Traspatio
Por Luis Pavón / @pavonlui
Los homicidios y las desapariciones no son los únicos desafíos que enfrenta el estado de Guerrero.
La entidad tiene otro cáncer, pero parece que no lo quieren curar; lo padece el propio
Instituto Estatal de Cancerología, institución creada hace 25 años, que funciona como puede y con lo que puede.
El año pasado decidieron cambiar de proveedor de medicamentos. El argumento fue que se venció el contrato con la empresa que les abastecía y alguien –porque no han querido explicar quién tomó la decisión– decidió comprar las quimioterapias a otra empresa, con un resultado adverso.
En agosto de 2016, en dicho instituto se aplicaron quimioterapias sin registro sanitario que causaron la muerte de un niño y pusieron en riesgo la vida de otros cuatro menores y una mujer adulta.
El oncólogo Marcelino Gaytán Ángel y la jefa de Oncopediatría Ana Bertha Rivera Ramírez alertaron por escrito a la dirección del instituto que los medicamentos de los nuevos laboratorios no estaban haciendo efectos positivos a los pacientes, por el contrario, muchos no mostraban ni un ápice de mejoría.
En ese mes de agosto del 2016 murió el niño Carlos Mateo Zúñiga Camargo, un bebé que padecía histiocitosis, un tipo de cáncer poco frecuente que afecta los tejidos, por lo que empezó a recibir quimioterapias.
Le aplicaron la sustancia llamada methotrexate, de laboratorio Columbia, quimioterapia cuestionada por los médicos antes referidos.
Aunque las toleró muy bien las primeras siete quimioterapias, fue en la octava cuando empezó a presentar reacciones adversas, me dijo Heidi, la mamá del bebé fallecido.
Una semana después del fallecimiento de Carlos Mateo, la jefa de Oncopediatría del Instituto de Cancerología de Guerrero emitió un documento con carácter de oficial dirigido al director del instituto, Jorge Eblem Azar.
En cuatro fojas expuso del riesgo en que se encontraban cuatro pacientes de nuevo ingreso a quienes también se les aplicó la quimioterapia methotrexate, y que el tratamiento no estaba haciendo efecto.
Le dijo que habían investigado y le expusieron lo encontrado. El documento era contundente. La doctora advertía:
–Por el momento no aplicaremos quimioterapia tóxica, de nuevos laboratorios.
–Se cambió el laboratorio que surtía el methotrexate y eso ocasionó múltiples complicaciones.
–Se administró quimioterapia cisplatino que al prepararse se hacía engrudo y su color era amarillo, cuando debe ser blanco y transparente.
–Los antibióticos cefalotina y amikacina no estaban sirviendo en nada a los pacientes.
En el oficio, Rivera Ramírez escribió que les estaban dando methotrexate del Laboratorio Columbia, con el cual hace 10 años habían tenido complicaciones y por ello se les dejó de comprar.
A Carlos Mateo le aplicaron quimioterapia de ese laboratorio, según consta en el expediente clínico entregado a sus padres en septiembre del año pasado.
Pero, en febrero pasado, el director del instituto negó a la Comisión Estatal de Derechos Humanos que hubiesen aplicado quimioterapia de ese laboratorio y les dio copia del expediente.
Pero era un expediente distinto al que le habían entregado al papá del bebé. El número de fojas no era el mismo, había una diferencia en las fojas entregadas.
“Está alterado el expediente clínico que entregan ellos como prueba. El número de fojas no coincide con el total que tenemos nosotros certificado. Este tiene 137 fojas. Y este 142 fojas” me dijo Jesús Zúñiga cuando lo entrevisté en Chilpancingo.
Le pregunté al director del Instituto de Cancerología, Jorge Eblem Azar, acerca de la mutilación del expediente y esto fue lo que me respondió:
“Si hay un expediente original y foliado no tendríamos por qué estar... o no tendría por qué haber dudas si faltan o no hojas”.
Posteriormente en el programa Despierta, de Televisa, le preguntamos al secretario de Salud de Guerrero sobre la mutilación del expediente y dijo que era falso, que ya lo había dicho el director del Instituto de Cancerología.
Le mostré las fojas de conclusión del expediente, en la entrevista, y aún así dijo que no podía ser. “Si los padres tienen pruebas que lo demuestren”, fue su respuesta. La prueba la estábamos mostrando en ese momento.
Pero el desaseo del caso fue más allá. En el Instituto de Cancerología de Guerrero hicieron que la jefa de Oncopediatría cambiara la versión de lo que contenía el oficio dirigido a su director.
“En realidad no hubo problemas con la quimioterapia”. –¿Exageró en lo escrito? –“No exageré”.
Visiblemente nerviosa durante la entrevista que le hice, la doctora me dijo:
“Lo que sucedió cuando fui con él de compras, me dice: ‘doctora, sus quimioterapias son las mismas, lo único que se hizo fue que estuvimos con otro distribuidor’. Cuando puse en ese momento lo de la quimioterapia tóxica es porque estaba viendo que no me estaba surtiendo efecto ¿Hubo un responsable que cambió la quimioterapia? Sí. Pues el de compras, yo creo”.
La doctora se lavó las manos y lanzó el dardo.
Sin embargo, el documento de la jefa de Oncopediatría no fue el único que recibió el director de Cancerología.
El oncólogo Marcelino Gaytán Ángel escribió al subdirector de recursos materiales que durante los últimos meses se habían presentado múltiples internamientos de personas adultas por toxicidad secundaria a quimioterapia, lo cual antes no sucedía.
En el oficio solicitó la compra de medicamentos de mejor calidad y eficacia. Sugirió que antes de adquirirlos se pidiera a los laboratorios estudios de bioequivalencia para que sean similares a los de patente, con la finalidad de evitar mayores complicaciones en la salud de los pacientes.
Pero si estaban o no haciendo efecto las quimioterapias, nadie sabe, nadie supo.
El director del Instituto de Cancerología, Jorge Eblem Azar, afirmó que los documentos de la jefa de Oncopediatría y el oncólogo Gaytán faltaban a la verdad.
Sostuvo que nunca se cambió la marca del medicamento, no obstante, reconoció que en el instituto había 17 frascos de methotrexate del Laboratorio Columbia, pero que estos fueron donados al instituto y nunca se usaron.
Pero un documento de la Secretaría Estatal de Salud y con el logotipo de Cofepris, fechado el 17 de febrero de 2017, asegura que no existe un documento firmado o sellado por el almacén que avale dicha donación.
Posteriormente, Cofepris dijo que si existe tal donación, fue un error de redacción de los verificadores. Vaya error.
El director de Cancerología deslizó que los oficios obedecían a los intereses comerciales de los oncólogos que los hicieron. Solo que en la entrevista, Eblem Azar se contradecía y tampoco quería afirmar de manera contundente lo que me declaraba:
“No descartamos que haya alguna afinidad con algún distribuidor en específico. No tenemos el sustento y nuestra intención no ha sido generar mayor polémica”.
–¿Hay investigación en curso? –Sí, claro. Administrativa y de...
–¿Contra los doctores que firmaron el documento o contra quiénes? –No, no, no. No hay ninguna investigación en cuanto a un nombre y apellido.
Entonces, había o no había investigación. Tenía o no pruebas de los intereses comerciales de los oncólogos, esas preguntan siguen en el aire.
–¿Es usted ahijado o familiar de la esposa del gobernador Astudillo? –le pregunté, ya que me habían pasado ese dato.
“No, no tengo ningún vínculo familiar o de amistad”, fue su respuesta.
La suspicacia ahí queda. Jorge Eblem Azar es ginecólogo. Hizo estudios de oncología en el instituto de cancerología de Guerrero, pero… no tiene cédula que lo acredite como oncólogo, a pesar de ser un requisito según el decreto del instituto.
Él mismo lo aceptó: “la especialidad como tal son tres años. La hice aquí... yo soy ginecólogo con cédula... como ginecólogo oncólogo aún todavía ese documento, el instituto no lo ha podido avalar”.
El gobierno de Guerrero, emitió un comunicado diciendo en el que se establecía que ser oncólogo para dirigir el Instituto Estatal de Cancerología es requisito optativo.
Jorge Eblem Azar renunció la semana pasada a la dirección del Instituto.
