
Entrevista/ Primera Parte. Crimen organizado busca grupos delincuenciales en Puebla para que operen el negocio bajo su marca y sin asumir las pérdidas, comenta el especialista
Por Guadalupe Juárez
El robo de combustible en Puebla se convirtió en el negocio y el crimen perfecto para todos los cárteles del narcotráfico.
El modelo se basa en un esquema aplicado en la última década por empresarios para cafeterías, farmacias, restaurantes y cualquier otro establecimiento que vemos con la misma identidad tanto en nuestra ciudad como en otras partes del país, pero en esta ocasión bajo la actividad criminal: las franquicias.
Sí, los cárteles mexicanos decidieron que sería buena idea traer “su marca y estilo de operar” a la entidad, su propia cafetería, por así llamar a lo que ofrecen para tener presencia en este territorio.
¿Qué ganan ellos? Más gente en sus filas sin mucha inversión y, lo mejor, sin correr ningún riesgo de ser detenidos y que se vea golpeada su célula principal, además de las ganancias al por mayor sólo por dejar que las personas que administran su “sucursal” operen bajo su nombre.
Pero, a diferencia de ellos, la principal actividad no es el narcotráfico, sino la extracción ilegal de hidrocarburo, explica el especialista en temas de seguridad y estrategias del combate al crimen organizado Mauricio Saldaña Rodríguez, en entrevista con 24 Horas Puebla.

La nueva forma de trabajar surgió en el cambio del sexenio de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, donde organizaciones como Los Zetas buscaron a grupos criminales locales que no habían cometido delitos de alto impacto, y así ofrecerles “capacitarlos” para el robo de combustible a cambio de una parte de las ganancias, añade el investigador.
“Es justamente lo que tenemos aquí (en el estado), en el caso de esta zona, la franquicia funciona de esta manera: una organización delictiva llamada cártel trabaja desde un punto o cuartel general –evidentemente no es Puebla– sino que puede estar en Tamaulipas y acude, en este caso a Puebla, un representante y se entrevista con pequeñas organizaciones delictivas oriundas de la ciudad que tienen experiencia no en delitos del alto impacto sino en robo”, detalla.
¿Qué les ofrecen? La gente especializada y entrenada en actividades criminales de alto impacto, la forma de burlar y cooptar a los mandos policiacos, así como autoridades y hasta enseñarles cómo reaccionar en caso de ser detenidos, una pequeña protección a cambio de un jugoso porcentaje de las ganancias obtenidas de sus actividades criminales.
“Les dicen que les ofrecen un trato; ese trato consiste en un entrenamiento básico, muy general, le va a dar herramientas básicas para su trabajo –en este caso robo de hidrocarburos–, les dicen cuáles son las medidas que deben de tomar en casos de ser detenidos y a cambio de esto tienen que dar un porcentaje de sus ganancias ilícitas y otra parte se queda en esta organización local”.
De acuerdo con el análisis de Saldaña Rodríguez –quien ha estudiado desde hace años al crimen organizado y en especial la guerra contra el narcotráfico de Calderón–, de 2006 a 2012 estas células entrenaban a sus propios soldados, quienes conformaban su propio ejército y conservaban su empleo de tiempo completo, es decir, contaban con una nómina de gente entrenada y especializada en las actividades ilícitas que realizaban.
A raíz de la confrontación con Calderón Hinojosa con estos cárteles –explica– fueron desarticulando segundos mandos y gente clave en la organización de los grupos criminales, había ya un problema de recursos humanos el cual fue sustituido por gente sin capacitación y, por ende, sin experiencia que desataba más violencia, lo que provocó los ríos de sangre y una guerra que aún no termina.


El éxito asegurado
El modelo de operación que antes utilizaba el crimen organizado mutó al franquiciatario y la ventaja –afirma– es que los cárteles “no asumen las pérdidas de las personas en caso de ser detenidas, ese es el gran ahorro de este tipo de asociaciones, porque si te detienen no estás perdiendo a una persona que tenga entrenamiento militar alto, sino que es una persona de la comunidad a la que le diste un entrenamiento básico”.
El autor de 15 títulos relacionados con temas de operación del crimen organizado y ciencias políticas asevera que las personas que “tienen un entrenamiento muy alto” se ubican lejos de la entidad, pues aquí en Puebla “no necesitan un perfil muy elevado”, sino “mano de obra barata”.
Esa mano de obra –que cifras de autoridades locales estiman sueldos de 12 mil a 30 mil pesos al mes– son los que en realidad se arriesgan por robar el combustible.
A decir de Saldaña Rodríguez el robo de combustible operado bajo un esquema de franquicias es el “crimen perfecto”.
“Los que están corriendo el riesgo no son los cárteles, los que están corriendo el riesgo son las familias de la comunidad y eso hace que ello sea el crimen perfecto, porque tú puedes obtener las ganancias millonarias por el robo de combustible pero no estás arriesgando milicianos de muy alto impacto que puedes destinar a otras tareas; es el crimen perfecto porque las familias no son delincuentes de alto impacto sino son grupos sociales que están arraigados y es sumamente difícil que puedas erradicarlos por completo a base de violencia”, alerta.


