Con todo y sus limitaciones, ventajas y desventajas, hoy por hoy el delegado del IMSS y el subsecretario de la Sedatu parecen ser las únicas opciones viables del tricolor para casa Puebla

 

Garganta Profunda

Por Arturo Luna Silva /@ALunaSilva

Para como están las cosas en el PRI de Puebla tras las sucesivas y desmoralizantes derrotas de 2010, 2013 y 2016, parece que para la elección de 2018 el tricolor no tiene más que de dos sopas para la gubernatura: el delegado del IMSS o el subsecretario de la Sedatu; Enrique Doger o Juan Carlos Lastiri; Juan Carlos Lastiri o Enrique Doger, los únicos priistas que con sus defectos y limitaciones– se están moviendo en aras de cumplir el objetivo de alcanzar la añorada candidatura.

A diferencia del resto de los priistas que aspiran a Casa Puebla, tanto uno como el otro son los únicos que han renunciado a la inmovilidad y por lo menos muestran hambre y ganas.

Metidos en sus respectivos proyectos, ambos, de hecho, mostraron músculo el pasado fin de semana.

Enrique Doger lo hizo en la Sierra Norte del estado, en concreto en Xicotepec de Juárez e Ixtepec, donde reunió a cientos de personas con el pretexto de la puesta en marcha de la Feria de la Salud del Seguro Social y una entrega de reconocimientos a destacados colaboradores del Hospital Rural IMSS Prospera.

 

Aparentemente el mensaje dogerista fue uno: quiere, puede  y, ante las especulaciones de que se irá a Morena como otros de sus correligionarios, sigue  –y seguirá– en el juego dentro del Revolucionario Institucional.

Lastiri, por su parte, también reunió a cientos al encabezar en la Mixteca (Ixcamilpa de Guerrero) una cabalgata con motivo del 105 aniversario del primer reparto agrario de tierras del país.

El funcionario federal congregó a parte de su estructura, la que ha construido a partir de los presidentes municipales y las delegaciones que controla, y convivió con campesinos y ejidatarios de Chiautla de Tapia, Chietla, Acatlán de Osorio, Huehuetlán el Chico y Coetzala, entre otras poblaciones.

 

Podrá o no gustar, pero Doger y Lastiri son, hoy por hoy, el único clavo ardiente al que podrán aferrarse los priistas poblanos para intentar lo que ahora luce muy difícil: recuperar Casa Puebla.

Ambos tienen el mérito de por lo menos estar construyendo sus propias condiciones.

Lastiri violando la ley y lucrando para un fin personal con la Sedatu.

Y Doger en el límite de lo legal y lo ilegal, haciendo algo similar al usar al IMSS para avanzar en su proyecto político.

De hecho, parece ya una carrera parejera, un mano a mano entre ambos, ante el desplome y la falta de viabilidad de los otros prospectos.

Ahí está, por ejemplo, el caso de Blanca Alcalá, la candidata perdedora del año pasado, ausente por completo del estado excepto para dar seguimiento a los jugosos acuerdos alcanzados con el gobierno en turno para único y exclusivo beneficio de ella y su parentela.

Con la larga “cola” que arrastra, su proyecto hacia 2018 luce más como un nuevo suicidio político, tal vez peor que el de 2016.

(Recientemente escuché una grabación inédita de la senadora, misma que no fue necesario develar en la pasada elección; pero como esa hay varias más, todas muy reveladoras de la verdadera Blanca Alcalá).

El caso de Javier López Zavala no deja de ser un mal chiste y, peor, contado mal por una persona sin nada de gracia. Desesperado porque Morena le arroje aunque sea un hueso, y capaz de hacer todo (y todo es todo) por conseguirlo, el ex candidato a la gubernatura –que lleva un millón de deslindes fallidos de su padre político, Mario Marín– no tiene oportunidad alguna.

Lo mismo sucede con otros personajes, como el ingeniero Alberto Jiménez Merino –siempre marcado por la sombra de la impudicia– o Guillermo Deloya Cobián, quien está cada vez más alejado de Puebla y los poblanos, y más desde que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, lo rescató para nombrarlo coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal.

Así que en el partido tricolor parece haber sólo dos caminos: Doger y Lastiri, Lastiri y Doger.

Será un choque de trenes que se prevé de antología, por varias razones:

Lastiri no sólo no crece en las encuestas, sino que aumentan sus negativos cada vez que más poblanos lo conocen. Genera desconfianza y apatía entre los potenciales electores.

A diferencia del subsecretario de la Sedatu, Doger aparece bien posicionado en los sondeos, pero es el priista que más divide a los distintos grupos del partido. Su postulación generaría dos fenómenos: que la desbandada en el PRI hacia Morena se acelerara y que la militancia (la que quede) no moviera un solo dedo en la campaña.

Por ello, para hacerse de la candidatura, Lastiri apuesta a una (irracional) consulta a las bases, confiado en la fuerza de su estructura; Doger, por su parte, rechaza la consulta a las bases y estaría muy cómodo si dicha candidatura se decide como en 2010, 2013 y 2016: por el método de encuesta.

Conocedor de sus debilidades, Lastiri ha pedido –en público y en privado– que ante la fuerza del PAN y el crecimiento de Morena en el estado, el CEN del PRI defina cuanto antes su candidato a la gubernatura. En parte le asiste la razón; si el PRI no se mueve, no saldrá en la foto de 2018, y los suspirantes del blanquiazul y de Morena seguirán trabajando con toda libertad, sin que ningún priista les haga sombra. Pero desde el Comité Ejecutivo Nacional lo han frenado varias veces: le han dicho que Puebla no está en la agenda, y que en todo caso la situación se empezará a valorar tras la elección en el Estado de México, actual prioridad.

Las encuestas (al menos las más serias) ubican hoy al PRI como tercera fuerza en el estado.

Pero los únicos que al parecer lo saben son Doger y Lastiri, Lastiri y Doger.

Repito: con todo y sus defectos, limitaciones, ventajas y desventajas, hoy por hoy ambos parecen ser las únicas opciones más o menos viables del tricolor para Casa Puebla.

¿O me equivoco?

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