, le da el nombre de novela a su enigma, a su búsqueda, a la urgente intensión de salir de su extravío, pero sobre todo a nombrar la gran duda y deseos que lo poseen por saber quién es el hombre que vive en él, quién es el ser que habita esa persona que es y cree que en la escritura de “una novela”, hallará la respuesta, aunque en el trayecto, lo asfixie yen la asfixia, vea el poco sentido que la vida tiene de verdad.
José García, de quien la autora dijera en distintas entrevistas, que es un personaje que mucho se pareció a ella, es un hombre común, con una vida ordinaria, lisa, como él mismo la llama. Un día por alguna razón de sus sueños, el personaje compra dos cuadernos para escribir una novela y sin saber que no es la novela lo que quisiera escribir, escribe para mantener la desesperación y el laberinto. Y escribe la búsqueda de su propio ser, lo que le dará un significado a su propia vida. Un cuaderno –de los dos que compra–, lo utiliza para vaciar lo que deben ser deshechos de notas y bocetos de su objetivo, pero en el segundo cuaderno, recogerá la novela verdadera. Y en ese trabajo, lo que leemos es el primer cuaderno, donde escribe el desanimo, la frustración, es decir, la verdadera historia de una vida gris y con pocas motivaciones para vivir el rutinario e inevitable sistema de vida en el que el protagonista, al mismo tiempo que muchos hombres como él, viven y quizás sin preguntárselo, porque José García, al escribir, se pregunta, y es a base de preguntas que José se increpa, se denosta, se menosprecia y hasta reniega de la grisura de su nombre (José García). Esa labor, le hace mirarse en un espejo que le devuelve la verdad a pedazos, pero la verdad al fin. Y quizás como todo aquel que busca, José en la escritura, se encuentra a sí mismo, que es lo que todos buscamos al explorar en la vida, una verdad simple que no tiene la espectacularidad y la trascendencia soñadas, de los que quisieron dejar una huella en el mundo que pisaron.
José García tiene razón cuando dice sobre su escritura: “es sólo para decir nada y el resultado será, en último caso, muchas páginas llenas y un libro vacío.” º
