Por: Guadalupe Juárez /@lup24horas
Amenazas de los chupaductos que cargan gasolina en los municipios con tomas clandestinas, tiroteos, rastros de los impactos de las balas en las aulas de estudio, testimonios de los menores de edad y su forma de vida con el huachicol son parte de las experiencias que viven de lunes a viernes los docentes de las 27 demarcaciones donde se presentan casos de robo de combustible en la entidad poblana.
Viernes 4 de mayo. Los casquillos de las balas están incrustados en las paredes de la escuela de la junta auxiliar de Quecholac después de la refriega de la noche del miércoles 3 de mayo entre el Ejército y pobladores. Los maestros acuden con normalidad a los colegios de Palmarito Tochapan; los niños no van a clases pero sus maestros esperan, impacientes, instrucciones entre la zona de guerra.
“No venga maestro, se puso feo”, les advirtieron a la mayoría en la mañana a través de mensajes de texto. Los docentes tomaron los mensajes con ciertas reservas.
En el lugar han convivido, en mitad de la carretera, con personas armadas; con los padres de familia, quienes también les confiesan tener un arma en su casa; con sus alumnos, que entre clases les confían que sus tutores se dedican a vender gasolina, o de los accidentes que sufren sus familiares.
“Se quemó la camioneta de mi tío con él adentro”. “Yo quiero ser doctor para curar a los heridos de bala”. “Yo quiero ser huacha (huachicolero)”, se escucha decir en las aulas de esta localidad de Puebla, en la cual ya se implementa en los simulacros qué harían si se presentara una balacera, común en la zona por los operativos del Ejército y las disputas por la plaza.
“Lo que hacemos es tirarnos al piso, no acercarnos a las ventanas o puertas. Tenemos que cantarles a los niños para distraerlos. Pero ahora que pasó esto (el enfrentamiento del 3 de mayo), me pregunto: ¿y si un niño se levanta durante un tiroteo y no me hace caso?”, comparte un docente bajo anonimato.

Los maestros que conviven a diario con los habitantes de Palmarito Tochapan piden que las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) consideren la zona como de alto riesgo, al igual que los planteles que se ubican en las faldas del volcán Popocatépetl, por la situación a la que se exponen cada día que imparten sus clases.
“Hay días en que hombres armados están en la carretera; ellos nos han dicho que nos vigilan, que saben qué hacemos y con quién hablamos. En el pueblo se sabe por rumores quiénes son halcones, quién es el jefe de los huachicoleros, pero la verdad nosotros no nos metemos; (pero) nos han dicho que nos vigilan, (y) me siento vigilado”, dice otro testimonio.
A hora y media de este lugar, en San Martín Texmelucan, los profesores de educación básica se enfrentan a una situación similar. Sus alumnos confiesan que algunos de sus familiares venden gasolina robada o se dedican a hurtarla de los ductos; incluso la ofrecen a sus profesores.
“Es normal que un día un niño se acerque y te diga, ‘cuando quiera le vendo gas, profe, mi papá y mi tío se la dan a precio’, o te dicen que ellos van a ser huachicoleros, es muy común”, dice un docente en esta zona bajo la gracia del anonimato, pues la SEP les pidió no dar declaraciones al respecto.

En los ejercicios de los salones de clases, el alumnado ha sacado a relucir sus conocimientos en armas. “Mis alumnos reconocen qué es una cuerno de chivo, una AK7 o una AK47 (sic), saben mucho de armas porque dicen que sus papás las tienen. Da un poco de miedo convivir así con los padres de familia. ¿Y si un día no les gusta que les llames la atención a sus hijos? Sí piensas por las mañanas en que no quieres volver”, asegura otro maestro que enseña en la franja de robo de combustible.
En Acatzingo, otro de los municipios que cuenta con el mayor número de tomas clandestinas de Puebla, los docentes también comparten los mismos miedos.
“Es un secreto a voces, pero sí hay familias dedicadas de lleno al robo de combustible. Hay enfrentamientos por ello, porque se pelean las tomas; hasta ahorita no ha pasado nada en las escuelas pero también se dice que los huachicoleros sí andan reclutando a los jóvenes para (trabajar como) halcones. Es mejor no preguntar, no saber de más, mejor me dedico a enseñar y evito problemas”, comparte una docente de educación media superior.

