Figuraciones Mías
Por: Neftalí Coria / @neftalicoria
Para Juan García Chávez,
que sabe de que hablo
y a la memoria de Arturo Molina.
Las herencias familiares, suelen ser complicadas casi siempre. Y gana la ambición, si de fortunas se trata, pero no referiré a las herencias de propiedades y bienes tangibles y fácilmente valuables. Sé de familias que se han hecho pedazos por unas migajas de tierra y unos cuantos cajoncillos de oro. Pero me llaman la atención las herencias de los artistas y en especial, cuando la herencia es una obra o lo que de ella emana, que por lo regular, los herederos, siempre quisieran que fuera dinero, y no esos valores que tiene en sí mismo un manuscrito, una afirma, un dibujo, una partitura, un boceto o los planes y memorias escritas y signadas que dejan los artistas en los cajones de su historia y que muchos de esos vestigios, han cambiado la historia del arte.
Siempre –a la muerte de un creador– habrá quien herede, quien atesore, quien resguarde para sacarle provechos diversos a una obra que lo que vale de ella, es ella misma. Cuántos casos hemos visto que bibliotecas de escritores, son vendidas por sus familiares en el rastro y en los tiraderos de libros usados a precios de necesidad y desprecio. He sabido de un amigo escritor que murió hace algunos años, a quien le dediqué y firmé algún ejemplar de uno de mis libros y me han dicho que en el rastro de los libros, también se vendía aquel ejemplar dedicado a mi amigo por una cantidad de diez pesos. Quise no creerlo, pero sé que eso es totalmente posible. Y es que es una costumbre como ley, que aquellos que no apoyaron el difícil trabajo de un escritor, nunca –y hasta de manera inconsciente–, les remuerda la conciencia beneficiarse de la obra, pero si éste no obtuvo fama, reconocimiento, prestigio, dinero, no les cuesta trabajo tirar a la basura obra y memoria y se avienen a vender sus libros leídos y escritos, que si no está él, a nadie sirven. Puede verse también que hay bibliotecas de escritores muy reconocidos de los que los herederos, ofrecieron la herencia al único postor, que es el gobierno y le sacan el verdadero jugo monetario y se deshacen del montón de papeles que mejor estará en manos de la nación o los polvos de la academia. Hay varios casos recientes con sus variantes (José Luis Martínez, Monsiváis, García Márquez, entre otros).
Muchas veces los mayores obstáculos durante la creación de las obras, son los cercanos al creador; llámese familia, amigos, representantes, apoderados, herederos, viudas, etc. Y lo hemos visto en los últimos meses en casos siniestros como el de los restos mortuorios de uno de los mayores arquitectos mexicanos que supera la historia de una mala película de horror. O el caso de Rulfo con la fundación que se sube en el nombre del narrador mexicano en cada una de las piedras que se quieran levantar para nombrar obra, homenajear su genio o difundir sus dos grandes libros, si no reciben beneficio, herederos y fundación que tal vez sean lo mismo. Y estoy de acuerdo que otros enemigos muchas veces están en las instituciones de cultura, fundaciones de resguardo, patronatos de conservación y demás instancias de promoción de las obras porque lo que a un sexenio le disgusta, a otro le favorece y le conviene. Y lo que también es cierto, es que bajo favoritismos de todo tipo, se han negado y omitido obras fundamentales de las que podemos hacer una larga lista de nombres de creadores que sencillamente se quedaron en el olvido.
Las familias de los creadores, después de su muerte, o los sobrevaloran o los aprecian con indiferencia y silencio, como el artista trata de encontrar un lugar para su obra en el mundo y estos no mueven un solo dedo para colaborar sensatamente a que aquello suceda. Por el contrario, se da el caso de familias que quieren sacarle oro demás y de manera sempiterna, sin preguntarse si aquella obra vale lo que ellos han creído que vale.
Hay herederos voraces que ante los tesoros de la herencia, se apersonan y hurgan hasta el fondo cada vestigio heredado –en el arte– y en cuanto se muere el padre, el tío, el abuelo, las familias estallan en elogios y se van por el mundo a vender y negociar los tesoros de los que antes, nunca fueron capaces de valorar, de apreciar y acaso de respetar (de nuevo véase el caso de Barragán).
Cierto también es que hay herederos que guardan las obras heredadas, con respeto y sin exabruptos que hagan daño a la obra misma. Y es que otro factor que puede verse en estos casos, es que las familias y los cercanos, si pueden beneficiarse de lo que la obra reditúa, se acercan a los reflectores, pese a que muchas veces –en el caso de la literatura– ni si quiera conozcan la obra, ni la entiendan y ni les importe.
Por eso creo que si un autor no logra éxito, no pasa una generación, en que la herencia artística del abuelo o la abuela, indolentemente y como de un modo natural, se vayan manuscritos y recuerdos al cesto del olvido a manos de sus descendientes. Y hoy que los valores de la memoria y la historia comienzan a ser dueños de un severo desprestigio, me espanta lo que en el caso de mi amigo novelista, le hicieron los suyos a su biblioteca que sin duda él amó y dejó subrayados, con notas en los libros suyos y leídos.
Cuando no fue grande el éxito y la fama un artista, los cercanos colaborarán en que llegue el aire del olvido y se lleve la obra para siempre. Maneras hay muchas y hasta de buena voluntad. Qué miedo. º
