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La Quinta Columna

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

 

Si los comicios fueran hoy, Andrés Manuel López Obrador ganaría ampliamente una elección de 3.

Eso sí: sin una mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores, sin los hilos en la mano de la Suprema Corte de Justicia, del Banco de México y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

En otras palabras, y como diría el poeta Javier Sicilia, tendría todo para administrar el Infierno.

En su libro El Deshabitado, tras hacer un retrato terrible de López Obrador (lo acusa de lo peor, menos de deshonesto), Sicilia se abre de pecho.

Venían las elecciones de 2012, y en el movimiento que encabezaba había un debate: o votar en blanco —como proponía el poeta— o votar por AMLO.

En ese contexto, Sicilia les dijo a sus críticos:

“Les deseo que gane López Obrador. No por lo que ustedes dicen, sino porque ustedes y muchos de la izquierda necesitan decepcionarse. Su triunfo es esa garantía. De lo contrario continuarán aferrados a que todavía es posible vivir la democracia con estas estructuras partidistas y seguirán sosteniendo la desgracia”.

Si uno es sensato, un eventual triunfo de López Obrador traerá una gran decepción: será la cruda que le sigue a la borrachera.

Con su triunfo se generarán las mismas expectativas —guardando las diferencias— que se generaron cuando ganó Francisco I. Madero.

El problema empezará al día siguiente de la toma de posesión, cuando se tenga que administrar el infierno.

Sin mayorías en el Senado y en San Lázaro, con una Tremenda Corte agazapada, y con un Banco de México metido en la especulación financiera, López Obrador no podrá mover al país como ahora lo promete.

Y lo peor es que la gente empezará a decepcionarse.

La resaca será espantosa.

Sobre todo porque algunos de los que hoy acompañan a AMLO terminarán convertidos —aún más— en las aves negras de la maledicencia.

Pienso en los Bartlett, en los Esteban Moctezuma, en los Barbosa.

Y a nivel aldeano: en los Manzanilla, en los José Juan, en los Armenta o López Zavala.

En su artículo de ayer —publicado en Proceso—, el propio poeta Sicilia habla del tema:

“Ellos (los adherentes de Morena) se han formado la idea de que López Obrador es la encarnación de la izquierda y que su honestidad casi divina puede, como una especie de Deus ex machina, hacer de Esteban Moctezuma, de Ricardo Salinas Pliego o de Miguel Barbosa ‘camaradas’, y de pillos, que en su pragmatismo partidocrático han sido incorporados a las filas de Morena, seres de una moralidad intachable. Para ellos —una especie de Testigos de Jehová de la política— todo lo que emana de López Obrador y de las filas de Morena es bien puro y lo que surge de otros, maldad, oscuridad, traición y vergüenza”.

El poeta Sicilia define muy bien a AMLO: “Yo no sé si López Obrador sea un hombre de izquierda —en lo personal me parece un nacionalista a la manera del viejo PRI del que proviene”.

Finalmente, le adjudica las mismas prácticas de otros líderes partidistas:

“Arrogante, reduccionista de la vida política, ajeno a la empatía, ávido de poder y, en consecuencia, pragmático hasta la desmesura, reproduce en muchas de sus acciones los mismos vicios de la ‘Mafia en el Poder’: la sordera, el acarreo, la relación de personas de dudosa calidad moral…”.

Hasta aquí el poeta Sicilia.

Puebla es un buen ejemplo de ese declive moral del candidato eterno.

Vea el hipócrita lector:

Víctima del pragmatismo, no tuvo empacho en sumar a José Juan Espinosa, Nancy de la Sierra, Fernando Manzanilla, Polo de Lara, Norberto Amaya, las Rosas Salvajes, Emilio Maurer…

Ufff.

Pura fina persona.

Espinosa resultó lo que todos sabíamos: un hampón.

Doña Nancy, la que odia a los teziutecos, dejó atrás un pasado priistas y se enfundó dos cosas: un chaleco de Morena y un libro de Beatriz Gutiérrez Müller que no acaba de entender.

(En aras de quedar bien con la próxima Primera Dama fue a la presentación de Dos revolucionarios a la sombra de Madero y se retrató con ella como si fueran "mejores amiguis". Sus íntimas dicen que no ha pasado de la página 13).

Entre los nuevos “morenistas” hay de todo: porros, becarios y hasta un aviador que cobra en el gobierno del estado como “asesor”.

Bien lo dice Sicilia:

López Obrador no tiene escrúpulos y se relaciona hasta con “personas de dudosa calidad” que en su momento participaron como clientes asiduos de una actividad vergonzosa: la trata de personas.

Con estos bueyes tendrá que arar.

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